Lección Nº12 "Visión cinco: Sin salida"


A-1 (domingo)
Rom. 8:1 "Por tanto, ahora no [hay] condenación alguna para los [que están] en Cristo Jesús." (Versión Cantera Iglesias. Ver también, Biblia de Jerusalén y Reina Valera Rev. 1990)

Dios se iba a manifestar en Cristo, "reconciliando el mundo a sí." (2 Cor. 5:19). El hombre se había envilecido tanto por el pecado que le era imposible por sí mismo ponerse en armonía con Aquel cuya naturaleza es bondad y pureza. Pero después de haber redimido al mundo de la condenación de la ley, Cristo podría impartir poder divino al esfuerzo humano. Así, mediante el arrepentimiento ante Dios y la fe en Cristo, los caídos hijos de Adán podrían convertirse nuevamente en "hijos de Dios." (1 Juan 3:2.) (Patriarcas y Profetas, p. 49, EGW)

Desde que pecaron nuestros primeros padres, no ha habido comunicación directa entre Dios y el hombre. El Padre puso el mundo en manos de Cristo para que por su obra mediadora redimiera al hombre y vindicara la autoridad y santidad de la ley divina. Toda comunicación entre el cielo y la raza caída se ha hecho por medio de Cristo. (Id. p. 382)

Mediante Jesús, la misericordia de Dios fue manifestada a los hombres; pero la misericordia no pone a un lado la justicia. La ley revela los atributos del carácter de Dios, y no podía cambiarse una jota o un tilde de ella para ponerla al nivel del hombre en su condición caída. Dios no cambió su ley, pero se sacrificó, en Cristo, por la redención del hombre. "Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo a sí." (2 Cor. 5:19)

La ley requiere justicia, una vida justa, un carácter perfecto; y esto no lo tenía el hombre para darlo. No puede satisfacer los requerimientos de la santa ley de Dios. Pero Cristo, viniendo a la tierra como hombre, vivió una vida santa y desarrolló un carácter perfecto. Ofrece éstos como don gratuito a todos los que quieran recibirlos. Su vida reemplaza la vida de los hombres. Así tienen remisión de los pecados pasados, por la paciencia de Dios. Más que esto, Cristo imparte a los hombres los atributos de Dios. Edifica el carácter humano a la semejanza del carácter divino y produce una hermosa obra espiritualmente fuerte y bella. Así la misma justicia de la ley se cumple en el que cree en Cristo. Dios puede ser "justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús." (Rom. 3:26)

El amor de Dios ha sido expresado en su justicia no menos que en su misericordia. La justicia es el fundamento de su trono y el fruto de su amor. (El Deseado, p. 710,711, EGW)

A-2
La muerte expiatoria de Cristo, la verdad de que murió en lugar de los pecadores, está más allá de toda duda, como podría indicarlo la conjunción castellana "si"... (se cita 2 Cor. 5:14). Cristo se convirtió en cabeza de la raza humana cuando tomó el lugar de Adán (1 Cor. 15:22,45), y murió en la cruz como su representante. De modo que, en cierto sentido, al morir Cristo, murió con él toda la raza humana. Como representaba a todos los hombres, su muerte equivalió a la muerte de todos (1 Ped. 3:18; 1 Juan 2:2; 4:10 ; 1 Tim.4:10.) En él murieron todos los seres humanos; pagó completamente todas las demandas de la ley (Juan 3:16; Rom. 6:23). Su muerte fue suficiente para pagar el castigo por todos los pecados. Sin embargo, esto no significa salvación universal pues cada pecador debe aceptar individualmente la expiación que le proporciona el Salvador a fin de que pueda ser eficaz para su caso personal (ver com. Juan 1:9-12; 3:16-19). Por otra parte, no hay ninguna base bíblica para limitar la palabra "todos" a una supuesta minoría de elegidos mientras que el resto de la humanidad quedaría excluida de tener acceso a la gracia salvadora de la cruz, y por lo tanto predestinada a la perdición (ver com. Juan 3:16-21; Efe. 1:4-6) (C.B.A. T. 6, p. 863)

B-1 (lunes)
Isa. 35:4 "Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis; he aquí que vuestro Dios viene con retribución, con pago; Dios mismo vendrá, y os salvará"

La paciencia de Dios hacia los impíos envalentona a los hombres en la transgresión; pero el hecho de que su castigo se demore no lo hará menos seguro ni menos terrible... Aunque no se deleita en la venganza, ejecutará su juicio contra los transgresores de su ley. Se ve forzado a ello, para salvar a los habitantes de la tierra de la depravación y la ruina total. Para salvar a algunos, debe eliminar a los que se han empedernido en el pecado...

