Lección Nº12 "El gran conflicto y la iglesia"


"...solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis llamados también en una misma vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos." (Efe. 4:3-6)

Estoy seguro de que la mayoría de los miembros de nuestra iglesia es consciente, por lo menos de forma teórica, de la responsabilidad que Dios ha dado a esta iglesia. Llevamos muchos años trabajando en favor de las almas en diferentes partes del mundo. El celo misionero, aunque no está en auge, no ha desaparecido nunca entre el pueblo de Dios. Son muchos años ya tratando de esparcir la semilla de la verdad.

Pero la cuestión es, ¿por qué no regresó Jesús? ¿Acaso desde los inicios de nuestro movimiento, Dios no ha tenido jamás un grupo de hijos listos para ser trasladados en las nubes con Cristo? ¿Qué falta?

La Palabra inspirada nos dice que, "siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan." (1 Cor. 10:17)

Cierta vez un pastor me dijo: "Dentro de la iglesia existen tres puntos de vista acerca del por qué no regresó Jesús aún. Unos dicen que no ha llegado el día que Dios fijó en el calendario profético. Otros, que no hemos completado la gran comisión. Y finalmente otros dicen: la iglesia no está preparada." En cierta ocasión, un ministro prominente me explicó acerca de la polémica en relación con la naturaleza de Jesús. Y para redondear el asunto, la mayoría hemos podido observar la constante expresión de puntos de vista opuestos acerca del mensaje de la justificación por la fe. Contrariedades, oposición, incluso en ocasiones la persecución de unos a otros en la propia iglesia, por el hecho de no coincidir ni soportar las opiniones de lo demás.

Todo esto nos habla de que carecemos de unidad bíblica en el Espíritu, de que doctrinalmente los miembros del cuerpo van por libre, ya que no todos "participan del mismo pan."

¿Dónde está el poder que ha de actuar en nosotros para terminar la obra, permitiéndole a Jesús regresar?

Algo sucedió tiempo atrás que nos ha mantenido desunidos hasta el día de hoy. Como cuerpo, ¿acaso no debiéramos "mirarle a él, el que traspasamos"y luego "llorar (arrepentirnos) como el que llora por un Hijo"? Día de llanto en Jerusalén, pero día de "purificación del pecado." (Zac. 12:10-14; 13:1)

Según Hechos 1:14 , los discípulos "perseveraban unánimes en oración..." ¿Tenían ahora las cosas claras en cuanto al reino de Dios? ¿Eran un cuerpo? ¿Tenían una sola fe, un sólo bautismo, un sólo Dios? ¿Participaban del mismo pan? ¿Alguien puede imaginarse a uno de los discípulos esperando que terminara el discurso de Pedro para rebatirle doctrinalmente?

Sugiero que quizá necesitemos volver a repasar el concepto de unidad en la iglesia. El lema conocido como "unidad en la diversidad", no puede significar "estemos juntos, aunque cada uno piense como quiera". Creo que es urgente que comencemos a comprender lo que significa el concepto de la unidad corporativa. Repasemos de nuevo textos como, 1 Cor. 12:13,26; Gál. 6:1-2; Jer. 14:20-21. Hoy estamos juntos físicamente, pero aislados mentalmente. ¿Nos incumbe el pecado de nuestros hermanos, o incluso el de nuestros antecesores? (Mat. 23:29-32). Y la cuestión es que somos llamados a tener la mente de Cristo (1 Cor.2:16; Fil. 2:5), y él se identificó de tal manera con nuestros pecados, que pasó por la experiencia del bautismo de arrepentimiento de Juan (Hech. 13:24; 18:4), ya que al tomar sobre sí nuestra naturaleza pecaminosa, tomó en realidad todo lo que nosotros éramos, esto es, pecado (2 Cor. 5:21). En la cruz moría un Cordero que había sido hecho serpiente (Núm. 21:9; Juan 3:14). [Este no es un hecho que solamente experimentó Jesús. Todo el capítulo 9 de Daniel nos habla del arrepentimiento, confesión e identificación con la culpa de un pecado que Daniel personalmente no había cometido].

