Lección Nº11 "Visión cuatro: Fruta de verano"


A-1 (domingo)
Juan 16:13 "Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad..."

El hombre, el hombre caído, puede ser transformado por la renovación de la mente, de modo que pueda comprobar "cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta". ¿Cómo comprueba esto? Por el Espíritu Santo que toma posesión de su mente, espíritu, corazón y carácter. ¿Dónde se hace esta comprobación? "Hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres". Una verdadera obra es llevada a cabo por el Espíritu Santo en el carácter humano, y se ven sus frutos.

Así como un buen árbol dará buenos frutos, así el árbol que realmente es plantado en el huerto del Señor producirá buenos frutos para vida eterna. Los pecados que nos rodean son vencidos; no se permiten en la mente malos pensamientos; los malos hábitos son eliminados del templo del alma. Las tendencias que se han torcido en una dirección equivocada, vuelven a encaminarse por el sendero correcto. Se cambian las disposiciones y sentimientos equivocados; se reciben nuevos principios de acción y hay una nueva norma de carácter. Disposiciones santas y emociones santificadas son el fruto que da ahora el árbol cristiano. Se ha efectuado una transformación completa. Esta es la obra que debe realizarse.

Comprendemos por experiencia que por nuestra propia fuerza humana no tienen valor las resoluciones y los propósitos. ¿Debemos, pues, abandonar nuestros esfuerzos decididos? No; aunque nuestra experiencia testifique que es imposible que hagamos esta obra por nosotros mismos, la ayuda depende de Aquel que es poderoso para hacerla por nosotros. Pero la única forma en que podemos conseguir la ayuda de Dios es poniéndonos completamente en sus manos, y confiando en que él obre por nosotros. Cuando nos aferramos a él por fe, él hace la obra. El creyente sólo puede confiar. A medida que Dios obra, podemos obrar confiando en él y haciendo su voluntad (MS la, 1890, EGW)

A-2
Se cita Gálatas 5:17. El Espíritu de Dios en su plenitud, otorgado ampliamente a todo creyente, combate contra la carne, de manera que en aquel que es guiado por el Espíritu de Dios, la carne no puede hacer las cosas que querría. El Espíritu es en él el poder controlador, produciendo en la vida "el fruto del Espíritu", no "las obras de la carne".

Y aunque sea cierto "que los que hacen tales cosas" como las especificadas en la lista de las obras de la carne "no heredarán el reino de Dios" (Gál. 5:19-21); mediante el don del Espíritu Santo, por la gracia de Cristo, Dios hizo completa provisión a fin de que toda alma, a pesar de todas sus pasiones, concupiscencias, deseos e inclinaciones de la carne, pueda heredar el reino de Dios...

En Cristo Jesús, está al alcance de toda alma esa victoria, en su plenitud. Se la recibe por la fe en Jesús. Se cumple y mantiene por "la fe de Jesús", que Él perfeccionó y que da a todo el que en Él cree. "Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe"...

El evangelio es "Cristo en vosotros, la esperanza de gloria", –Cristo en ti, tal como eres, pecados y pecaminosidad incluidos; ya que se dio a sí mismo por nuestros pecados, y por nuestra pecaminosidad. Cristo te compró tal como eres, y Dios te hizo acepto en el Amado. Te ha recibido tal como eres, y el evangelio –Cristo en ti, la esperanza de gloria– te pone bajo el reino de la gracia de Dios y, por su Espíritu, te sujeta de tal manera al poder de Cristo y de Dios, que aparece en ti "el fruto del espíritu", no "las obras de la carne". (R&H 2 octubre, 1900, A.T.Jones, Lecciones sobre la Fe, cap. 25, Gál. 5:22-26)

B-1(martes)
Isa. 4:1 "Echarán mano de un hombre siete mujeres en aquel tiempo, diciendo: Nosotras comeremos de nuestro pan, y nos vestiremos de nuestras ropas; solamente permítenos llevar tu nombre, quita nuestro oprobio."