Mediante terribles actos de justicia vindicará la autoridad de su ley pisoteada. El mismo hecho de que le repugna ejecutar la justicia, atestigua la enormidad de los pecados que exigen sus juicios, y la severidad de la retribución que espera al transgresor. (Patriarcas y Profetas, p. 680 -EGW)

Dios permite que los malvados prosperen y manifiesten su enemistad contra él, para que cuando hayan llenado la medida de su iniquidad, todos puedan ver la justicia y la misericordia de Dios en la completa destrucción de aquellos. Pronto llega el día de la venganza del Señor, cuando todos los que hayan transgredido su ley y oprimido a su pueblo recibirán la justa recompensa de sus actos; cuando todo acto de crueldad o de injusticia contra los fieles de Dios será castigado como si hubiera sido hecho contra Cristo mismo. (El conflicto, p. 52 - EGW)

Aunque Dios es riguroso para notar la iniquidad y castigar la transgresión, no se complace en la venganza. La obra de la destrucción es una "extraña obra" (Isa. 28:21) para el que es infinito en amor. (Patriarcas y Profetas, p. 133 - EGW)

Mucho mejor sería para nosotros sufrir bajo una falsa acusación que infligirnos la tortura de vengarnos de nuestros enemigos. El espíritu de odio y venganza tuvo su origen en Satanás, y sólo puede reportar mal a quien lo abrigue. La humildad del corazón, esa mansedumbre resultante de vivir en Cristo, es el verdadero secreto de la bendición. "Hermoseará a los humildes con la salvación".

Los mansos "recibirán la tierra por heredad". Por el deseo de exaltación propia entró el pecado en el mundo, y nuestros primeros padres perdieron el dominio sobre esta hermosa tierra, su reino. Por la abnegación, Cristo redime lo que se había perdido. Y nos dice que debemos vencer como él venció. Por la humildad y la sumisión del yo podemos llegar a ser coherederos con él cuando los mansos "heredarán la tierra". (El discurso maestro de Jesucristo, p. 19,20, EGW)

B-2
Cómo tratar a los perseguidores.– "Bendecid a los que os persiguen: bendecid, y no maldigáis". Maldecir no implica necesariamente el empleo de lenguaje profano: significa hablar maldad. Es lo opuesto a bendecir, que significa hablar bien de algo o alguien. En ocasiones los hombres persiguen de acuerdo con la ley, y otras veces sin ningún apoyo legal; pero sea que nos persigan "legalmente", o bien se trate de la desenfrenada violencia de las masas, no debemos proferir palabra áspera alguna contra los que así proceden. Al contrario, debemos hablar el bien.

Es imposible hacerlo sin el Espíritu de Cristo, quien oró por los que lo entregaban y asesinaban, y quien "no se atrevió a usar de juicio de maldición" contra el mismo diablo (Judas 9). Manifestar desdén hacia los que nos persiguen, no está de acuerdo con la instrucción dada por Dios. (Carta a los Romanos, p.106, cap. 12, E. J. Waggoner)

Se cita Romanos 1:10. Pablo oraba fervientemente para poder tener un próspero viaje de visita a Roma, por la voluntad de Dios. Si lees el capítulo veintisiete de los Hechos, verás el tipo de viaje que tuvo. Aparentemente podríamos aplicar cualquier calificativo a ese viaje, excepto el de "próspero". Sin embargo no oímos ni una sola queja de Pablo, y ¿quién ha dicho que no fuese un próspero viaje? "Sabemos que a los que a Dios aman, todas las cosas les ayudan a bien", por lo tanto debió ser realmente un viaje próspero. Es bueno que tomemos esas cosas en cuenta.

Estamos muy inclinados a considerar las cosas desde un ángulo equivocado. Cuando aprendamos a verlas como Dios las ve, nos daremos cuenta de que aquello que habíamos percibido como desastroso es en realidad próspero. ¡Cuantos lamentos podríamos evitar si recordásemos siempre que Dios sabe mucho mejor que nosotros cómo contestar nuestras oraciones! (Id. p. 5,6, cap. 1)

C-1 (martes)
Mat. 13:45 y 46 "...El reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró."