Todo esto es lógico, puesto que Cristo es la cabeza de este maravilloso cuerpo que es la iglesia. Como está escrito, Dios dió a Jesucristo "por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo." (Efe. 1:22-23)

Como dice el dicho popular, "la unidad [en el Espíritu] hace la fuerza [para terminar la obra y apresurar el retorno de Cristo]". ¡Recibamos lo que el Señor quiere darnos! (D.A.)

 

"Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos... y le hacemos a él mentiroso..." (1 Juan 1:8-10)

El Salvador dice, "pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor". Esto ha sido presentado ante mí una y otra vez en contornos definidos, y lo he presentado al pueblo con pluma y voz.

¿Es que ese sorprendente mensaje no significa nada para nosotros? ¿Acaso no nos es aplicable? ¿Por qué no se presta atención a amonestaciones de tamaña solemnidad? ¿Por qué es que todos, con diligencia, en humildad y confesión, no manifiestan el arrepentimiento del que no hay que arrepentirse? ¿Por qué pasan tantos sin prestarle la debida atención? ¿Mora el amor en la iglesia? ¿Acaso no está casi extinguido? Para muchos, el primer amor por Jesús se ha enfriado. Los hermanos no aman a los hermanos. El amor de muchos se ha enfriado. El Testigo fiel y verdadero caracteriza a todos quienes perdieron su primer amor como ‘caídos’. ¿No conocía el peligro de éstos? "Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido". (Apoc. 2:4-5)

¿Continuarán las iglesias tratando con indiferencia estas verdades apremiantes? La pérdida del primer amor ha abierto la puerta al egoísmo, a las conjeturas impías, maledicencia, envidia, celos y dureza de corazón. Tal es el fruto producido al enfriarse el fervor del primer amor. La lengua no ha sido refrenada como se debía, a causa de la negligencia en la oración. Se ha fomentado la justicia farisaica; muere la espiritualidad, y el resultado es la falta de discernimiento espiritual.

La única esperanza para nuestras iglesias hoy, es arrepentirse y hacer su primera obra. El nombre de Jesús no inflama el corazón con amor. Una ortodoxia mecánica y formalista ha reemplazado a la caridad profunda y ferviente, y al afecto de unos por otros. ¿Prestará alguien oído a la solemne admonición, "Volveos, volveos: y por qué moriréis" (Eze. 33:11)? Caed sobre la roca y sed quebrantados; entonces permitid que el Señor Jesús os prepare, os talle y os moldee, como vasos para honra. Bien puede el pueblo temer y temblar ante las palabras: "vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido". ¿Qué entonces? "Así que si la lumbre que hay en ti son tinieblas, ¿cuántas serán las mismas tinieblas?"

El Espíritu no contenderá por siempre con el corazón lleno de perversidad. El que es infinito y condescendiente, el que pagó el precio de su propia sangre para salvar a su pueblo, se está dirigiendo a ellos. ¿Quién prestará atención a su advertencia? ¿Acaso las iglesias que pretenden creer la verdad para estos últimos días han sido fructíferos árboles de justicia? ¿Por qué es que no están llevando mucho fruto para gloria de Dios? ¿Por qué no están permaneciendo en Cristo, y avanzando de fortaleza en fortaleza, de carácter en carácter?

La palabra del Señor a su pueblo es, "confortaos en el Señor y en la potencia de su fortaleza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo". ¿Por qué sucede que el pueblo al que se dirige eso está degenerando en la debilidad y falta de eficiencia, no teniendo el amor de Cristo ardiendo sobre el altar de sus corazones, y siendo por lo tanto incapaz de encender el amor en los corazones de otros?

El pueblo de Dios tiene una evidencia tras otra; tiene verdad poderosa y convincente. ¿Será mantenida en el atrio exterior, de forma que no santifique el alma? Aquella lámpara que una vez alumbró, arrojando luz en medio de las tinieblas del error, ¿se irá apagando gradualmente, hasta extinguirse en las tinieblas?

