A-1 (domingo)
Amós .2:12 "Mas vosotros disteis de beber vino a los nazareos, y a los
profetas mandasteis diciendo: NO PROFETICÉIS."
"En cada generación Dios envió siervos suyos para reprobar el pecado tanto en el mundo como en la iglesia. Pero los hombres desean que se les digan cosas agradables, y no gustan de la verdad clara y pura. Muchos reformadores, al principiar su obra, resolvieron proceder con gran prudencia al atacar los pecados de la iglesia y de la nación. Esperaban que mediante el ejemplo de una vida cristiana y pura, llevarían de nuevo al pueblo a las doctrinas de la Biblia. Pero el Espíritu de Dios vino sobre ellos como había venido sobre Elías, impeliéndole a censurar los pecados de un rey malvado y de un pueblo apóstata; no pudieron dejar de proclamar las declaraciones terminantes de la Biblia que habían titubeado en presentar. Se vieron forzados a declarar diligentemente la verdad y señalar los peligros que amenazaban a las almas. Sin temer las consecuencias, pronunciaban las palabras que el Señor les ponía en la boca, y el pueblo se veía constreñido a oír la amonestación.
Así también será proclamado el mensaje del tercer ángel. Cuando llegue el tiempo de hacerlo con el mayor poder, el Señor obrará por conducto de humildes instrumentos, dirigiendo el espíritu de los que se consagren a su servicio. Los obreros serán calificados más bien por la unción de su Espíritu que por la educación en institutos de enseñanza." (E.G.White, C.S. cap, 39)
"En mi última visión se me mostró que este mensaje decidido del Testigo Fiel no ha cumplido aún el designio de Dios. La gente duerme en sus pecados. Continúa declarándose rica, y sin necesidad de nada. Muchos preguntan: ¿Por qué se dan todos estos reproches? ¿Por qué los Testimonios nos acusan continuamente de apostasía y graves pecados? Amamos la verdad; estamos prosperando; no necesitamos esos testimonios de amonestación y reproche. Pero miren sus corazones estos murmuradores y comparen su vida con las enseñanzas prácticas de la Biblia; humillen sus almas delante de Dios; ilumine la gracia de Dios las tinieblas; y caerán las escamas de sus ojos y se percatarán de su verdadera pobreza y miseria espirituales. Sentirán la necesidad de comprar oro, que es la fe y el amor puro; ropa blanca, que es el carácter inmaculado, purificado en la sangre de su amado Redentor; y colirio, que es la gracia de Dios, y que les dará un claro discernimiento de las cosas espirituales para descubrir el pecado. Estas cosas son más preciosas que el oro de Ofir.
Se me ha mostrado que la mayor razón por la cual los hijos de Dios se encuentran ahora en este estado de ceguera espiritual, es que no quieren recibir la corrección. Muchos han despreciado los reproches y amonestaciones que se les dirigieron. El Testigo Fiel condena la tibieza de los hijos de Dios, que confiere a Satanás gran poder sobre ellos en este tiempo de espera y vigilancia. Los egoístas, los orgullosos y los amantes del pecado se ven siempre asaltados por dudas. Satanás sabe sugerir dudas e idear objeciones contra el testimonio directo que Dios envía, y muchos piensan que es una virtud, un indicio de inteligencia ser incrédulos, dudar y argüir. Los que desean dudar tendrán bastante oportunidad de hacerlo. Dios no se propone suprimir todo motivo de incredulidad. El da evidencias que deben ser investigadas cuidadosamente con mente humilde y espíritu dispuesto a recibir enseñanza; y todos deben decidir por el peso de las evidencias.
Muchos se sienten impacientes e irritados porque son frecuentemente molestados por amonestaciones y reproches que les hacen acordar de sus pecados. Dice el Testigo Fiel: "Yo conozco tus obras." (Apoc. 3:15) Los motivos, los propósitos, la incredulidad, las sospechas y los celos, pueden ocultarse de los hombres, pero no de Cristo. El Testigo Fiel viene como consejero: "Yo te amonesto que de mi compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico, y seas vestido de vestiduras blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo: sé pues celoso, y arrepiéntete. He aquí, yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono." (Apoc. 3:18-21)
"Los que son reprendidos por el Espíritu de Dios no deben levantarse contra el humilde instrumento. Es Dios, y no un mortal sujeto a error, quien ha hablado para salvarlos de la ruina. Los que desprecian la amonestación serán dejados en las tinieblas y se engañarán a sí mismos. Pero los que la escuchen y se dediquen celosamente a la obra de apartar sus pecados de sí a fin de tener las gracias necesarias, estarán abriendo la puerta de su corazón para que el amado Salvador pueda entrar y morar con ellos. Esta clase de personas se encontrará siempre en perfecta armonía con el testimonio del Espíritu de Dios.