Luc. 15:4 "¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?

La parábola del tratante que busca buenas perlas tiene un doble significado: se aplica no solamente a los hombres que buscan el reino de los cielos, sino también a Cristo, que busca su herencia perdida. Cristo, el comerciante celestial, que busca buenas perlas, vio en la humanidad extraviada la perla de gran precio. En el hombre, engañado y arruinado por el pecado, vio las posibilidades de la redención. Los corazones que han sido el campo de batalla del conflicto con Satanás, y que han sido rescatados por el poder del amor, son más preciosos para el Redentor que aquellos que nunca cayeron. Dios dirigió su mirada a la humanidad no como a algo vil y sin mérito, la miró en Cristo, y la vio como podría llegar a ser por medio del amor redentor. Reunió todas las riquezas del universo, y las entregó para comprar la perla. Y Jesús, habiéndole encontrado, la vuelve a engastar en su propia diadema. "Serán engrandecidos en su tierra como piedras de corona". "Y serán míos, dijo Jehová de los ejércitos, en el día que yo tengo de hacer tesoro." (Zac. 9:16; Mal. 3:17) (Palabras de vida del Gran Maestro, p. 90, EGW)

C-2
Nuestro amor humano contiene la noción pagana, está entrelazada en nosotros, y muchos cristianos la tienen todavía, de que Dios está escondido en alguna parte, y es nuestra tarea el esforzarnos en buscarlo para encontrarlo. Es como tener que ir en busca del médico para que nos visite. Nunca he conocido un médico que vaya por las casas con su maletín, preguntando "¿hay alguien enfermo por ahí?" Al contrario, hay que ir a buscarlo, y esperar y esperar hasta que finalmente esté a nuestra disposición. Así piensa mucha gente de Dios: que se está intentando esconder en alguna parte, y solamente aquellos que son más perseverantes y determinados pueden finalmente encontrarlo. Es la noción pagana. Pero el hecho es, amigos, que el agape revela un Dios que está a la búsqueda del hombre. Podéis leer vuestras Biblias de principio a fin: no encontraréis ninguna parábola de una oveja perdida que tenga que ir en búsqueda de su pastor. Pero encontraréis una parábola del buen Pastor que va a la búsqueda de su oveja perdida. Vuestra salvación no depende de que vosotros busquéis al Señor. Depende de vuestra fe en que el Señor os está buscando, y os encuentra. Dicho de otra manera: Nuestra salvación no depende de que iniciemos una relación con Cristo, sino que depende de nuestra respuesta a la relación que él inició ya con nosotros. (Robert J. Wieland)

D-1 (miércoles)
Rom. 11:36 "Porque de él, y gracias a él, y para él, son todas las cosas."

[Dios es el creador de nuestra fe, que es la respuesta a su gran amor manifestado al salvar al hombre. Su fe obrando en nosotros, destruye el pecado]

De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito’. Mediante este don único, todos los demás se imparten a los hombres. Diariamente todo el mundo recibe las bendiciones de Dios. Cada gota de lluvia, cada rayo de luz prodigados sobre la humanidad ingrata, cada hoja, flor y fruto, testifican de la tolerancia de Dios y de su gran amor... No podemos traer a Dios nada que no sea suyo... Todas las bendiciones de esta vida y de la vida venidera nos son entregadas con el sello de la cruz del Calvario. (Palabras de vida del Gran Maestro, p. 243,296, EGW)

Puedes decir que crees en Jesús cuando tienes una apreciación del coste de la salvación. Puedes pretender tal cosa cuando sientes que Jesús murió por ti en la cruel cruz del Calvario; cuando tu fe comprende de una forma inteligente que su muerte hace posible para ti el que ceses de pecar, y perfecciones un carácter justo por la gracia de Dios, que se te otorga como la compra de la sangre de Cristo. (Review & Herald, 24 julio 1888).

D-2
La fe que Dios otorga al hombre es la que señala Apocalipsis 14:12: "Aquí está la paciencia de los santos; aquí están los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús". No es simplemente que Dios dé la fe a los santos: Además, de igual forma que sucede con los mandamientos, los santos guardan la fe, mientras que el resto no lo hace. La fe que guardan es la fe de Jesús. Es su fe, dada al hombre (Nota: "he guardado la fe…", en 2 Tim. 4:7).