¿Qué sucedió con Éfeso? (Apoc. 2:1-7) No conoció el tiempo de su visitación. No oyó las solemnes admoniciones de Dios. No mantuvo una conexión vital con Cristo, y entraron lobos crueles, que no perdonaron a las ovejas. Esa iglesia, una vez amada por Dios, que hubiese podido difundir sus brillantes rayos en medio de las tinieblas morales para iluminar muchas almas, permitió que su luz se apagara.

Uno de los grandes pecados que está actualmente extinguiendo la luz espiritual es la falta de amor por Jesús y de unos por los otros. "Al que venciere, daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios". Ved el fervoroso y anhelante amor de Jesús, quien presenta a su pueblo los atractivos de la vida eterna, a fin de que puedan captar la gloria del mundo futuro, y recuperar su primer amor. Arrepentirse no está actualmente de moda. Algunos lo contemplan como una obra demasiado humillante, impropia de nuestra época [se citan 1 Juan 1:5-10; 2:9-11] ¿Podría alguna descripción ser más clara y penetrante que la que Juan nos dio? Estas cosas fueron escritas para nosotros y son aplicables a las Iglesias Adventistas del Séptimo Día. Algunos podrán decir: ‘Yo no odio a mi hermano; no soy tan malo’. Pero cuán poco comprenden sus propios corazones. Pueden pensar que tienen celo por Dios en sus sentimientos contra su hermano, cuando las ideas de éste parecen estar, de alguna forma, enfrentadas con las de ellos, dando lugar a sentimientos que nada tienen que ver con el amor. No muestran disposición a armonizar con él. Y sea que manifiesten o no la hostilidad contra el hermano, éste puede estar trayendo un mensaje de Dios al pueblo –precisamente la luz que hoy se necesita.

(The E.G.White 1888 Materials, p. 1017-1032. Extracto del libro, "Aprendiendo de nuestra historia", cap. 2)

 

El retornar de la tibieza causada por las herejías que se han ido introduciendo en la iglesia.

"Entre la entrada y el altar lloren los sacerdotes ministros de Jehová, y digan: Perdona, oh Jehová, a tu pueblo... Y después de esto derramaré mi Espíritu..." (Joel 2:17, 28)

A causa de no apreciar debidamente el mensaje de 1888, en la década que siguió hubo una tendencia a confundir los conceptos del escrito cuáquero The Christian’s Secret of a happy Life (El secreto cristiano de una vida feliz), de Hannah Whitall Smith, con la verdadera justificación por la fe (ver General Conference Bulletin, 1893, p. 358 y 359). A su vez, Smith tomó prestadas sus ideas de Fénelon, un católico romano místico de la corte de Luis XIV, que pasó toda su vida procurando enérgicamente la conversión de protestantes a Roma (El conflicto de los siglos, p. 315; Britannica, 1968, vol. 9, p. 169). Hasta el día de hoy, las ideas de Smith (y por lo tanto de Fénelon) son tenidas por muchos como auténtica justificación por la fe. Es el resultado natural de la sincera ignorancia del verdadero contraste entre el romanismo y el concepto de la fe...

¿Cómo habría podido producirse tal confusión, de haber habido una comprensión clara del mensaje que el Señor dio a su pueblo en 1888? Es una falacia asumir que los conceptos falsos se purifican al ser entremezclados con citas del Espíritu de Profecía, como si pudiese contrarrestarse el arsénico mezclándolo con rica harina.

En esa misma década de 1890, hubo una tendencia a confundir los conceptos romanos de la "justificación por la fe" con el mensaje de 1888. Fue igualmente debido a dejar de apreciar el mensaje que el Señor nos envió. Así, la incertidumbre con respecto al mensaje de 1888, preparó el camino para una sucesión de peregrinajes del pensar adventista hacia teólogos no adventistas, en busca de ayuda para la comprensión y proclamación de la "justificación por la fe":

"Las muchas y confusas ideas sobre la justicia de Cristo y la justificación por la fe son el resultado de la posición que usted ha tomado hacia el hombre y el mensaje enviados por Dios" (The E.G.W. 1888 Materials, p. 1.053, –Carta 24, escrita a Uriah Smith, en 1892–).