Es el Espíritu de Dios el que aviva las facultades del alma amortecidas, para que aprecien las cosas celestiales, y el que atrae los afectos hacia Dios y la verdad. Sin la presencia de Jesús en el corazón, los servicios religiosos no son más que un formalismo muerto y frío. El ferviente deseo de estar en comunión con Dios cesa cuando el Espíritu Santo es contristado; pero cuando Cristo está en nosotros como la esperanza de gloria, somos inducidos constantemente a pensar y obrar con referencia a la gloria de Dios. (A fin de conocerle, 6 julio,  EGW)

Nuestro Señor advirtió anticipadamente a su pueblo que la iniquidad abundaría en los días finales, y que ejercería una influencia paralizadora sobre la verdadera piedad. La maldad se ve, se oye y se siente a nuestro alrededor. Parece que penetra la misma atmósfera y afecta la fe y el amor del profeso pueblo de Dios. Es difícil mantener la integridad cristiana. El hecho es que muchas de las cosas corrientes de nuestros días que ocurren en el cristianismo se deben a la ausencia de persecución. Cuando venga la prueba de las fieras persecuciones, una gran proporción de los que profesan la fe mostrarán que su religión no era más que un vacío formalismo... (A fin de conocerle, 12 diciembre, EGW)

B-2
El espíritu maligno del funesto formalismo se ha extendido... Aflige hoy por igual a toda profesión de cristianismo, en todo lugar. La profesión de cristianismo del mensaje del tercer ángel tampoco ha escapado totalmente. Vendrá a ser el mal prevaleciente en los últimos días, hasta la misma venida del Señor en gloria, en las nubes de los cielos...

Esa tan extendida forma de piedad desprovista de su poder, y que incluso lo niega, es el funesto formalismo contra el que tenemos que luchar la buena batalla de la fe. La fe viva que trae al mundo el mensaje del tercer ángel, tiene por fin el salvarnos de ser engullidos en esa marea mundial de formalismo mortífero.

Ahora, en lo que respecta a ti personalmente, ¿tienes un formalismo mortal, o una fe viviente? ¿Tienes la forma de la piedad sin su poder?, ¿o tienes, mediante una fe viviente, la presencia y el poder del Salvador viviendo en el corazón, dando divino significado, vida y gozo a todas las formas de adoración y servicio que Cristo estableció; y obrando las obras de Dios y manifestando los frutos del Espíritu en la totalidad de la vida?

Excepto como un medio de encontrar al Salvador viviente –Cristo, en la Palabra, y la fe viva de Él–, hasta esa misma Palabra podría venir a resultar hoy en un mortal formalismo, lo mismo que fue en lo antiguo cuando Él estuvo en la tierra. Les dijo entonces, "Escudriñad las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí. Y no queréis venir a mí, para que tengáis vida" (Juan 5:39,40).

Ellos pensaban encontrar la vida eterna en las Escrituras sin Cristo, esto es, cumpliéndolas ellos mismos. Pero está escrito "que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo", cuando encontramos a Cristo en las Escrituras. No en la letra de las Escrituras sin Cristo, porque ellas son las que dan testimonio de Él. Ese es justamente el propósito de las Escrituras. Por lo tanto, "el que tiene al Hijo, tiene la vida: el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida" (1 Juan 5:11,12). (A.T. Jones,  Lecciones sobre la fe, p. 97-99)

C-1 (martes)
Dan. 9:24 "...terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los Santos."


¿QUÉ ESTÁ HACIENDO JESÚS AHORA CON MI PECADO ?

Una vez al año, en el gran día de la expiación, el sacerdote entraba en el lugar santísimo para purificar el santuario... Toda la ceremonia estaba destinada a inculcar en los israelitas una idea de la santidad de Dios y de su odio al pecado; y además hacerles ver que no podían ponerse en contacto con el pecado sin contaminarse. Se requería de todos que afligieran sus almas mientras se celebraba el rito de la expiación. Toda ocupación debía dejarse a un lado, y toda la congregación de Israel debía pasar el día en solemne humillación ante Dios, con oración, ayuno y examen profundo del corazón.

