Lección nº 8 "El Conflicto: Parábolas de Jesús"


La buena tierra, da su fruto. ¿Cómo vive el que elige oír y entender la Palabra?

"Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la Palabra, y da fruto..." (Mat. 13:23)

Él [Cristo] se dio a sí mismo por nuestros pecados; pero... él no va a tomar nuestros pecados –aunque los llevó todos ellos– sin nuestro permiso... la elección relativa a si prefiero mis pecados más bien que a Cristo es enteramente mía, ¿no es así? Por lo tanto, a partir de ahora ¿habrá alguna vacilación en despedir todo aquello que Dios muestre que es pecado? ¿Lo dejaremos ir, cuando nos sea así manifestado? Cuando se os señale el pecado, decid: "prefiero a Cristo que al pecado". Y echadlo. Decid al Señor: "Señor, hago la elección ahora mismo, acepto el trato, te elijo a ti. ¡Fuera el pecado! Tengo algo muy superior"... ¿Qué necesidad tenemos de desanimarnos, en relación con nuestros pecados?

Eso mismo es lo que han hecho algunos de los hermanos aquí reunidos. Llegaron siendo libres, pero el Espíritu de Dios hizo manifiesto algo no visto hasta entonces. El Espíritu de Dios fue más profundamente que nunca antes y reveló cosas que antes no conocían; y entonces, en lugar de agradecer al Señor que eso fuese así, y desechar todo lo impío, y agradecer al Señor por tener más de él que nunca antes, comenzaron a desanimarse. Dijeron "¡Oh!, ¿que haré?, son tan grandes mis pecados..."

¿Qué preferís? ¿ser llenos de toda la plenitud de Jesucristo? ¿o tener menos que eso, quedar con algunos de vuestros pecados encubiertos, sin que nunca sepáis de ellos?...

¿Cómo se nos podría poner el sello de Dios, que es la marca de su carácter perfecto revelado en nosotros, siendo que aún albergamos pecados? Dios no nos puede poner el sello, el distintivo de su perfecto carácter sobre nosotros, hasta que no lo vea efectivamente así. Y es así como Dios ha profundizado hasta los lugares ocultos de los que ni soñábamos anteriormente, porque nosotros no podemos comprender nuestros corazones... Él limpiará el corazón, y expondrá el último vestigio de impiedad. Permitámosle avanzar, hermanos, permitámosle continuar en esa obra de investigación...

Si el Señor quitase nuestros pecados sin nuestro conocimiento, ¿qué bien nos haría eso? Eso sería simplemente hacernos autómatas...

Somos instrumentos inteligentes, no... máquinas. Somos seres dotados de inteligencia. Dios nos empleará de acuerdo con nuestra propia elección activa. (A.T. Jones, 1893, Bulletin, p. 404, 405).

 

En relación con el trigo, la cizaña, y el terrible zarandeo que los ha de separar, y además sabiendo que no habrá otro movimiento, ni otra iglesia, ya que Apocalipsis sólo habla de siete iglesias, y siete es el número profético de la perfección que indica que Dios terminará su plan dentro del marco de esas siete iglesias, sin necesidad de una octava, nos podríamos preguntar: ¿Cómo manejará Dios todo esto, sin iniciar un nuevo movimiento?

"Tus edificadores vendrán aprisa; tus destruidores y tus asoladores saldrán de ti" (Isa. 49:17)

"Y apartaré de entre vosotros los rebeldes, y los que se rebelaron contra mí: de la tierra de sus destierros los sacaré, y a la tierra de Israel no vendrán; y sabréis que yo soy Jehová" (Eze. 20:38)

Hay una separación en la agenda de Dios. Estad seguros de eso. Pero será diferente a todas las separaciones previas. En el pasado, Dios se ha relacionado con la mezcla de miembros fieles e infieles en su iglesia mediante una "invitación a salir". Los fieles fueron llamados a tomar la iniciativa de separarse de los infieles y comenzar una nueva iglesia. Pero si este ciclo fuera a continuar indefinidamente, el bien nunca triunfaría sobre el mal. En el panorama final ocurre algo enteramente nuevo. En vez de "llamar a los fieles a salir", esta vez la iglesia experimentará un "zarandeo" de los infieles. Hay una gran diferencia entre estos dos métodos de separación.

E.G. White dice: "Debe haber un zarandeo de la criba. La cizaña debe ser separada del trigo... Habrá una separación de nosotros de parte de aquellos que no aprecian la luz ni caminan en ella." (Carta 46, 1887, p. 6)

¿Cómo se llevará a cabo el zarandeo de la iglesia? "La cizaña" (los infieles que están actualmente en la iglesia) será "separada" del "trigo" (los fieles de la iglesia). ¡Los infieles serán los que se separarán de la iglesia; no los fieles!