Los ministros que predican la verdad presente no deben descuidar el solemne mensaje dirigido a los laodicenses. El testimonio del Testigo Fiel no es un mensaje suave. El Señor no nos dice: "Estáis más o menos bien; habéis soportado castigos y reproches que nunca merecisteis; habéis sido innecesariamente desalentados por la severidad; no sois culpables de los males y pecados por los cuales se os reprendió."
El Testigo Fiel declara que cuando uno supone que está en buenas condiciones de prosperidad, realmente lo necesita todo. No es suficiente que los ministros presenten temas teóricos; deben también presentar los temas prácticos. Deben estudiar las lecciones prácticas que Cristo dio a sus discípulos, y hacer una detenida aplicación de las mismas a sus propias almas y a las de la gente. Porque Cristo da este testimonio de reprensión, ¿ supondremos que le faltan sentimientos de tierno amor hacia su pueblo? ¡Oh, no! El que murió para redimir al hombre de la muerte, ama con amor divino, y a aquellos a quienes ama los reprende. "Yo reprendo y castigo a todos los que amo." Pero muchos no quieren recibir el mensaje que el cielo les manda gracias a su misericordia, No pueden soportar que se les hable de su negligencia en el cumplimiento del deber, ni de sus malas acciones, de su egoísmo, orgullo y amor al mundo..."
"Se me ha mostrado que Dios ilustra aquí cómo considera el pecado de los que profesan ser el pueblo que guarda sus mandamientos. Aquellos a quienes él ha honrado especialmente haciéndoles presenciar las notables manifestaciones de su poder, como al antiguo Israel, y que aún así se atreven a despreciar sus expresas indicaciones, serán objeto de su ira. Quiere enseñar a su pueblo que la desobediencia y el pecado le ofenden excesivamente, y que no se los debe considerar livianamente. Nos muestra que cuando su pueblo es hallado en pecado, debe inmediatamente tomar medidas decisivas para apartar el pecado de sí, a fin de que el desagrado de Dios no descanse sobre él.
Pero si los que ocupan puestos de responsabilidad pasan por alto los pecados del pueblo, su desagrado pesará sobre ellos, y el pueblo de Dios será tenido en conjunto por responsable de esos pecados. En su trato con su pueblo en lo pasado, el Señor reveló la necesidad de purificar la iglesia del mal. Un pecador puede difundir tinieblas que privarán de la luz de Dios a toda la congregación. Cuando el pueblo comprende que las tinieblas se asientan sobre él y no conoce las causas, debe buscar a Dios con gran humillación, hasta que se hayan descubierto y desechado los males que agravian su Espíritu.
El prejuicio que se ha levantado contra nosotros porque hemos reprendido los males cuya existencia Dios me reveló, y la acusación que se ha suscitado de que somos duros y severos, es injusta. Dios nos ordena hablar, y no queremos callar. Si hay males evidentes entre su pueblo, y si los hijos de Dios los pasan por alto con indiferencia, en realidad éstos sostienen y justifican al pecador, son igualmente culpables y causarán como aquél el desagrado de Dios, porque serán hechos responsables de los pecados de los culpables. Se me han mostrado en visión muchos casos que provocaron el desagrado de Dios por la negligencia de sus siervos al tratar con los males y pecados que existían entre ellos. Los que excusaron estos males fueron considerados por el pueblo como personas de disposición muy amable, simplemente porque rehuían el desempeño de un claro deber bíblico. La tarea no era agradable para sus sentimientos; por lo tanto la eludían.