El ceremonial simbólico enseña importantes verdades respecto a la expiación. Se aceptaba un sustituto en lugar del pecador; pero la sangre de la víctima no borraba el pecado. Sólo proveía un medio para transferirlo al santuario. Con la ofrenda de la sangre, el pecador reconocía la autoridad de la ley, confesaba su culpa, y expresaba su deseo de ser perdonado mediante la fe en un Redentor que había de venir; pero no estaba aún enteramente libre de la condenación de la ley. El día de la expiación, el sumo sacerdote, después de haber tomado una víctima ofrecida por la congregación, iba al lugar santísimo con la sangre de dicha víctima y rociaba con ella el propiciatorio, por encima de la misma ley, para satisfacer sus exigencias. Luego, en calidad de mediador, tomaba los pecados sobre sí y los sacaba del santuario. Al poner sus manos sobre la cabeza del segundo macho cabrío, confesaba sobre él todos esos pecados, transfiriéndolos así figurativamente del sacerdote al macho cabrío emisario. Éste los llevaba luego lejos y se consideraba que los pecados habían sido eliminados del pueblo para siempre...

Este es el servicio que empezó cuando terminaron los 2.300 días. Entonces, así como lo había anunciado Daniel el profeta, nuestro Sumo Sacerdote entró en el lugar santísimo para cumplir la última parte de su solemne obra: La purificación del santuario.

Así como en la antigüedad los pecados del pueblo eran puestos por fe sobre la víctima ofrecida, y por medio de la sangre de ésta se transferían figurativamente al santuario terrenal, así también, en el nuevo pacto, los pecados de los que se arrepienten son puestos por fe sobre Cristo, y transferidos, de hecho, al santuario celestial. Y así como la purificación simbólica de lo terrenal se efectuaba eliminando los pecados con los cuales había sido contaminado, así también la purificación real de lo celestial debe efectuarse eliminando o borrando los pecados registrados en el cielo. Pero antes que esto pueda cumplirse deben examinarse los registros para determinar quiénes son los que, por su arrepentimiento del pecado y su fe en Cristo, tienen derecho a los beneficios de la expiación llevada a cabo por él. La purificación del santuario implica, por lo tanto, una obra de investigación, una obra de juicio. Esta obra debe realizarse antes que venga Cristo para redimir a su pueblo, pues cuando venga, "traerá con él su galardón, para otorgar la recompensa a cada uno según haya sido su obra". (Apoc. 22:12) (Cristo en su santuario, p.106-110,  EGW)

El profeta dice: "Pero quién es capaz de soportar el día de su advenimiento? ¿y quién podrá estar en pie cuando él apareciera? porque será como el fuego del acrisolador, y como el jabón de los bataneros; pues que se sentará como acrisolador y purificador de la plata; y purificará a los hijos de Leví; y los afinará como el oro y la plata, para que presenten a Jehová ofrenda en justicia" (Mal. 3:2,3, VM). Los que vivan en la tierra cuando cese la intercesión de Cristo en el santuario celestial deberán estar en pie en la presencia del Dios santo, sin mediador. Sus vestiduras deberán estar sin mácula; sus caracteres, purificados de todo pecado por la sangre de la aspersión. Por la gracia de Dios que dio eficacia a sus diligentes esfuerzos, deberán ser vencedores en la lucha con el mal. Mientras prosigue el juicio investigador en el cielo, mientras se eliminan del santuario los pecados de los creyentes arrepentidos, debe llevarse a cabo una obra especial de purificación, de liberación del pecado, entre el pueblo de Dios en la tierra. Esta obra se presenta con mayor claridad en los mensajes del capítulo 14 de Apocalipsis.