"Yo mismo he visto a algunos de los hermanos, después del encuentro de Minneapolis, decir ‘Amén’ a predicaciones, a declaraciones que eran flagrantemente paganas, sin ser conscientes de confundirlas con la justicia de Cristo. Algunos de aquellos que tan abiertamente se manifestaron en contra en aquella ocasión, y votaron a mano alzada en contra,… a partir de entonces les he visto decir ‘Amén’ a declaraciones que eran tan clara y decididamente papales, que la misma iglesia papal las puede pronunciar." (General Conference Bulletin, 1893, p. 244; A.T. Jones).

"...que usted pueda tener ambas cosas lado a lado, la verdad de la justificación por al fe, y la falsificación de la misma. Voy a leer qué dice ésta (la creencia católica), y después qué dice Dios en El Camino a Cristo… Quiero que vea cuál es la idea católica romana de la justificación por la fe, porque he tenido que enfrentarla entre profesos miembros adventistas en los cuatro años precedentes. Esas mismas cosas, esas mismas expresiones que figuran en ese libro católico, acerca de qué constituye la justificación por la fe y cómo obtenerla, son precisamente las expresiones que profesos adventistas me han manifestado a propósito de qué es la justificación por la fe.

Quiero saber de qué forma usted y yo podremos llevar un mensaje a este mundo, advirtiéndole contra la adoración de la bestia, mientras nos aferramos en nuestra misma profesión a las doctrinas de la bestia… Es ya tiempo de que los adventistas lo comprendan." (Id., p. 261 y 262. Ver también p. 265 y 266).

Muchos creen hoy sinceramente que el Señor honró a las iglesias guardadoras del domingo y se adhieren a la inmortalidad natural del alma, dándoles a ellas la "misma luz" de la justificación por la fe que nos dio a nosotros en 1888. De acuerdo con esa suposición, quienes sostienen esos dos "errores capitales" [CS 645], "las corrientes envenenadas de Babilonia" [Ev. 183], comprenden y son heraldos ante el mundo, del "evangelio eterno". Esa confusa convicción ataca de hecho el corazón mismo de la razón de ser del adventismo, al cuestionar la singularidad del "evangelio eterno" tal como el Señor nos confió los verdaderos conceptos de la justificación por la fe:

"Otros, no de nuestra fe, fueron movidos a re-estudiar la misma verdad de la justificación por la fe, en aproximadamente la misma fecha [1888], lo que se puede comprobar históricamente, como ya se ha dicho… (Leroy E. Froom, Movement of Destiny, p. 255).

No hemos prestado demasiada atención a esos movimientos espirituales paralelos —de organizaciones ajenas a la Iglesia Adventista— con el mismo énfasis y significado en general, que fueron suscitadas más o menos en la misma épocaEl impulso venía manifiestamente de la misma Fuente. Y cronológicamente, la justificación por la fe se centró en el año 1888.

Por ejemplo, las renombradas Conferencias de Keswick… las Conferencias bíblicas de Northfield, fundadas por Dwight L. Moody… hombres como Murray, Simpson, Gordon, Holden, Meyer, McNeil, Moody, McConkey, Scroggie, Howden, Smith, McKensie, McIntosh, Brooks, Dixon, Kyle, Morgan, Needham, [A.T.] Pierson, Seiss, Thomas, West, y muchos otros, todos dando ese énfasis general [de 1888]. Incontables son quienes han conocido y sido bendecidos por sus escritos. Y eso incluye a muchos de nuestros hombres" (Id., p. 319,321. Original sin atributo de cursiva).