El espíritu de odio que ha existido entre algunos porque fueron reprendidos los males que reinaban entre el pueblo de Dios, ha ocasionado ceguera y un terrible engaño para sus almas, haciéndoles imposible discriminar entre lo bueno y lo malo. Los tales han apagado su propia visión espiritual. Pueden presenciar los males, pero no se sienten como se sentía Josué, ni se humillan al advertir el peligro de las almas.
El verdadero pueblo de Dios, que toma a pecho el espíritu de la obra del Señor y la salvación de las almas, verá siempre al pecado en su verdadero carácter pecaminoso. Estará siempre de parte de los que denuncian claramente los pecados que tan fácilmente asedian a los hijos de Dios. Especialmente en la obra final que se hace en favor de la iglesia, en el tiempo del sellamiento de los ciento cuarenta y cuatro mil que han de subsistir sin defecto delante del trono de Dios, sentirán muy profundamente los yerros de los que profesan ser hijos de Dios." (E.G.White, 1JT cap, "La iglesia de Laodicea" p. 327; "El deber de reprender el pecado", p. 334)
A-2
Eze. 33:31-33. "Y vendrán a ti como viene el pueblo, y estarán delante
de ti como pueblo mío, y oiran tus palabras, y no las pondrán por obra; antes
hacen halagos con sus bocas, y el corazón de ellos anda en pos de su avaricia.
Y he aquí que tú eres a ellos como cantor de amores, hermoso de voz y que
canta bien; y oiran tus palabras, pero no las pondran por obra. Pero cuando ello
viniere (y viene ya ), sabrán que hubo profeta entre ellos."
(a) Es evidente que los dirigentes humanos de su iglesia constituyen la gran preocupación del Señor. "Los ministros de Dios están simbolizados por las siete estrellas… Los ministros de Cristo son los guardianes espirituales de la gente confiada a su cuidado" (Obreros Evangélicos, p. 13,14). " ‘El que tiene las siete estrellas en su diestra… dice estas cosas’ (Apoc. 2:1). Estas palabras son dirigidas a los maestros de la iglesia, a aquellos a quienes Dios confió pesadas responsabilidades" (Los Hechos de los Apóstoles, p. 468). Son "aquellos que ocupan los puestos que Dios ha señalado para la dirección de su pueblo" (Id., p. 133). Si rehusan el llamamiento especial de Cristo al arrepentimiento, la organización de la iglesia se desintegrará finalmente. Pero los dirigentes pueden responder al llamamiento de Cristo, y Apocalipsis indica que antes del fin, lo harán.
(b) Cristo respeta la organización de la iglesia. Su plan es que "el ángel de la iglesia" se arrepienta primeramente, y que ministre luego la experiencia a la iglesia mundial. Cuando los dirigentes de la iglesia rechazaron "en gran medida" el mensaje en 1888, Dios no los desechó; permitió que la incredulidad de ellos detuviese su obra durante al menos un siglo. Verdaderamente, si esa incredulidad persistiese siglo tras siglo, habría que evocar una extraña inmunidad por la que Dios permitiese que un impenitente "ángel de la iglesia" frustrase indefinidamente su propósito.
(c) Sin embargo, tenemos una animadora promesa a la que aferrarnos. Llegará el tiempo en el que el Señor pondrá de lado a los dirigentes impenitentes. En 1885, tres años antes del "comienzo" del mensaje del fuerte clamor en 1888, E. White escribió al presidente de la Asociación General, un hombre que posteriormente eligió rechazar el "preciosísimo mensaje" cuando éste llegó:
"A menos que los que puedan ayudar en ––– despierten y comprendan cuál es su deber, no reconocerán la obra de Dios cuando se oiga el fuerte clamor del tercer ángel. Cuando resplandezca la luz para iluminar la tierra, en lugar de venir en ayuda del Señor, desearán frenar la obra para que se conforme a sus propias ideas estrechas. Permítame decirle que el Señor actuará en esa etapa final de la obra en una forma muy diferente de la acostumbrada, contraria a todos los planes humanos. Habrá entre nosotros personas que siempre querrán controlar la obra de Dios y dictar hasta los movimientos que deberán hacerse cuando la obra avance bajo la dirección de ese ángel que se une al tercero para dar el mensaje que ha de ser comunicado al mundo. Dios empleará formas y medios que nos permitirán ver que Él está tomando las riendas en sus propias manos. Los obreros se sorprenderán por los medios sencillos que utilizará para realizar y perfeccionar su obra en justicia" (Testimonios para los Ministros, p. 300. Carta a G.I. Butler, 1 octubre 1885).