Cuando esta obra se haya consumado, los discípulos de Cristo estarán listos para su venida: "Entonces la ofrenda de Judá y de Jerusalén será grata a Jehová, como en los días de la antigüedad, y como en los años de remotos tiempos" (Mal. 3:4, VM). Entonces la iglesia que nuestro Señor recibirá para sí será una "iglesia gloriosa, no teniendo mancha, ni arruga, ni otra cosa semejante" (Efe. 5:27, VM). Entonces ella aparecerá "como el alba; hermosa como la luna, esclarecida como el sol, imponente como ejército con banderas tremolantes" (Cant. 6:10, VM). (Id. 114)

C-2
[En los servicios del Antiguo Testamento] la purificación del santuario afectaba e incluía al pueblo tan ciertamente como al santuario mismo. Cualquiera de entre el pueblo que no participase en la purificación del santuario, y dejase así de ser purificado de toda iniquidad, transgresión y pecado a la par que el santuario, era irrevocablemente cortado del pueblo (Lev. 16:15-19, 29-34; 23:27-32)…

Se revela con claridad en qué consistía esa purificación. …El gran objeto del Señor en ese tiempo, tanto para los judíos como para los gentiles. Las setenta semanas, o 490 años delimitados para los judíos y Jerusalem, se afirma que son "para acabar la prevaricación, poner fin al pecado, expiar la iniquidad, traer la justicia de los siglos, sellar la visión y la profecía…" (Dan. 9:24).

Tal es el verdadero propósito de Dios en el santuario y sus servicios, en todo tiempo: sea en el simbólico o en el real, sea para los judíos o para los gentiles, así en la tierra como en el cielo…

Cristo mismo vino en persona a mostrarles el camino y a conducirlos por él. Pero no lo quisieron. En lugar de ver en Él al Ser lleno de gracia que acabaría la prevaricación, pondría fin al pecado, haría reconciliación por la iniquidad y traería la justicia perdurable a cada alma, sólo pudieron ver a "Belcebú, príncipe de los demonios"… La nación a la que se dio el reino de Dios, tras el rechazo de los judíos, fue la de los gentiles. Y lo que se debió haber cumplido para los judíos en los 490 años a ellos asignados, pero que de ninguna forma permitieron que se realizara, eso es exactamente lo mismo que debe ser hecho por los gentiles, a quienes es dado el reino de Dios, en los 1810 años que les corresponden, y esa obra consiste en "acabar la prevaricación, poner fin al pecado, expiar la iniquidad, traer la justicia de los siglos…"

La consumación del misterio de Dios es la culminación de la obra del evangelio, y la culminación de la obra del evangelio es, primeramente, quitar todo vestigio de pecado y traer la justicia perdurable –Cristo formado completamente en el interior de cada creyente, Dios sólo manifestado en la carne de cada creyente en Jesús…

Por lo tanto, la primera obra con la que comenzaba la purificación del santuario era la purificación del pueblo. Eso era preliminar y esencial para la purificación del propio santuario, para acabar la prevaricación, poner fin al pecado, expiar la iniquidad, traer la justicia de los siglos… al corazón y a la vida de cada uno de los creyentes. Cuando la corriente que fluía hacia el santuario se paraba desde su misma fuente, entonces, y sólo entonces, podía el santuario mismo ser purificado de los pecados y transgresiones que –mediante la intercesión de los sacerdotes– se habían introducido en el santuario, procedentes del pueblo…

Por lo tanto, mediante esto se nos enseña claramente que el servicio de nuestro gran Sumo Sacerdote en la purificación del verdadero santuario debe ir precedida por la purificación de cada uno de los creyentes, de todos los que tomen parte en ese servicio del verdadero Sumo Sacerdote en el verdadero santuario. (Alonzo T. Jones)

