"...no se unirán el uno con el otro..." (Dan. 2:43)
Babilonia, el imperio representado por la cabeza de oro, fue conquistado por Medo-Persia, representado por el pecho y los brazos de plata. Grecia le sucedió después, seguida por la "férrea monarquía de Roma", por expresarlo en la frase del historiador Gibbon. Roma cayó en el año 476 A.D., y se dividió en lo que hoy son las modernas naciones de Europa.
Desde hace siglos diversos líderes ambiciosos han procurado unir esas naciones en una: Carlomagno, Carlos V, Napoleón, la reina Victoria, el Kaiser Wilhelm y más recientemente, Adolfo Hitler. Todos fracasaron. El presidente norteamericano Wilson soñó con una coalición de las naciones que jamás existió.
Estamos viviendo hoy en el tiempo de los dedos de esos pies hechos de mezcla de hierro con barro. Los campos de batalla se han llenado de sangre debido a la ambición de soberanos que intentaron en vano quebrantar esas poderosas palabras: "pero no se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro". Se dice que Napoleón exclamó: "Oh Dios, ¡no he podido contigo!"
Presidentes y reyes han pensado con arrogancia que su diplomacia traería la paz en su generación, mediante un gobierno mundial global. Un gobierno mundial sería bueno si estuviera regido por personas sensatas y libres de egoísmo. Pero por tanto tiempo como el ser humano siga siendo pecaminoso, será una utopía, hasta la venida de Aquel que está "vestido de una ropa teñida en sangre" derramada en el Calvario. Por el amor, ascendió al trono de los corazones de los seres humanos, y ha ganado su reino mediante su sacrificio. Cuando regrese en su gloria, establecerá su reino eterno. Dios tendrá un pueblo que responderá a su amor. A esa respuesta la Biblia la llama "fe". Allí estarán los que "han lavado sus ropas y las han blanqueado en la sangre del Cordero." (Robert J. Wieland)
"Cada paso de la vida puede acercarnos más al Señor Jesús, puede darnos una experiencia más profunda de su amor y aproximarnos tanto más al bendito hogar de la paz. No perdáis pues vuestra confianza, sino tened una seguridad más firme que nunca antes. ‘¡Hasta aquí nos ha ayudado Jehová!’ (1 Samuel 7:12)" (El Camino a Cristo, p. 125).
"Echad toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros" 1 Pedro 5:7
"Orad sin cesar" 1 Tesalonicenses 5:17
"No se haga mi voluntad, sino la tuya" Lucas 22:42
"Dios dio a los hombres el poder de elegir; a ellos les toca ejercitarlo. No podéis cambiar vuestro corazón, ni dar por vosotros mismos los afectos a Dios; pero podéis escoger servirle. Podéis darle vuestra voluntad, para que él obre en vosotros tanto el querer como el hacer, según su voluntad" (El Camino a Cristo, p. 47 y 48)
"...el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo" (Dan. 7:27)
A Daniel se le permite ir hasta el fin del tiempo, cuando "el cuerno pequeño" (caps. 7 y 8), junto con la bestia de la que surge son destruidos en el final del pecado y de los pecadores. Precisamente antes del fin, la herida mortal sufrida por el papado al ser tomado prisionero por Berthier, será sanada por un breve período de tiempo (Apoc. 13:3 y 14), y toda la tierra se maravillará en pos de él. Sin embargo, el tribunal celestial ha pronunciado sentencia en su contra. Aunque prosperando por un tiempo, su ruinoso final es seguro.
Cuán animador es para el pueblo de Dios el saber que el reino será dado a aquellos para quienes fue preparado desde la fundación del mundo. En todas sus penas y aflicciones, los verdaderos adoradores de Dios pueden recordar esta maravillosa promesa.
La visión de Daniel que tanto absorbió su interés, debiera ciertamente absorber el nuestro en estos últimos días, a fin de que no nos encontremos sirviendo ignorantemente al cuerno pequeño, que nos llevaría a ser destruidos con él. Dios permita que edifiquemos nuestra fe sobre la verdad, tal cual se la encuentra en la Palabra de Dios.