Nadie conoce la forma precisa en la que Dios tomará "las riendas en sus propias manos". Aunque su amor es infinito, su paciencia tiene un límite. Su amor por un mundo perdido resultará ser mayor que su paciente tolerancia con la continua tibieza adventista. Cristo murió por el mundo. Llegará el momento en el que no tolerará más la impenitencia voluntaria y persistente. Es muy capaz de manifestar su justa indignación, y cuando llegue el día de su indignación, "¿quién podrá estar firme?"
Cuando el llamado de Cristo al arrepentimiento sea escuchado por "el ángel de la iglesia en Laodicea", la contrición y reconciliación se extenderán al cuerpo mundial de la iglesia más rápidamente de lo que creemos posible. Los corazones se humillarán, y finalmente habrá un pueblo preparado para proclamar el mensaje del fuerte clamor al mundo por el que Cristo murió. No hay razón por la que esta gran obra no hubiese de cumplirse en nuestros días.
¿Rechazará Cristo a Laodicea?
"El Padre a nadie juzga, mas todo el juicio dio al Hijo" (Juan 5:22). A su vez, Cristo dice del que no cree en Él, "yo no le juzgo" (Juan 12:47). Los únicos, por lo tanto, a quienes "juzga" es aquellos a quienes vindica. De hecho, "Laodicea" significa "vindicación del pueblo", del pueblo de Dios.
El mensaje reconoce a la iglesia como el objeto supremo de la atención de Cristo. Su llamamiento final denota que Él tiene esperanza de éxito, que espera plenamente la respuesta de su iglesia, de otra forma no malgastaría su divino esfuerzo. Su llamamiento expresa su confianza en el agape como poder motivador.
Por otra parte, el lapso de tiempo de más de un siglo indica que su paciencia y longanimidad tienen el definido propósito de triunfar. No prestaría esa atención a algo que supiese que finalmente tendría que abandonar. Por lo tanto, el mensaje a Laodicea está lleno de esperanza. "Laodicea" no significa fracaso. Lo que falla en Laodicea no es su nombre, sino su tibieza, su ceguera, su pobreza. Pero no está en duda su identidad como la última de las siete iglesias.
Es cierto que ciertos individuos no se arrepentirán nunca. Leemos a propósito de ellos,
"La imagen de vomitar de su boca significa que no puede ofrecer vuestras oraciones o vuestras expresiones de amor a Dios. No puede aprobar vuestra enseñanza de su palabra ni vuestra obra espiritual de ninguna manera. No puede presentar vuestros ejercicios espirituales pidiendo que se os conceda su gracia" (Testimonies, vol. VI, p. 408).
Para algunos, quizá para muchos, ese rechazo personal puede haberse dado ya en nuestros días. Dirigentes que han rechazado el llamamiento de Cristo pueden continuar en puestos de dirección, y seguir dando mensajes contemporizadores: La gloria del Señor se ha apartado de Israel; aunque muchos
perseveraban en las formas de la religión, faltaban el poder y la presencia de Dios… Así el clamor de paz y seguridad es dado por hombres que no volverán a elevar la voz como trompeta para mostrar al pueblo de Dios sus transgresiones y a la casa de Jacob sus pecados. Estos perros mudos que no querían ladrar, son los que sienten la justa venganza de un Dios ofendido" (Joyas de los Testimonios, vol. II, p. 65,66; 1882).
"Dios ha prometido que allí donde los pastores no sean fieles, Él mismo tomará a cargo el rebaño. Dios no ha hecho jamás al rebaño enteramente dependiente de los instrumentos humanos. Pero los días de la purificación de la iglesia se están acercando rápidamente. Dios tendrá un pueblo puro y verdadero… A los que han demostrado ser infieles, no se les confiará entonces el rebaño" (Testimonies, vol. V, p. 80).
