Todo el conflicto da vueltas alrededor del "Evangelio Eterno". Pero, ¿qué es "el Evangelio"?
Es necesario distinguir entre:
Los hechos objetivos, aquello que Dios hizo en Cristo; esa realidad gloriosa, esa base firme e inquebrantable, independiente de nuestra eventual aceptación, y
Nuestra respuesta o reacción ante lo anterior, que es la parte subjetiva: la fe.
Es el EVANGELIO de la gracia;
Es nuestra RESPUESTA al evangelio.
La distinción es importante, porque a veces creemos estar predicando el evangelio, mientras que sólo estamos insistiendo en la "respuesta", con el resultado de que no obtenemos respuesta... (2 Cor. 4:5; 1 Cor. 2:2).
(2) Nuestra respuesta no nos salva (es decir: la fe NO es nuestra salvadora); sólo (1) nos salva la gracia de Dios, en Cristo (es decir: el Evangelio). (L.B.)
Nuestro objetivo como adventistas lleva implícito el predicar el Evangelio. ¿En qué consiste ese "Evangelio"?
El que Dios se uniera a sí mismo con la humanidad pecaminosa, constituye la buena nueva del evangelio. ¡Él es el evangelio! Nuestra necesidad no hizo que se alejara de nosotros, sino que lo motivó a recorrer un larguísimo camino para encontrarse con nosotros en nuestra condición desvalida. Y su unión con nosotros no lo cambió en su carácter, sino que nos cambia a nosotros. Es por un tal amor como se despierta la respuesta del amor. Ahora bien, sorprendentemente, es posible resistir ese amor.
El evangelio es la historia de cómo Cristo vino al hombre, a esta tierra, para vivir y morir por cada uno. Llevar las personas a Cristo es sencillamente explicarles cómo él vino a ellas. Ese testimonio del evangelio se manifiesta en la actitud, en la palabra y en los hechos... El nuevo nacimiento, lo que se produce en aquel que es llevado a Cristo, es la gran transformación que tiene lugar cuando uno responde clara y positivamente, sometiéndose a la obra del Espíritu que ha estado actuando de forma invisible en la vida de la persona, gestando, por así decirlo, lo que Cristo dispuso para todos y cada uno. Cuando voy a Jesús y soy justificado por la fe, no hago más que responder a su venida a mí, y a su justificación de mi existencia mediante su fe. (Fred Bischoff)
"Cristo colgando de la cruz, era el evangelio" (MS 49, 1898). ¿Difícil de entender?
Somos llevados al arrepentimiento, por el Evangelio, en el tiempo del juicio. "...su benignidad [su amor, gracia, bondad, es decir, el Evangelio] te guía al arrepentimiento" (Rom. 2:4)
"Mas sabemos que el juicio de Dios es... según verdad..." ‘¡Alto!’, dice alguien, ‘no estoy seguro de si "sabemos" tal cosa’. Bien. Puedes fácilmente hallar seguridad:
Dios existe. En eso estamos de acuerdo.
Él es la fuente de donde procede todo ser creado.
Toda criatura es absolutamente dependiente de él. "En él vivimos, y nos movemos, y somos" (Hech. 17:28).
Puesto que toda vida depende de él, es evidente que la continuación de la vida del hombre depende de su armonía y unión con Dios.
Por lo tanto, el propio carácter de Dios debe ser la norma de juicio.
Pero Dios mismo es verdad. "En él no hay injusticia".
Dios se ha revelado –a sí mismo y a su justicia– a todos los hombres. "Dio a conocer su salvación, a la vista de las naciones reveló su justicia" (Sal. 98:2).
Por lo tanto, todo hombre, grande o pequeño, queda sin excusa para su pecado.
Por lo tanto, cuando Dios juzga a todos los hombres, sin excepción, su juicio es de acuerdo con la verdad. Y la tierra se verá constreñida a unirse al cielo en el clamor, "Justo eres tú, oh Señor, que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas". "Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos" (Apoc. 16:5,7).
Estamos sin escapatoria. Nadie debe pensar que puede escapar al justo juicio de Dios. Por lo común son los más iluminados los que creen que podrán escapar de él. Es tan fácil para nosotros pensar que nuestro gran conocimiento del bien y del mal nos será contado por justicia, tan fácil convencernos de que en virtud de nuestra condena de los pecados ajenos, el Señor va a creer que jamás podríamos ser culpables de esos pecados… Pero en realidad eso no hace más que agrandar nuestra condenación.