D-1 (miércoles)
Al considerar el día de Dios en santa visión, los antiguos profetas exclamaron: "Aullad, porque cerca está el día de Jehová; vendrá como asolamiento del Todopoderoso." "Métete en la piedra, escóndete en el polvo, de la presencia espantosa de Jehová y del resplandor de su majestad. La altivez de los ojos del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y Jehová solo será ensalzado en aquel día. Porque día de Jehová de los ejércitos vendrá sobre todo soberbio y altivo, y sobre todo ensalzado; y será abatido." "Aquel día arrojará el hombre, a los topos y murciélagos, sus ídolos de plata y sus ídolos de oro, que le hicieron para que adorase; y se entrarán en las hendiduras de las rocas y en las cavernas de las peñas, por la presencia formidable de Jehová, y por el resplandor de su majestad, cuando se levantare para herir la tierra." (Isa. 13:6; 2:10-12; 2:20, 21)

Es imposible describir el horror y la desesperación de aquellos que pisotearon los santos preceptos de Dios. El Señor les había dado su ley con la cual hubieran podido comparar su carácter y ver sus defectos mientras que había aún oportunidad para arrepentirse y reformarse; pero con el afán de asegurarse el favor del mundo, pusieron a un lado los preceptos de la ley y enseñaron a otros a transgredirlos. Se empeñaron en obligar al pueblo de Dios a que profanase su sábado. Ahora los condena aquella misma ley que despreciaran. Ya echan de ver que no tienen disculpa. Eligieron a quién querían servir y adorar. "Entonces vosotros volveréis, y echaréis de ver la diferencia que hay entre el justo y el injusto; entre aquel que sirve a Dios, y aquel que no le sirve." (Mal. 3:18, V.M.)

Los enemigos de la ley de Dios, desde los ministros hasta el más insignificante entre ellos, adquieren un nuevo concepto de lo que es la verdad y el deber. Reconocen demasiado tarde que el día de reposo del cuarto mandamiento es el sello del Dios vivo... Se dan cuenta de que han estado luchando contra Dios. Los maestros de la religión condujeron las almas a la perdición mientras profesaban guiarlas hacia las puertas del paraíso. No se sabrá antes del día del juicio final cuán grande es la responsabilidad de los que desempeñan un cargo sagrado, y cuán terribles son los resultados de su infidelidad. Sólo en la eternidad podrá apreciarse debidamente la pérdida de una sola alma. Terrible será la suerte de aquel a quien Dios diga: Apártate, mal servidor. (Conflicto de los siglos, p. 697,698, EGW)

D-2
¿Qué tal éxito tiene Dios al reclutar soldados para su obra? ¿Quién está dispuesto a entregar su vida en una disciplinada carrera de servicio a Jesús, siguiéndole en la negación del yo? ¿Quién está dispuesto a seguir a Pablo y a los otros apóstoles, considerando como "estiércol" todas las cosas que el mundo ofrece y aprecia, a fin de tomar la cruz cada día y seguir a Cristo en una vida como la suya? Hoy es más fuerte que nunca la tentación a vivir para uno mismo. El razonamiento resulta especialmente atractivo para los miembros de iglesia: 'Gana todo el dinero que puedas. Eso sí, guarda el sábado y ve a la iglesia (en los cinco o seis días restantes puedes ganar todo el dinero necesario para comprar casi cualquier cosa que tu corazón desee). No olvides los diezmos y ofrendas. Y con ello habrás cumplido las condiciones para ser un cristiano. En el caso de que tu conciencia te molestara todavía, puedes dedicar una o dos semanas a ayudar en la edificación de una iglesia o escuela en algún lugar del tercer mundo. Y luego, eso sí, tómate unas saludables vacaciones misioneras, que bastante has hecho.

Lo cierto es que hoy estamos viviendo en Sodoma y Gomorra, cuyos habitantes "gozaban" de "soberbia, hartura de pan y abundancia de ociosidad" (Eze. 16:49). Esa es la forma en la que la Biblia se refiere a nuestro "estado del bienestar". Ese olvido de Dios resultó en depravación. La plétora de objetos a comprar y de formas de divertirse, no tiene precedentes en la historia de este mundo. Sólo es comparable a los días previos al diluvio de Noé. Sus contemporáneos se sorprendían ante ese hombre que dedicaba su tiempo y esfuerzos a construir una embarcación sobre la tierra seca, mientras que todos los demás disfrutaban entregados a la ganancia de dinero y a las diversiones (Mat. 24:37 y 38)...