Hay alarmante evidencia de que en cierto sentido, el Señor "vomitó" a aquellos que inicialmente rechazaron el comienzo del mensaje del fuerte clamor, en la era de 1888:
"Si hombres tales como el pastor Smith, Van Horn y Butler quieren permanecen al margen, no fundiéndose con los elementos que Dios ve como esenciales para llevar adelante la obra en estos tiempos peligrosos, serán dejados atrás… Esos hermanos… encontrarán una pérdida eterna; ya que aun en el caso de que se arrepientan y se salven finalmente, no podrán jamás recuperar aquello que perdieron mediante su curso de acción equivocado" (Carta, 9 enero 1893; 1888 Materials, p. 1128).
"La Asamblea de Minneapolis fue la oportunidad de oro para todos los presentes, para humillar el corazón ante Dios y dar la bienvenida a Jesús como el gran Instructor, pero la posición tomada por algunos en esa reunión resultó ser su ruina. Desde entonces, nunca han visto ya claramente, ni volverán a ver, puesto que acarician persistentemente el espíritu que allí prevaleció, un espíritu malvado, criticador, denunciatorio" (Id., p. 1125, 1126).
Obsérvese no obstante: E. White no afirma en esas declaraciones que esos queridos hermanos se perderán finalmente. Lo que dice es que jamás recobrarían el mensaje o la experiencia que rechazaron.
La historia ha demostrado la certeza de esas predicciones. Incluso aunque los hermanos dirigentes por ella citados confesaron finalmente su error, jamás recuperaron el mensaje, ni conocieron el gozo de proclamarlo. Sus libros, sermones y artículos permanecen archivados, a disposición de quien quiera inspeccionarlos: los elementos que hicieron del mensaje de 1888 el "comienzo" del fuerte clamor, brillan allí tristemente por su ausencia. En By Faith Alone, Norval F. Pease reconoce que hacia el cambio de siglo, ninguno de aquellos que inicialmente rechazó el mensaje lo estaba proclamando (ver p. 164).
En ese sentido, los hombres en cuestión se encontraron con una "pérdida eterna". En ese particular sentido –el referido por E. White en la declaración de Testimonies, vol. VI, p. 408–, fueron "vomitados" de la boca del Señor como dirigentes de la iglesia, a pesar de seguir ocupando puestos de responsabilidad hasta su muerte.
¡Qué lección para nosotros! El llamamiento de Cristo al "ángel de la iglesia en Laodicea" no es para tomárselo a la ligera. No se trata de ningún tipo de broma o juego. Es algo solemne. ¡Qué penoso espectáculo el de uno que actúa arrogantemente como dirigente, pastor, responsable de iglesia o anciano, siendo que Cristo no tiene nada que ver con él! Pero las palabras de Cristo están lejos de predecir el total fracaso corporativo de Laodicea." (R.J.Wieland "Sé pues celoso y arrepiéntete" p. 94-99)
B-1 (lunes)
Sal. 98:3 "Todos los términos de la tierra han visto la salvación
de nuestro Dios"
Isa. 52:10 "Jehová desnudó su santo brazo ante los ojos de todas las
naciones, y todos los confines de la tierra verán la salvación del Dios
nuestro"
"Jesús conoce las circunstancias particulares de cada alma. Cuanto más grave es la culpa del pecador, tanto más necesita del Salvador. Su corazón rebosante de simpatía y amor divinos se siente atraído ante todo hacia el que está más desesperadamente enredado en los lazos del enemigo. Con su sangre firmó Cristo los documentos de emancipación de la humanidad" (MC 59).
"[Cristo] se apoderó del mundo sobre el cual Satanás pretendía presidir como en su legítimo territorio. En la obra admirable de dar su vida, Cristo restauró a toda la raza humana al favor de Dios (I MS 402).
"Por medio de su obediencia a todos los mandamientos de Dios, Cristo efectuó la redención de los hombres. Esto no fue hecho convirtiéndose [Cristo] en otro, sino tomando él mismo la humanidad. Así Cristo dio a la humanidad la posibilidad de existir gracias a lo que él hizo. La obra de la redención es poner a la humanidad en comunión con Cristo, efectuar la unión de la raza caída con la divinidad" (I MS, 294).
"Se ha pagado el precio de la redención para la raza humana" (RH 3 junio 1890).
"Cristo hizo su sacrificio por el mundo" (PVGM, 243).
"Cristo... redimió la desgraciada caída de Adán, y salvó al mundo" (My Life Today, 323).