Es justo que reconozcamos que el autor señaló limitaciones en los conceptos de aquellos no adventistas. Pero eso no hace sino destacar más aún el problema real: Muchos, por largos años, han dejado de reconocer que hay dos "escuelas" totalmente separadas y opuestas sobre la justificación por la fe. Una con origen en Cristo y sus apóstoles, y la otra con origen en el gran desmoronamiento que alcanza sus etapas finales en la "caída de Babilonia", desde 1844. Esas dos "escuelas" mantienen puntos de vista opuestos sobre el amor y la fe en el Nuevo Testamento. En lugar de discernir eso, hemos supuesto que el cuerpo ministerial de las iglesias populares entiende automáticamente el verdadero evangelio, aunque no alcance su pleno desarrollo...

La historia de los años 1920 a 1930 muestra que entonces, muchos de nosotros aceptamos y sustentamos de forma entusiasta y sin reservas las ideas sobre la justificación por la fe propias de The Sunday School Times (Escuela dominical de los tiempos), conocidas como "The Victorious Life". Esa historia ilustra la verdad de las palabras de nuestro Señor acerca de nuestra desesperada necesidad de comprar oro de él, no del cuerpo ministerial de las iglesias populares:

a/ El primer paso parece haber sido la publicación de La doctrina de Cristo (Review and Herald, 1919). El autor cita de cierta fuente desconocida, en el sentido de aprobar la idea de "The Victorious Life". La investigación demuestra que el libro empleado por el autor fue escrito por un tal Robert C. McQuilkin, secretario corresponsal de Victorious Life Conferences, Princeton y Cedar Lake, 1918, publicado por "The Victorious Life Literature", en Philadelphia. El editor de Sunday School Times escribió el prólogo del libro de McQuilkin:

Fue el nuevo e inédito continente de The Victorious Life lo que nos reunió. Bob McQuilkin y yo… la lejana tierra de las delicias y riquezas insondables… Me complace que comparta ahora sus descubrimientos y convicciones con muchos, mediante esos estudios en The Victorious Life. (Charles G.Trumbull, Victorious Life Studies, prólogo).

b/ La "doctrina de Cristo" se introdujo sin dilación entre nosotros, y pronto encontramos predicadores capaces y prominentes que apoyaron esos conceptos importados. "The Victorious Life" estableció sólidamente en el pensar adventista el concepto "evangélico" egocéntrico del amor, y apartó completamente a la Iglesia de los conceptos de la justificación por la fe que hicieron único al mensaje de 1888. Como pasó con Fénelon, la orden del día era buscar citas de E. White que aparentasen, tomadas aisladamente, apoyar las ideas de The Sunday School Times, citas que no pueden comprenderse de otra manera que en el contexto en que fueron escritas, que es el del mensaje de 1888...

El reavivamiento religioso que afectó a las iglesias populares de la época fue aceptado por nuestros hermanos de forma entusiasta. No nos es posible encontrar en los archivos de la Review voces discrepantes de nadie que discerniese que "The Victorious Life" constituía un cumplimiento de la siguiente advertencia contenida en el párrafo reproducido a continuación, de El Conflicto de los siglos:

"El enemigo de las almas desea impedir esa obra, y antes que llegue el tiempo para que se produzca tal movimiento [el avivamiento de la piedad primitiva], tratará de evitarlo introduciendo una falsa imitación. Hará parecer como que la bendición especial de Dios es derramada sobre las iglesias que pueda colocar bajo su poder seductor; allí se manifestará lo que se considerará como un gran interés por lo religioso. Multitudes se alegrarán de que Dios esté obrando maravillosamente en su favor, cuando, en realidad, la obra provendrá de otro espíritu". (p. 517)

A continuación reproducimos algunos ejemplos de pronunciamientos de autores adventistas, que escribieron sus artículos en la Review and Herald:

‘The Victorious Life’ no es más que otra expresión para referirse a la ‘justificación por la fe’. (R&H, 11 noviembre 1920).

‘The Victorious Life’ es nada más y nada menos que simple cristianismo bíblico. (R&H, 6 julio 1922).

Los siguientes extractos provienen de un librito sobre la justificación por la fe editado en esa época, que ilustra la constante inclinación hacia lo que E. White denominó "los predicadores [o ministros] populares" [Maranatha, 164; CS 384]...