¡Qué gran buena nueva es saber que ahora mismo el tribunal celestial está "quitándole el dominio" al cuerno pequeño, a fin de disponer su destrucción final! Es tu privilegio saber ahora y aquí que ese poder ha perdido su dominio sobre ti. No solamente en el mundo que nos rodea, sino en nuestros corazones, vemos cómo ese dominio del mal es quitado, a medida que por la fe seguimos a Cristo en su obra de juicio. (Robert J.Wieland)
Veamos un comentario de Alonzo T. Jones en relación a la identificación del "cuerno pequeño". (Leer Daniel cap. 7)
En el capítulo 7 del libro de Daniel, el profeta contempló en visión a los cuatro vientos del cielo combatiendo en la gran mar; "y cuatro grandes bestias, diferentes la una de la otra, subían de la mar. La primera era como león, y tenía alas de águila". Simbolizaba el imperio mundial de Babilonia. La segunda era como un oso que se inclinaba de un lado, teniendo tres costillas en su boca, y simbolizaba el imperio conjunto de Medo-Persia. La tercera era semejante a un tigre, que tenía cuatro cabezas y cuatro alas de ave, simbolizando el imperio mundial de Grecia bajo Alejandro Magno. La cuarta bestia era "espantosa y terrible, y en grande manera fuerte, la cual tenía unos dientes grandes de hierro: devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies: y era muy diferente de todas las bestias que habían sido antes de ella, y tenía diez cuernos". Esa cuarta bestia simbolizaba el imperio mundial de Roma, diferente de cuantos lo precedieron, ya que originalmente no era una monarquía o reino, sino una república. Los diez cuernos simbolizaban los diez reinos implantados al oeste del territorio, en la desintegración del imperio romano.
El profeta dice entonces: "Estando yo contemplando los [diez] cuernos, he aquí que otro cuerno pequeño subía entre ellos, y delante de él fueron arrancados tres cuernos de los primeros; y he aquí en este cuerno había ojos como ojos de hombre, y una boca que hablaba grandezas". El profeta contemplaba y consideraba este cuerno pequeño hasta que "el tribunal se sentó en juicio, y los libros fueron abiertos". Y cuando se estableció ese juicio y se abrieron los libros, dice: "Entonces [en ese tiempo] miré a causa de las palabras tan arrogantes que hablaba el cuerno. Miré hasta que mataron a la bestia, y su cuerpo fue deshecho y entregado para ser quemado en el fuego".
Obsérvese el notable cambio en la expresión de esta última afirmación. El profeta contempló el cuerno pequeño desde su aparición, hasta el momento en el que "el tribunal se sentó en juicio, y los libros fueron abiertos". Daniel contempló el cuerno pequeño en ese momento; y muy particularmente "a causa de las palabras tan arrogantes que hablaba el cuerno". Y continuó contemplando esa misma escena –referente al mismo cuerno pequeño– hasta el final, hasta su destrucción. Pero cuando ésta llega, la expresión que describe su destrucción no es que el cuerno pequeño fuese quebrado o destruido, sino que "mataron a la bestia, y su cuerpo fue deshecho y entregado para ser quemado en el fuego".
Eso demuestra que el cuerno pequeño es otra fase de la misma cuarta bestia, la bestia espantosa y terrible de la que el cuerno pequeño no es más que una continuación, en su mismo espíritu, disposición y propósito, solamente que en otra variante. Y así como aquel cuarto imperio mundial, la bestia espantosa y terrible en su forma primitiva, era Roma; así también el cuerno pequeño, en sus hechos, no es sino la continuación de Roma: el espíritu y los hechos de Roma, en la forma que es propia de éste.
La explicación dada sobre el tema en el mismo capítulo, confirma lo expuesto. En efecto, se dice del cuerno pequeño que es "diferente de los primeros", que "hablará palabras contra el Altísimo, a los santos del Altísimo quebrantará, y tratará de cambiar los tiempos y la ley". También leemos "vi que este cuerno combatía a los santos, y los vencía, hasta que vino el Anciano de días, y pronunció juicio en favor de los santos del Altísimo. Y vino el tiempo, y los santos poseyeron el reino". Todo lo anterior es cierto, y constituye la descripción de la postrera Roma.