"Todas nuestras bendiciones nos llegan por medio del don inestimable de Cristo. La vida, la salud, los amigos, la razón, la felicidad, son nuestros gracias a los méritos de Cristo. ¡Oh, que los jóvenes y los ancianos comprendan que todo nos viene por medio de la virtud de la vida y de la muerte de Cristo, y reconozcan la propiedad de Dios!" (Hijos e hijas de Dios, 240)
" ‘De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito’. Mediante este don único, todos los demás se imparten a los hombres. Diariamente todo el mundo recibe las bendiciones de Dios. Cada gota de lluvia, cada rayo de luz prodigados sobre la humanidad ingrata, cada hoja, flor y fruto, testifican de la tolerancia de Dios y de su gran amor". "Todas las bendiciones de esta vida y de la vida venidera nos son entregadas con el sello de la cruz del Calvario" (PVGM, 243 y 296)
"Si Jesús no hubiera muerto como nuestro sacrificio y no hubiera resucitado, nunca hubiéramos conocido la paz, nunca hubiéramos sentido gozo, sino tan sólo habríamos experimentado los horrores de la oscuridad y las aflicciones de la desesperación. Por lo tanto, sólo la alabanza y la gratitud sean el lenguaje de nuestro corazón. Toda nuestra vida hemos participado de sus beneficios celestiales y recibido las bendiciones de su expiación sin par. Por lo tanto, es imposible que concibamos la degradada condición... de la cual nos ha levantado Cristo." (En los lugares celestiales, 36)
"Todo miembro de la familia humana es puesto enteramente en las manos de Cristo... La cruz está grabada en todo don, y lleva la imagen y sobreescritura de Jesucristo." (MS 36, 1890)
"Jesús, el Redentor del mundo, se interpone entre Satanás y cada alma... Los pecados de cada uno que haya vivido sobre la tierra fueron puestos sobre Cristo, testificando del hecho de que nadie tiene que ser un perdedor en el conflicto con Satanás" (RH 23 mayo 1899).
"Tan pronto como hubo pecado, hubo un Salvador. Cristo sabía que tendría que sufrir, sin embargo se hizo el sustituto del hombre. Tan pronto como Adán pecó, el Hijo de Dios se presentó a sí mismo como garantía para la raza humana, con tanto poder para desviar la condenación pronunciada sobre el culpable, como cuando murió sobre la cruz del Calvario" (Id, 12 marzo 1901). (E.G.White)
B-2
Rom.1:19,20 "...porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues
Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y
deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo
entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa."
Hech.10:34,35 "En verdad veo que Dios no hace acepción de personas,
sino que acepta al que es fiel y obra rectamente, de cualquier nación que
sea"
Aunque era la primera vez que Pedro percibía esa verdad, no era la primera vez que eso era verdad. Esa verdad es tan antigua como Dios mismo. Dios no escogió nunca a nadie con exclusión de los demás. "La sabiduría que viene de lo alto...es... imparcial" (Sant.3:17).
Si la salvación en Cristo ha sido dada como don gratuito a todo hombre, el método para apropiarse de ella debe haber sido dado igualmente a todo hombre .
El arrepentimiento es un don.– "Por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios" (Efe. 2:8). "El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, al cual vosotros matasteis colgándole en un madero. A éste ha Dios ensalzado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y remisión de pecados" (Hech. 5:30,31). Pero no es solamente a Israel a quien Dios dio arrepentimiento mediante Cristo. "A éste dan testimonio todos los profetas, de que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre" (Hech. 10:43). Y tan claramente dio Dios a conocer eso, que hasta los exclusivistas judíos se vieron obligados a exclamar, "De manera que también a los Gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida" (Hech. 11:18).
La bondad de Dios lleva al hombre al arrepentimiento. Por lo tanto, toda la tierra está llena de incentivos al arrepentimiento, ya que "de su constante amor está llena la tierra" (Sal. 33:5). "De tu constante amor, oh Eterno, está llena la tierra" (Sal. 119:64). Se puede conocer a Dios mediante sus obras, y "Dios es amor". Toda la creación revela el amor y la misericordia de Dios.