El primer capítulo de Romanos golpea desde su base todos los apoyos sobre los que intenta apuntalarse el hombre. Si la clase inferior es justamente tenida por culpable, no hay escapatoria para la "clase superior". "Porque Dios traerá toda obra a juicio, el cual se hará sobre toda cosa oculta, buena o mala" (Ecl. 12:14).
La bondad de Dios lleva al arrepentimiento, por lo tanto, "¿Menosprecias las riquezas de su benignidad, y paciencia, y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía a arrepentimiento?" (Rom. 2:4) Dios es la perfección de la pureza y santidad; el hombre es rematadamente pecaminoso. Dios tiene conocimiento de todo pecado, sin embargo, no desprecia al pecador. "No envió Dios a su Hijo al mundo para que condene al mundo, mas para que el mundo sea salvo por él" (Juan 3:17). Cristo dijo, "el que oyere mis palabras, y no las creyere, yo no le juzgo" (Juan 12:47).
En todo cuanto dijo e hizo, no hizo más que representar al Padre. Dios "es paciente con nosotros", "y entended que la paciencia de nuestro Señor significa salvación" (2 Ped. 3:9,15). Es imposible que uno considere la bondad y la paciencia de Dios, sin humillarse y ser movido a arrepentimiento. Cuando consideramos la ternura con la que Dios nos trata, viene a resultarnos imposible manifestar aspereza hacia nuestros semejantes. Y si no juzgamos, no seremos juzgados (Luc. 6:37).
El arrepentimiento es un don."Por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios" (Efe. 2:8). "El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, al cual vosotros matasteis colgándole en un madero. A éste ha Dios ensalzado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y remisión de pecados" (Hech. 5:30,31). Pero no es solamente a Israel a quien Dios dio arrepentimiento mediante Cristo. "A éste dan testimonio todos los profetas, de que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre" (Hech. 10:43). Y tan claramente dio Dios a conocer eso, que hasta los exclusivistas judíos se vieron obligados a exclamar, "De manera que también a los Gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida" (Hech. 11:18).
Dios nos da incentivos para el arrepentimiento. La bondad de Dios lleva al hombre al arrepentimiento. Por lo tanto, toda la tierra está llena de incentivos al arrepentimiento, ya que "de su constante amor está llena la tierra" (Sal. 33:5). "De tu constante amor, oh Eterno, está llena la tierra" (Sal. 119:64). Se puede conocer a Dios mediante sus obras, y "Dios es amor". Toda la creación revela el amor y la misericordia de Dios.
No debemos intentar corregir las Escrituras, y decir que la bondad de Dios tiende a llevar al hombre al arrepentimiento. La Biblia dice que lo hace, que guía al arrepentimiento, y podemos tener la seguridad de que así es. Todo hombre es llevado al arrepentimiento tan seguramente como que Dios es bueno. Pero no todos se arrepienten. ¿Por qué? Porque desprecian las riquezas de la benignidad, paciencia y benevolencia de Dios, y escapan de la misericordiosa conducción del Señor. Pero todo aquel que no resista al Señor, será guiado con seguridad al arrepentimiento y la salvación. (Ellet J. Waggoner)
No temas al juicio. Si aceptas su don del arrepentimiento, él no te condena. Al contrario, te convierte, si lo crees.
¿Hasta qué profundidad alcanza la obra del juicio?
Que nadie se engañe a este propósito: Dios va a purificar de todo pecado. Vosotros y yo tendremos que hacer frente a todo aquello que hayamos hecho, y responder por todo aquello en lo que hemos fallado. Leamos en Eclesiastés 12:13 y 14: "El fin de todo discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, el cual se hará sobre toda cosa oculta, buena o mala". Dios traerá toda obra a juicio, incluyendo todo lo oculto. Leamos en Eclesiastés 10:20: "Ni aún en tu pensamiento digas mal del rey, ni en los secretos de tu cámara digas mal del rico; porque las aves del cielo llevarán la voz, y las que tienen alas harán saber la palabra". Las cosas que decís en vuestra cámara, cuando la persona de la que habláis no está allí, serán traídas al juicio. Incluso lo que pensáis, aquello a lo que en apariencia nadie tiene acceso, será conocido en el juicio, porque cierta ave del cielo lo revelará, y esa ave es la "paloma", el Espíritu Santo.