Y es la propia Roma postrera quien lo confirma. El papa León el Grande, lo fue desde el año 440 al 461, el período preciso en el que la primera Roma vivía sus últimos días, precipitándose rápidamente hacia la ruina. El mismo León el Grande dijo en un sermón que la primera Roma no era más que la promesa de la Roma postrera; que las glorias de la primera habrían de reproducirse en la Roma católica; que Rómulo y Remo no eran sino los precursores de Pedro y Pablo; los sucesores de Rómulo eran, de esa forma, precursores de los sucesores de Pedro; y de igual manera en que la primera Roma había dominado el mundo, lo habría de dominar la postrera, cuenta habida del santo y bendito Pedro como cabeza del mundo. El papado no abandonó jamás esa concepción de León el Grande. Cuando, escasamente quince años después, el imperio romano había perecido como tal, y solamente el papado sobrevivió a la ruina, asentándose firmemente y fortaleciéndose en Roma, esa concepción de León no hizo más que afirmarse y ser más abiertamente sostenida y proclamada.
Tal concepción se fue también desarrollando intencionada y sistemáticamente. Las Escrituras se examinaron con detenimiento, y se pervirtieron ingeniosamente a fin de sostener esa idea. Mediante una aplicación espuria del sistema levítico del Antiguo Testamento, la autoridad y eternidad del sacerdocio romano había quedado prácticamente establecida.
Y ahora, mediante deducciones tendenciosas, "a partir del Nuevo Testamento, se estableció la autoridad y eternidad de la propia Roma".
Considerándose a sí mismo como la única continuación de la Roma original, el papado tomó la posición de que allí donde el Nuevo Testamento cite o se refiera a la autoridad de la Roma original, se aplica en realidad a él mismo, quien es la verdadera y única continuación de ésta. De acuerdo con lo anterior, donde el Nuevo Testamento amonesta a rendir sumisión a "la autoridad", o a obedecer "a los gobernadores", debe referirse al papado. La razón es que la única autoridad y los únicos gobernadores que por entonces había, eran los romanos, y el poder papal es el único verdadero continuador del romano.
"Se tomó todo texto que contuviese un imperativo a someterse a las potestades; todo pasaje en el que se ordenase obedecer a las autoridades de la nación, llamando especialmente la atención al hecho de que el mismo Cristo sancionó el dominio romano al pacificar el mundo a través de Augusto, al nacer en una época en la que se pagaban tributos, como los que él mismo pagó al César, y al decir a Pilato: ‘ninguna potestad tendrías contra mí, si no te fuese dado de arriba’ ". Bryce. Y puesto que Cristo reconoció la autoridad de Pilato, que no era sino representante de Roma, ¡quién se atreverá a desdeñar la autoridad del papado, auténtica continuación de esa autoridad a la que el mismo Señor del cielo se sometió!
Y no fue sino una culminación lógica de esa pretensión, lo que llevó al papa Bonifacio VIII a presentarse a sí mismo ante la multitud vestido de armadura, con un casco en la cabeza y blandiendo una espada, para proclamar: "No hay otro César, rey ni emperador, sino yo, el soberano Pontífice y sucesor de los apóstoles". Y posteriormente declaró, hablando ex catedra: "Por lo tanto, aseveramos, establecemos y proclamamos que, a fin de ser salvo, es necesario creer que todo ser humano está sujeto al Pontífice de Roma".
Eso prueba suficientemente que el cuerno pequeño del capítulo 7 de Daniel es la Roma papal, y que es intencionadamente, en espíritu y propósito, la continuación de la Roma original.
En el capítulo 8 de Daniel se vuelve al mismo tema. Primeramente, el profeta ve en visión un carnero con dos cuernos prominentes, uno mayor que el otro, en correspondencia con la bestia semejante a un oso, que se inclinaba hacia un lado. El ángel declara sencillamente que significaban "los reyes de Media y de Persia". A continuación vio el profeta un "macho de cabrío" que venía del oeste sobre la haz de toda la tierra, sin tocar el suelo, y con un cuerno notable entre sus ojos. Este último abatió al carnero, quebró sus dos cuernos, lo echó por tierra y lo pisoteó, y no hubo quien pudiese librar al carnero de su mano. El ángel declaró que "el macho cabrío es el rey de Grecia, y el cuerno grande que tenía entre sus ojos es el primer rey". El macho cabrío se engrandeció mucho, y estando en su mayor fuerza, aquel gran cuerno fue quebrado, y en su lugar subieron otros cuatro maravillosos hacia los cuatro vientos del cielo. El ángel explica que eso "significa que cuatro reinos sucederán de la nación, mas no en la fortaleza de él [Alejandro Magno]".