Un ejemplo claro de la confusión reinante fue el intento de presentar a E. White como apoyando el entusiasmo de "The Victorious Life". Hasta llegó a ponerse ese mismo título a una de sus cartas (ver Testimonios para los ministros, p. 516-520). Cuando se compiló ese libro, el movimiento estaba en su apogeo (1922).

Prestemos atención a la Asamblea de la Asociación General de 1926, en Milwaukee. Fue una gran ocasión, y los delegados allí reunidos manifestaron un profundo fervor. Nunca imaginaron que la obra seguiría inacabada medio siglo después:

"La convicción y esperanza de esta Asamblea de la Asociación permanecerá impregnada de una inusual espiritualidad. Muchos se han sentido impresionados con la seguridad de que ha llegado plenamente el tiempo de que este movimiento avance poderosamente hacia la terminación de la obra." (Carlyle B. Haynes, General Conference Bulletin, 1926, p. 3).

Un escritor cuya sinceridad y fervor no ponemos en duda, opina que la Asamblea de 1926 fue más importante que la de 1888:

"Decididamente opino que sería bueno dar menos importancia a 1888 y más a 1926. De hecho, la Asamblea de la Asociación General de 1926 fue lo que debería haber sido la de 1888, de haber existido mayor unanimidad en cuanto al significado del evangelio." (Norval F.Pease, The Faith That Saves, p. 59).

En la búsqueda de evidencias de que ya hemos aceptado verdaderamente el mensaje del Señor de la justificación por la fe, algunos citan la Asamblea de la Asociación General de 1926 como un ejemplo positivo de "victoria". Los mensajes presentados fueron fervientes y profundamente espirituales. Sin duda, fue una de nuestras mejores asambleas.

Un autor afirma: "Es imposible aportar mayor evidencia de crecimiento espiritual y madurez [desde 1888] que los sermones de 1926" (Pease, obra citada anteriormente). Dicho de otro modo, la mejor evidencia de la aceptación del mensaje de 1888, son los mensajes de la Asamblea de 1926.

Pero ¿qué es lo que encontramos al examinar esos mensajes? ¡Una ausencia casi total de las motivaciones básicas que hicieron del mensaje de 1888 algo único! Sin advertirlo, nuestros hermanos –en 1926– se habían alejado del mensaje que tenía por cometido la terminación de la obra de Dios, y habían sido profundamente influenciados por la ideología de "The Victorious Life", prestada de "los ministros populares". Hay que resaltar que eran hombres entregados, bondadosos, maravillosos y dedicados. Nos gusta pensar así de nuestros antecesores. Pero ¿poseían el "oro"? Dos hechos aclaran la respuesta: (a) Si el mensaje de 1888 comenzó a suplir la necesidad, como E. White había dicho, el mensaje de 1926 carecía del contenido, como prueba el análisis de las motivaciones. (b) Los casi ochenta años pasados desde 1926 hacen caer bajo sospecha la pretensión de que la Asamblea de 1926 fuese una victoria (por contraste con la derrota de 1888)...

Debido a "nuestro" fracaso en recibir el mensaje de 1888 como lo que realmente era, hemos estado leyendo el Espíritu de Profecía con un "velo" ante nuestros ojos, el mismo que tenían los judíos (2 Cor. 3:15). Es el mismo "velo" que tenían los asistentes a la Asamblea de 1888, de quienes dijo E. White: "Os he estado hablando y rogando, pero eso no parece haber significado nada para vosotros" (MS. 9, 1888). Gozaban de la presencia de una profetisa viva entre ellos, y sin embargo eso no significaba nada para ellos. Tenemos sus libros entre nosotros, pero estos también parecen no haber significado nada para nosotros, debido a que hemos aceptado inadvertidamente las ideas de "los predicadores populares" sobre la justificación por la fe, en el lugar de las verdaderas. De hecho, oficialmente no reconocemos distinción alguna entre la doctrina de ellos a ese respecto, y la que Dios nos envió (Movement of Destiny, p. 255-258; 319-321; 616-628).