Podemos estar gozando de la mayor paz y prosperidad aparentes que este mundo haya conocido ¡desde los días de Noé!, pero como sucedió a la antigua Roma, la filosofía del circo y la abundancia puede ser el presagio de la ruina... Mi joven amigo y amiga, recuerda Jeremías 45:5: "¿Quieres pedir para ti algo extraordinario? Pues no lo pidas, porque voy a enviar calamidades sobre toda la humanidad. Pero al menos permitiré que conserves tu vida dondequiera que vayas. Yo, el Señor, lo afirmo" (Versión 'Dios Habla Hoy').

Imagina que estás en la cubierta del Titanic, el barco que lo tiene todo, pero que, como este mundo, se hunde apresuradamente. Olvida las fiestas, la sala de baile, la sala de 'disco' y el resto de las salas. Es el momento de ir al bote salvavidas, y también de intentar llevar allí a alguien más contigo. Hoy son Buenas Nuevas. Mañana puede ser demasiado tarde. (R.J. Wieland)

E-1 (jueves)
Deut. 18:21, 18-19, 22 "Y si dijeres en tu corazón: ¿Cómo conoceremos la palabra que Jehová no ha hablado?"
"Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare. Mas cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta."
"Si el profeta hablare en nombre de Jehová, y no se cumpliere lo que dijo, ni aconteciere, es palabra que Jehová no ha hablado; con presunción la habló el tal profeta; no tengas temor de él."

Algunos que se presentan en el púlpito hacen que los mensajeros celestiales que se hallan en el auditorio se avergüencen. El precioso Evangelio, que ha costado tanto traer al mundo, es maltratado... Todo el que ministra a la gente debe sentir que tiene el solemne deber de examinarse a sí mismo. Debe entregarse primeramente él mismo al Señor en una completa renuncia propia, determinado a no tener nada del yo, sino la totalidad de Jesús.

La palabra del predicador de la luz, como el aceite áureo que fluye de la oliva celestial al vaso, hace que la lámpara de la vida brille con claridad y poder para que todos puedan discernir. Los que tienen el privilegio de sentarse para aprender de un ministerio tal, si sus corazones son susceptibles a la influencia del Espíritu Santo, sentirán una vida interna. El fuego del amor de Dios será encendido dentro de ellos. La Biblia, la Palabra de Dios, es el pan de vida. El que alimenta al rebaño de Dios, debe comer primeramente él del pan que vino del cielo. Verá la verdad en todos sus aspectos. No se aventurará a venir ante la gente hasta que no haya tenido primeramente comunión con Dios. Entonces es inducido a trabajar como Cristo trabajó. Respeta las variadas mentes que componen su auditorio. Tiene una palabra que se aplica al caso de todos, y no ideas mundanas y confusas. No tiene derecho a introducir perplejidades mundanas. El pan de vida satisfará a toda alma hambrienta. (Testimonios para los ministros, p. 345,346, EGW)

El Espíritu Santo está haciendo su obra en los corazones. Pero si los ministros no han recibido primero su mensaje del cielo, si no han obtenido su propia provisión de la corriente refrescante y vitalizadora, ¿cómo pueden ellos hacer que fluya en favor de aquellos que no la han recibido? ¡Qué pensamiento, que las almas hambrientas y sedientas son enviadas de vuelta vacías! Un hombre puede malgastar todos los tesoros de su conocimiento, puede agotar las energías morales de su naturaleza, y sin embargo no realizar nada, porque él mismo no ha recibido el aceite áureo de los mensajeros celestiales; por lo tanto no puede fluir de él para impartir vida a los necesitados. Las buenas nuevas de gozo y esperanza deben venir del cielo. ¡Aprended, oh, aprended de Jesús lo que significa permanecer en Cristo! (Id. p. 344)