"Conforme vaya acercándose la tempestad, muchos que profesaron creer en el mensaje del tercer ángel, pero que no fueron santificados por la obediencia a la verdad, abandonarán su fe, e irán a engrosar las filas de la oposición." (El Conflicto, p. 666)

¿Quiénes abandonarán su posición y se unirán a otras filas? –Los infieles.

"Pronto los hijos de Dios serán probados por intensas pruebas, y muchos de aquellos que ahora parecen ser sinceros y fieles resultarán ser vil metal. En vez de ser fortalecidos y confirmados por la oposición, las amenazas y los ultrajes, se pondrán cobardemente del lado de los opositores... El permanecer de pie en defensa de la verdad y la justicia cuando la mayoría nos abandone, el pelear las batallas del Señor cuando los campeones sean pocos, ésta será nuestra prueba. En este tiempo, debemos obtener calor de la frialdad de los demás, valor de su cobardía, y lealtad de su traición." (2 JT, p. 31)

¿Quién abandonará a quién? ¡Los infieles abandonarán a los fieles!

"Puede parecer que la iglesia está por caer, pero no caerá. Ella permanece en pie, mientras los pecadores que hay en Sión son tamizados, mientras la cizaña es separada del trigo precioso. Es una prueba terrible, y sin embargo tiene que ocurrir." (2 MS, p. 436)

¿Caerá la iglesia? ¡No! ¿Quienes serán tamizados? ¡La cizaña!

Aquellos que defienden la separación de la iglesia, ya sea abierta o subrepticiamente, están obrando en directo conflicto con el plan final de Dios para vencer el mal. Piensan que están defendiendo la verdad y pretenden estar realizando la reforma, pero pasan por alto un elemento vital del plan divino. En el episodio final del gran conflicto, la iglesia constituirá un marco en el cual cada miembro tendrá que producir un desarrollo de carácter en preparación para la gran prueba final que probará a cada miembro fiel o infiel.

"Aun cuando en nuestras iglesias, que aseveran creer una verdad avanzada, existen personas defectuosas y erradas, como cizaña entre el trigo, Dios es compasivo y paciente. Él reprende y amonesta a los que yerran, pero no destruye a los que son lerdos en aprender la lección que quiere enseñarles; no desarraiga la cizaña separándola del trigo. La cizaña y el trigo han de crecer juntos hasta la cosecha, cuando el trigo llega a su pleno crecimiento y desarrollo, y debido a las características que presenta en ocasión de la siega, será plenamente distinguido de la cizaña." (TM p. 45 y 46)

El principio sobre el cual Dios está obrando es permitir a los infieles y a los fieles que desarrollen un carácter en estrecha proximidad unos con otros, en la relación de la iglesia. Ambos están involucrados en un proceso de cosecha que culminará cuando el carácter de los fieles sea plenamente distinguido del de los infieles. Las diferencias, los conflictos, las guerras teológicas, prácticamente toda relación, toda prueba y toda tentación que aflija a la iglesia provee una oportunidad para el desarrollo del carácter.

(Ty Gibson, Extracto del cap. 4 de ¿Debemos abandonar el barco?)

 

Una "viña" vestida de justicia para las bodas.

"Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó" (Rom. 8:30)

Se trata de una acción completa. No tenemos por qué tropezar en ello, si recordamos que todo es en Cristo. En él hemos sido ya bendecidos con toda bendición espiritual. Todos los hombres son llamados a aquello que Dios ha preparado para ellos. Pero no "han sido llamados según su propósito" a menos que hayan hecho firme su vocación y elección sometiéndose a su voluntad. Los tales están predestinados a salvarse. Nada en el universo puede impedir la salvación del alma que acepta y confía en el Señor Jesucristo.

Y los tales son justificados. La muerte de Cristo nos reconcilia con Dios. "Él es la propiciación por nuestros pecados: y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo" (1 Juan 2:2). Su muerte asegura perdón y vida a todos. Nada puede impedir su salvación, excepto su propia elección en contra. El hombre debe escapar de la mano de Dios, a fin de perderse.

Así, los que aceptan el sacrificio, son justificados. "Dios demuestra su amor hacia nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Así, siendo que hemos sido justificados por su sangre, con más razón ahora, seremos salvos de la ira. Porque si cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo; mucho más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos por su vida".

"Y a los que justificó, a éstos también glorificó". ¿Acaso no hemos oído en la oración que Cristo hizo por sus discípulos, no solamente por los que estaban con él en el huerto, sino por todos los que creerían por la palabra de ellos, y por lo tanto por nosotros, "la gloria que me diste les he dado"? Pedro dijo que era participante de la gloria que había de ser revelada. Dios no ha dejado nada por hacer. Todo lo que Cristo tiene es nuestro, si lo aceptamos a él. Todo cuanto resta es que sea revelado. "El continuo anhelar de las criaturas espera la manifestación de los hijos de Dios". Cuando Dios pregunte, en relación con su pueblo, "¿Qué más se había de hacer a mi viña, que yo no haya hecho en ella?", ¿osará alguien decir que faltó alguna cosa? (E.J. Waggoner)

 

Como individuos y también como cuerpo, ¿acaso no es ya tiempo de pronunciar las palabras de aquel hijo pródigo diciendo, "Padre, he/hemos pecado contra el cielo y contra ti"?