A partir de una de esas cuatro divisiones del imperio de Alejandro Magno, el profeta vio cómo "del uno de ellos salió un cuerno pequeño, el cual creció mucho al mediodía, y al oriente, y hacia la tierra deseable". Las citadas referencias geográficas indican que ese poder surgió y creció mucho, a partir del este. Según explica el ángel, eso significa que "al cabo del imperio de éstos [las cuatro divisiones de Grecia], cuando se cumplirán los prevaricadores, levantaráse un rey altivo de rostro, y entendido en dudas". "Y engrandecióse hasta el ejército del cielo; y parte del ejército y de las estrellas echó por tierra, y las holló". "Y su poder se fortalecerá, mas no con fuerza suya; y destruirá maravillosamente, y prosperará; y hará arbitrariamente, y destruirá fuertes y al pueblo de los santos. Y con su sagacidad hará prosperar el engaño en su mano y en su corazón se engrandecerá, y con paz destruirá a muchos: y contra el príncipe de los príncipes [‘aun contra el príncipe de la fortaleza se engrandeció’, Vers. 11] se levantará; mas sin mano será quebrantado".
Esas especificaciones muestran que el cuerno pequeño del capítulo octavo de Daniel representa a Roma desde que ésta surgió, tras la destrucción del imperio griego, hasta el fin del mundo, cuando "sin mano será quebrantado" por aquella piedra que fue cortada "no con mano", la que desmenuza todos los reinos terrenales. Dan. 2:34,35,44 y 45.
Hemos visto que en el capítulo 7 de Daniel, el cuerno pequeño, si bien representando como tal solamente la postrera fase de Roma, incluye en realidad a Roma en ambas fases, desde el principio al fin; ya que al llegar el momento de la destrucción del "cuerno pequeño", resulta ser "la bestia" quien es destruida, "y su cuerpo fue deshecho, y entregado para ser quemado en el fuego". (A.T. Jones)
El cuarto reino... "lo desmenuzará y quebrantará todo" (Dan. 2:40), incluso... "los tiempos y la ley..." (Dan. 7:25)
El Señor ha señalado claramente el camino a la ciudad de Dios; pero el gran apóstata ha cambiado la señal colocando una falsa: un día de reposo espurio.
A Ellen G. White, como en otras ocasiones, se le da la oportunidad de escuchar las palabras exactas del mismísimo diablo:
Satanás declara: "Actuaré en contra de Dios. Daré poder a mi delegado, el hombre de pecado, para que derribe el monumento conmemorativo de Dios: el día de reposo del séptimo día. Así mostraré al mundo que el día santificado y bendecido por Dios ha sido cambiado. Ese día no perdurará en la mente de los hombres. Borraré su recuerdo. Colocaré en su lugar un día que no tenga las credenciales del cielo, un día que no pueda ser una señal entre Dios y su pueblo. Haré que la gente que acepta este día le atribuya la santidad que Dios puso sobre el séptimo día. Me ensalzaré por medio de mi representante. Será ensalzado el primer día y el mundo protestante recibirá como genuino este falso día de reposo. Mediante la violación del día de reposo instituido por Dios, haré que se desprecie su ley. Haré que a mi día de reposo se le apliquen las palabras 'señal entre mí y vuestras generaciones'. Así el mundo llegará a ser mío. Seré gobernante de la tierra, príncipe del mundo. Controlaré de tal modo las mentes con mi poder, que el sábado de Dios será objeto de menosprecio. ¿Señal? Haré que la observancia del séptimo día sea una señal de deslealtad a las autoridades de la tierra. Las leyes humanas serán tan restrictivas, que los hombres y las mujeres no se atreverán a observar el día de reposo, el séptimo día. Por temor de que les falten alimentos y vestidos se unirán con el mundo en la transgresión de la ley de Dios, y la tierra estará completamente bajo mi dominio".
El hombre de pecado ha instituido un falso día de reposo, y el llamado mundo cristiano ha adoptado a este hijo del papado, negándose a obedecer a Dios. Así Satanás conduce a hombres y mujeres en una dirección opuesta a la ciudad de refugio. Considerando las multitudes que lo siguen, queda demostrado que Adán y Eva no son los únicos que han aceptado las palabras del astuto enemigo.
El enemigo de todo lo bueno ha cambiado la señal indicadora, para que señale hacia el camino de la desobediencia como si fuera la senda de la felicidad. Ha insultado al Señor negándose a obedecer un "Así dice Jehová". Ha pensado cambiar los tiempos y las leyes (RH 17-4-1900).
(Selección, D.A.)
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