Hasta tal punto hemos dejado de comprender y apreciar la singularidad de nuestro mensaje de la justicia por la fe, que hemos cambiado el concepto que tenemos sobre nosotros en tanto que "iglesia remanente", y hemos abandonado el concepto de la proclamación del "evangelio eterno" como algo único y prominente. Incluso empezamos a decir que ciertas iglesias populares evangélicas y organizaciones que guardan el domingo y se adhieren a la inmortalidad natural del alma, esas "corrientes envenenadas de Babilonia" [Ev. 183], son parte de la verdadera iglesia remanente, y están proclamando el evangelio eterno al mundo.

Es clara la implicación de que el "evangelio eterno" del mensaje de los tres ángeles ha sido confiado por el cielo a "muchas de las iglesias evangélicas", cuyo "nuevo celo misionero" ha pospuesto significativamente la caída de Babilonia que comenzó hacia el principio del siglo XIX (Gottfried Oosterwal, Mission Possible, p. 32-39). Debemos plantear una pregunta muy seria: ¿Constituye todo ese "nuevo celo misionero" una genuina proclamación del "evangelio eterno" "en verdad"? ¿O bien estamos cegados por un cierto "ángel de luz", con sus "falsas reformas"?

¿Cómo puede ser que quienes se aferran a "las corrientes envenenadas de Babilonia", la inmortalidad natural del alma y la santidad del domingo, y que no comprenden claramente la expiación, den el "evangelio eterno" al mundo? Es cierto que la gran masa del pueblo de Dios está todavía en las iglesias populares, y que son sinceros. Debemos respetarlos y "cooperar" verdaderamente con ellos en todo esfuerzo noble. Pero ¿es la "misión" de nuestra iglesia el ser virtualmente una más en la proclamación de lo que constituye básicamente el mismo evangelio? ¿No hay un mensaje distintivo por el que debamos llamar a esa parte del pueblo de Dios a "salir de ella"?

Nada de lo aquí expresado pretende ser crítico o irrespetuoso hacia nuestros hermanos de los pasados cien años, ni hacia aquellos que han asumido hoy sinceramente que "los ministros populares" comprenden la "misma verdad de la justicia por la fe" que el Señor nos dio en 1888. Nada de lo expresado pretende la búsqueda de defectos en otros. Estamos simplemente considerando el ya conocido mensaje a Laodicea, y hasta qué punto es cierto que necesitamos comprar de nuestro Señor el "oro afinado en fuego".

El mensaje de 1888 constituyó un reavivamiento genuino de la idea original del Nuevo Testamento sobre el ágape, así como de su respuesta complementaria: la fe. Así, el concepto de la justificación por la fe era singular y distinto del mantenido por "los predicadores populares". Liberado al fin de la confusión basada en la idea egocéntrica de la inmortalidad natural del alma, el mensaje de 1888 restableció más claramente las ideas apostólicas. Con la única excepción de Lutero, quien alcanzó esa meta sólo de forma parcial, uno busca prácticamente en vano a lo largo de la historia, para encontrar otro paso adelante similar. La casi totalidad de los reformadores del siglo XIV al XVIII, continuaban esposados a la idea pagana-papal con origen en el Helenismo. Por ejemplo, Calvino y Wesley. Buscaron ese paso hacia adelante, sin encontrarlo realmente nunca.

¿No es todavía tiempo de que esa confusión relativa al amor y la fe se resuelvan por fin en la iglesia remanente?

Hay tal cosa como una conciencia adventista. ¿Reconocerá esa conciencia la necesidad que el Testigo fiel y verdadero dice que tenemos?

Si lo que hemos comprendido y predicado desde 1926, o desde antes, es "la misma verdad" que fue "el principio" de la lluvia tardía y el fuerte clamor de 1888, ¿querría alguien hacer el favor de explicarnos por qué la obra no ha terminado ya, ni la tierra ha sido iluminada con la gloria del cuarto ángel? (Robert J. Wieland- Extracto del libro, "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo" cap, 7)

 

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