Para el individuo, el arrepentimiento significa una percepción retrospectiva (volver en sí), un cambio de mente que observa el carácter y la historia personales a la luz del Calvario. Se hace evidente aquello que anteriormente no se percibía. El profundo egoísmo del alma, la corrupción de los motivos, todos ellos son vistos a la luz que brilla desde la cruz.

El arrepentimiento del cuerpo de la iglesia es la misma percepción retrospectiva, pero contemplando la historia denominacional según la perspectiva del Calvario. Lo que antes estaba oculto en la historia, se hace ahora manifiesto. Movimientos y hechos que parecían misteriosos en el momento de producirse, comienzan a verse en su verdadero y más abarcante significado. El Pentecostés define por siempre la gloriosa realidad de ese arrepentimiento. (R.J. Wieland)

 

"Así que ya no eres siervo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo" (Gál. 4:7)

Dios no ha rechazado a la raza humana. Puesto que al primer hombre creado se lo llama "hijo de Dios" (Luc. 3:38), todos los hombres pueden ser igualmente herederos. "Antes que viniese la fe", aunque todos nos apartamos de Dios, "estábamos guardados por la Ley", guardados por un severo vigilante, tenidos en sujeción, a fin de poder ser llevados a aceptar la promesa. ¡Qué bendición, que Dios cuente también a los impíos, a quienes están en la esclavitud del pecado, como a sus hijos; hijos errantes y pródigos, pero hijos al fin y al cabo! Dios ha hecho a todos los hombres "aceptos en el Amado" (Efe. 1:6). El presente tiempo de prueba nos es dado con el propósito de darnos una oportunidad de que lo conozcamos como a nuestro Padre, y que vengamos a serle verdaderos hijos. Pero a menos que nos volvamos a él, moriremos como esclavos del pecado...

El cristiano es un "siervo": un siervo de Dios. Pero sirve de una forma totalmente diferente de aquella en la que el siervo del pecado sirve a Satanás. El carácter del siervo depende del Señor a quien sirve. En este versículo (Gál. 4:7) se emplea "siervo", no refiriéndose al siervo de Dios –que es en realidad hijo–, sino al siervo o esclavo del pecado. Entre el esclavo del pecado y el hijo de Dios, hay una diferencia abismal. El esclavo no puede poseer nada, y carece de dominio sobre sí mismo. Esa es su característica distintiva. Al hijo nacido libre, por el contrario, se le ha dado dominio sobre toda la creación como en el principio, habida cuenta de la victoria obtenida sobre sí mismo. "Mejor es el que tarde se aira que el fuerte; mejor el que domina su espíritu, que el que toma una ciudad" (Prov. 16:32).

Cuando el hijo pródigo vagaba lejos de la casa de su padre, en nada difería de un siervo. Era en verdad un siervo, encargado de las tareas más rutinarias y serviles. Se encontraba en esa condición cuando decidió regresar al viejo hogar, sintiéndose indigno de mejor trato que el de un siervo. Pero el padre lo divisó cuando estaba aún lejos, y corrió a buscarlo, recibiéndolo como a un hijo, y por lo tanto, heredero, a pesar de que hubiera perdido todo derecho a la herencia. De igual manera, nosotros hemos perdido todo derecho a ser llamados hijos, y hemos malgastado la herencia. Sin embargo, en Cristo, Dios nos recibe verdaderamente como a hijos, y nos da los mismos derechos y privilegios que tiene Cristo. Aunque Cristo está ahora en el cielo, a la diestra de Dios, "sobre todo principado, autoridad, poder y señorío, y sobre todo cuanto tiene nombre, no sólo en este siglo, sino aun en el venidero" (Efe. 1:20 y 21), no tiene nada que no comparta con nosotros, porque "Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en pecados, nos dio vida junto con Cristo. Por gracia habéis sido salvos. Y con él nos resucitó y nos sentó en el cielo con Cristo Jesús" (Efe. 2:4-6). Cristo es uno con nosotros en nuestro sufrimiento, a fin de que podamos ser uno con él en su gloria. "Levantó a los humildes" (Luc. 1:52). "Levanta del polvo al pobre, y al menesteroso exalta desde el basural, para sentarlo con los príncipes y darle herencia en un sitio [KJV: trono] de honra" (1 Sam. 2:8). Ningún rey en la tierra posee riquezas ni poder comparables a las del más pobre mortal que conoce al Señor como a su Padre. (E.J. Waggoner)

 

(Selección, D.A.)
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