Como dijo A.T. Jones, la obra del Espíritu Santo es revelar todas las cosas, a fin de que podamos verlas, y decidir si preferimos a Cristo, o a esas cosas. Veamos en 1ª Corintios 4: "Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual también aclarará lo oculto de las tinieblas, y manifestará los intentos de los corazones".
En la obra del juicio, Dios revela todas las cosas secretas, y expone plenamente el corazón. La obra del juicio avanza a medida que Dios revela su palabra. Leemos en Hebreos 4:12, "la palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos: y que alcanza hasta partir el alma, y aun el espíritu, y las coyunturas y tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón". Y observad que el versículo siguiente relaciona eso con el juicio: "y no hay cosa que no sea manifiesta en su presencia; antes todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta". Todo está desnudo ante Dios, ante quien tenemos que dar cuenta, y Dios va a exponer este, nuestro corazón.
Veamos 2ª Corintios 5:10. Esos Corintios eran miembros de iglesia. Pablo está aquí hablando de la iglesia, y se incluye a él mismo: "Porque es menester que todos nosotros parezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que hubiere hecho por medio del cuerpo, ora sea bueno o malo". Todo será puesto a la luz, y sugiero que comparecemos ante el tribunal de juicio de Cristo antes de su segunda venida; porque la hora de su juicio, para la iglesia, es antes de la venida de Cristo. Leamos en Hechos 17:30 y 31: "Empero Dios, habiendo disimulado los tiempos de esta ignorancia, ahora denuncia a todos los hombres en todos los lugares que se arrepientan: por cuanto ha establecido un día, en el cual ha de juzgar al mundo con justicia, por aquel varón al cual determinó; dando fe a todos con haberle levantado de los muertos". Lucas relaciona aquí el juicio con el hecho de que Dios abra nuestras mentes a nuestro pecado. El día del juicio es cuando desaparece la "ignorancia". Jesús dijo, "Yo, para juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, sean cegados" (Juan 9:39).
La razón por la que desempeña esa obra de juicio, es para llevarnos al arrepentimiento. Está tratando de purificarnos. La espada de dos filos revela los pensamientos del corazón, a fin de poder purificarlo. Dice 2ª de Corintios 10:5 que él es capaz de llevar todo pensamiento en obediencia a Cristo. Tal cosa no nos sucederá, hasta que reconozcamos cuán malvado, cuán egoísta, envidioso, codicioso y corrupto es todavía nuestro pensamiento. Laodicea se resiste a creer tal cosa. Nosotros somos Laodicea. Dios quiere llevar a cabo esa obra de purificación ahora, en estos últimos días, y estoy absolutamente convencido de que la forma en la que va a realizar esta obra, la forma en la que llevará a esta iglesia a ver su pecado, nuestro pecado, mi pecado, es derramando buenas nuevas. De hecho, en 1888, Dios quiso purificar el santuario. Si leéis en Malaquías 3, nos habla de un tiempo en el que el Señor vendrá a su santo templo para hacer una obra de purificación por fuego, y si bien aplicamos esto a 1844, dejamos de comprender que quiso hacer lo mismo en 1888. De hecho, Malaquías 4 explica la forma en la que Malaquías 3 tendrá lugar: "He aquí, yo os envío a Elías el profeta, antes que venga el día de Jehová grande y terrible". Y Elías hará una obra de restauración: "convertirá el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los padres". En la Review & Herald del 18 de febrero de 1890, E. White advierte a la iglesia, en la época de 1888, de que su mente se encontraba en un estado tal, que rechazaría a Elías si viniese. Si leéis el artículo, está muy clara la implicación que hace E.White, de que Jones y Waggoner vinieron como un cumplimiento de "Elías". Te pregunto ahora: ¿qué harás con Elías? Es decir, ¿qué harás con Jesús? (Tony Phillips)
El sábado en el gran conflicto
Cuando el evangelio del reino sea predicado a todo el mundo por testimonio a todas las naciones (Mat. 24:14), polarizará a toda la raza humana en solamente dos grupos: los creyentes y los incrédulos (1 Juan 5:19). Habrá solamente aquellos que reposen plenamente en Cristo, y los que lo hayan rechazado irreversiblemente. En el tiempo del fin, todos los que se alisten bajo la bandera de Cristo adorarán al Señor del sábado; su observancia del sábado será el signo exterior (el sello) de la justicia que recibieron ya por la fe, de la misma manera en que Abraham "recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que obtuvo estando aún incircunciso" (Rom. 4:11).