La fe se da a todo hombre. Se exhorta a todo hombre a pensar sobriamente de sí, ya que a todo hombre le ha sido dada una medida de fe. Muchos creen que su constitución es tal, que para ellos resulta imposible creer. Craso error. La fe es algo tan fácil y natural como lo es el respirar. Es la herencia común de todo hombre, y aquello en lo que todos están en igualdad. Es tan natural creer para el hijo de un infiel, como lo es para el hijo de un santo. Es solamente erigiendo una barrera de orgullo ante sí (Sal. 73:6) como puede alguien encontrar difícil el creer. Y aún en tal caso, creerá; ya que cuando el hombre no cree en Dios, cree en Satanás. Cuando no cree la verdad, engulle ávidamente toda clase de ignominiosas falsedades.

Hemos visto que la fe se le da a todo hombre. Lo demuestra el hecho de que la salvación se ofrece a todos los hombres: es puesta al alcance de cada uno de ellos; y la salvación es solamente por la fe. Si Dios no hubiese dado fe a todo hombre, no habría puesto la salvación al alcance de todos.

La siguiente pregunta es, ¿en qué medida ha dado Dios la fe a todo hombre? Encontramos la contestación en lo que acabamos de aprender: la fe que Él da, es la fe de Jesús. Recibimos la fe de Jesús en el don de Jesús mismo, y Jesús se ha dado plenamente a todo hombre. Él gustó la muerte por todos (Heb. 2:9). "A cada uno de nosotros es dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo" (Efe. 4:7). Cristo no está troceado; por lo tanto, a todo hombre es dada la plenitud de Cristo, y la plenitud de la fe de Él. Esa es la única medida existente. (Ellet J. Waggoner Carta a los Romanos, p. 105)

E-1 (jueves)
Gál. 1:6 y 7 "Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo."

El hombre finito está propenso a juzgar mal el carácter, pero Dios no confía la obra de juzgar y hacer un pronunciamiento sobre el carácter a aquellos que no están capacitados para ello. Nosotros no hemos de decir qué constituye el trigo, y qué constituye la cizaña. El tiempo de la siega determinará plenamente el carácter de las dos clases especificadas bajo el símbolo de la cizaña y el trigo. La obra de separación es dada a los ángeles de Dios; no se la encomienda a las manos de algún hombre. (Testimonios para los ministros, p.47- EGW)

Pregunté cuál era el significado del zarandeo que yo había visto, y se me mostró que lo motivaría el directo testimonio que exige el consejo del Testigo fiel a la iglesia de Laodicea. Tendrá este consejo efecto en el corazón de quien lo reciba y le inducirá a ensalzar la norma y expresar claramente la verdad. Algunos no soportarán este testimonio directo, sino que se levantarán contra él. Esto es lo que causará un zarandeo en el pueblo de Dios. (Joyas de los Testimonios, T.1, p. 61, EGW)

E-2
¿Has pensado en que bien puede haber ya en este tiempo almas sinceras sentadas en bancos de la iglesia a poca distancia de ti, experimentando precisamente la experiencia señalada en Ezequiel 9:4, "que gimen y claman a causa de todas las abominaciones que se cometen en [Jerusalén]"? Son sólo ellos quienes van a recibir finalmente la "señal", el "sello de Dios". Un ángel recibe la orden de matar a todos los que NO "gimen y claman", empezando "desde mi santuario". Palabras duras, pero verdaderas. Todos los demás reciben finalmente la marca de la bestia. ¡No hay una tercera marca!

El pasaje de Ezequiel no está para que nadie piense de algún otro: "Retírate. No te acerques, que soy más santo que tú" (Isa. 65:5). Los que gimen y claman negativamente resultan atrapados en el cepo de su propia justicia, pero los que lo hacen positivamente reconocen que ellos no son mejores que ningún otro por naturaleza. No tienen ninguna bondad de la cual jactarse. Sus corazones (y a veces también sus ojos) se funden ante el amor de Cristo y ante el reconocimiento de deberle el 100% de todo. El gemir y clamar positivamente en humilde contrición bendice a otros, tiene por motivación el honor de Cristo, y no el interés personal por "salvarse", el temor a la perdición o el deseo de recompensa (motivaciones que para nada honran al Salvador). Si le prestas atención, son BUENAS NUEVAS. (R.J. Wieland-L.B.)

(Selección, D.A.)