E-2
El tipo de predicación que da al oyente la ocasión de elegir en libertad, no es hoy frecuente. Pero Cristo no temía a las multitudes. Había predicado fielmente la verdad. Tan fielmente, de hecho, que su camino le estaba llevando inevitablemente hacia la muerte. ¿Por qué habría de temer entonces presentar la cruz a las multitudes, y emplazarlas ante una decisión? Sólo aquel que lleva él mismo la cruz puede invitar a otros a hacer lo mismo. ¿Qué necesidad tenía Cristo de recurrir a treta psicológica alguna? El camino de la cruz lo había librado de algo tan vano e inútil como eso.

Está claro que la decisión de aceptar el evangelio conlleva la decisión de aceptar la cruz. Y queda asimismo claro que sólo desde lo profundo del corazón puede tomarse una decisión tal. Eso descarta absolutamente todo lo que pueda parecerse a maniobras coercitivas, en la genuina y sagrada obra de ganar almas. La verdad, en la belleza de su sencillez, no necesita ningún tipo de adorno seductor a fin de hacerla atractiva para el corazón sincero.

De hecho, tales "ayudas" tienen por único efecto el ahuyentar al buscador sincero de la verdad, quien deja de oír la voz del verdadero Buen Pastor en los llamamientos impregnados del "yo", propios del supuesto ganador de almas. Los subterfugios psicológicos y los llamamientos egocéntricos a "tomar una decisión" serán solamente herramienta para quien lo ignora todo sobre el poder de la cruz.

La razón por la cual la cruz "es poder de Dios para salvación", es porque sólo el amor tiene verdadero poder de atracción. "Con amor eterno te he amado, por eso te atraje con bondad" (Jer. 31:3) (Descubriendo la cruz, p. 54, Robert J. Wieland)

Los que se convierten por el poder de la cruz son aquellos que respondieron a la atracción del Padre. En su misterioso proceso de atracción, no busca siervos "de palabra ni de lengua" (1 Juan 3:18), sino discípulos que sigan al Cordero "por dondequiera que va". El poder de atracción está en la verdad, puesto que Cristo es la Verdad. Cuando la verdad resulta clarificada, el poder es invencible. Otra forma de decir lo mismo es que la verdad y el buscador de la verdad están hechos el uno para el otro, y una vez que se encuentran, nada logra separarlos.

Además, el recurso a técnicas psicológicas y emocionales con el objeto de forzar una "decisión" puede atraer a una clase de adherentes que no consta de discípulos, ni de seguidores del Cordero. Si la decisión está basada en el interés propio, no puede ser una decisión de fe. Y "todo lo que no procede de la fe, es pecado" (Rom. 14:23). En la confusión resultante, las verdaderas "ovejas" del Buen Pastor pueden resultar dispersadas, ya que "no siguen al extraño, antes huyen de él, porque no conocen la voz del extraño" (Juan 10:5). Esa puede ser una de las razones por las que tan pocos responden a las invitaciones del evangelio.

Poner una piedra de tropiezo ante los pies de uno de esos "pequeñitos" es ciertamente pecado. Pero Jesús dijo que "las ovejas lo siguen, porque reconocen su voz". "Conozco mis ovejas, y las mías me conocen. Así como el Padre me conoce, yo conozco al Padre" (Juan 10:3,4,14 y 15). Esas "otras ovejas" del rebaño divino no necesitan que se las persuada a aceptar la verdad del evangelio. Cuando la verdad (dada a conocer por la voz de Cristo) se les presenta con claridad, ¡no hay poder en el cielo ni en la tierra que las disuada de seguir esa Voz!

El atractivo está en la verdad misma, puesto que la verdad y el amor son inseparables. Aquel que cree exponer doctrina correcta, pero no la presenta con amor, no puede estar presentando la verdad (Efe. 4:15). (Id. p. 55,56)

(Selección, D.A.)