Al final del tiempo, aquellos que hayan deliberadamente vuelto sus espaldas al don gratuito de Dios de salvación en Cristo, adorarán al "dragón que había dado autoridad a la bestia" (Apoc. 13:3, 4). Exaltarán el domingo como el día de reposo del hombre, en (oculto) desafío al día de reposo de Dios. El meollo, pues, en el conflicto final, no será solamente la controversia entre dos grupos de cristianos, ni siquiera entre dos días distintos de reposo, sino entre dos métodos de salvación opuestos. El conflicto se centrará en el sábado, significando la salvación por la sola fe, y el domingo, significando la salvación por el esfuerzo humano. A lo largo de toda la Escritura, el asunto fundamental va referido a la disyuntiva 'salvación por fe, versus salvación por obras'. En el corazón del mensaje de la Biblia está la salvación por la gracia, hecha efectiva por medio de la fe (Hab. 2:4; Rom. 3:28; Gál. 2:16; Efe. 2:8, 9; Heb. 10:38, 39; Heb. 11:1-40). (Jack Sequeira)
Después de estudiar juntos durante todo este trimestre el asunto del gran conflicto en el que estamos involucrados, concluiremos tratando de aportar un punto de vista clave en lo que al fin del gran conflicto se refiere, y a lo que ha de suceder inevitablemente antes de ese fin. Nos referimos a la "Lluvia Tardía". Recordemos que el derramamiento de esa lluvia ha de preceder necesariamente a la venida de Cristo.
¿En qué consiste la "lluvia tardía" del Espíritu Santo? ¿Está "cayendo" hoy esa bendición, como los aguaceros sobre las cosechas sedientas? ¿Cuál es el propósito de esa bendición que la Biblia describe como siendo "derramada" en todo su pueblo a escala mundial (Zac. 10:1)? ¿Le es dado a Satanás producir una falsificación que pueda engañar a muchos, haciéndola pasar por el artículo genuino?
Hay algunos hechos simples y claros, que pueden ayudarnos a obtener una idea mejor definida al respecto.
(1) La historia de la "lluvia temprana" (Joel 2:23) será de ayuda para comprender la "tardía". Fue en Pentecostés cuando el verdadero pueblo de Dios (los que creyeron en Cristo) recibió el derramamiento del Espíritu Santo. Hoy, unos dos milenios después, esperamos de nuevo la especial concesión de ese don en medida sobreabundante, como culminación de la obra iniciada en la "lluvia temprana". No sólo la esperamos, sino que la pedimos (Zac. 10:1), aferrándonos a la promesa que Dios nos ha hecho.
(2) La lluvia temprana fue la luz de la verdad, dada como un don. Fue la percepción de una verdad muy especial: la verdad de que el profeso pueblo de Dios había rechazado y crucificado al Señor de la gloria. Esa bendición no consistió en ruido, sino en luz. Una gran luz. Pedro declaró sin ambigüedad alguna que los presentes habían crucificado al Mesías, el Hijo de Dios. "Al oír esto, se compungieron de corazón" (Hechos 2:36 y 37).
(3) La lluvia tardía será un don del Espíritu Santo que traerá la verdadera y profunda convicción de pecado que sólo él puede traer al corazón humano: que la culpa de la crucifixión de Cristo es NUESTRO pecado. Pero esa es una verdad que hoy aún no comprendemos claramente. Según Zacarías 12:10-13:1, cuando el pueblo de Dios asuma esa realidad, se producirá el mayor arrepentimiento jamás visto en la historia. Vendrá a constituirse en la experiencia de reconciliación final con Cristo, lo que también se puede llamar "la expiación final".
(4) Eso hará posible un movimiento, un segundo Pentecostés. Será proclamado un mensaje que alumbrará la tierra con la gloria de Dios, y que preparará a un pueblo para su retorno. Consistirá en la revelación del carácter de amor de Dios. Los hijos de Dios han de manifestar su gloria. Dios te da el privilegio de ser un canal vivo por medio del cual pueda comunicar al mundo los tesoros de su gracia, las inescrutables riquezas de Cristo. Pero antes de eso, habrás de derramar lágrimas mirando al que traspasaron tus pecados. "Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalem, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y harán llanto sobre él, como llanto sobre unigénito..." (Robert J. Wieland).