No debemos intentar corregir las Escrituras, y decir que la bondad de Dios tiende a llevar al hombre al arrepentimiento. La Biblia dice que lo hace, que guía al arrepentimiento, y podemos tener la seguridad de que así es. Todo hombre es llevado al arrepentimiento tan seguramente como que Dios es bueno. Pero no todos se arrepienten. ¿Por qué? Porque desprecian las riquezas de la benignidad, paciencia y benevolencia de Dios, y escapan de la misericordiosa conducción del Señor. Pero todo aquel que no resista al Señor, será guiado con seguridad al arrepentimiento y la salvación.
El poder que se manifiesta en las cosas que Dios ha creado, por consiguiente, es el mismo poder que obra en los corazones de los hombres, para salvarlos del pecado y la muerte. Podemos tener así la seguridad de que Dios ha constituido cada porción del universo de manera que sea un predicador del evangelio. De esa forma, no es solamente cierto que a partir de las cosas hechas por Dios el hombre pueda conocer de la existencia de Dios, sino que puede también conocer el eterno poder de Dios para salvarlo. El versículo veinte del primer capítulo de Romanos es un desarrollo del dieciséis. Nos dice cómo podemos conocer el poder del evangelio.
Las estrellas como predicadores.– "Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra al otro día, y una noche a la otra noche declara sabiduría. Aunque no se escuchan palabras, ni se oye su voz, por toda la tierra sale su pregón, y hasta el extremo del mundo sus palabras" (Sal. 19:1-4).
Ahora, lee Romanos 10:13-18: " ’Todo el que invoque el nombre del Señor, será salvo’. Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no son enviados? Pues está escrito: ‘¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian las buenas noticias!’. Pero no todos obedecieron al evangelio. Pues Isaías dice: ‘Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?’ Así, la fe viene por el oír, y el oír por medio de la Palabra de Cristo. Pero pregunto: ¿No han oído realmente? Claro que oyeron. ‘Por toda la tierra ha salido su voz, y sus palabras hasta los fines de la tierra’ " (Sal.19:4)
En ese texto se da respuesta a toda objeción que el hombre pueda hacer, a propósito del castigo de los paganos. Como dice el primer capítulo del libro de romanos, no tienen excusa. El evangelio se ha dado a conocer a toda criatura bajo el cielo. Se admite que el hombre no puede evocar a aquel en quien no ha creído, y que no puede creer en aquel de quien no le han hablado, y que no puede oír sin que alguien le predique. Y que lo que debió oír, y no obedeció, es el evangelio.
Habiendo afirmado lo anterior, el apóstol pregunta, "¿No han oído realmente?", y entonces responde categóricamente a la pregunta que acaba de plantear, citando las palabras del salmo 19: "Claro que oyeron. ‘Por toda la tierra ha salido su voz, y sus palabras hasta los fines de la tierra’ ". De esa forma podemos saber que esa palabra que los cielos cuentan día a día es el evangelio, y que esa sabiduría que declara una noche tras otra es el conocimiento de Dios.
Sabiendo que lo que declaran los cielos es el evangelio de Cristo, el cual es poder de Dios para salvación, podemos seguir fácilmente el hilo del salmo 19. Al lector casual le parece que hay una interrupción en la continuidad de ese salmo: Empieza hablando de los cielos y, de repente, el salmista pasa a abordar la perfección de la ley, así como su poder convertidor. "La ley de Jehová es perfecta, que vuelve el alma" (versículo 7). Pero no hay interrupción alguna. La ley de Dios es la justicia de Dios, el evangelio revela la justicia de Dios, y los cielos revelan el evangelio. Por lo tanto, se deduce que los cielos revelan la justicia de Dios. "Los cielos anuncian su justicia, y todos los pueblos ven su gloria" (Sal. 97:6).
La gloria de Dios es su bondad, ya que se nos dice que es debido al pecado por lo que los hombres están destituidos de su gloria (Rom. 3:23). Por lo tanto, podemos saber que todo aquel que levante su vista hacia el cielo con reverencia, discerniendo en él el poder del Creador, y esté dispuesto a ponerse en manos de ese poder, será llevado a la justicia salvadora de Dios. Hasta el sol, la luna y las estrellas –cuya luz no es más que una parte de la gloria del Señor–, iluminarán su alma con esa gloria (Ver Hijos e hijas de Dios, p. 19).
Cuán evidente es, por lo tanto, que los hombres no tienen excusa para sus prácticas idolátricas. Cuando el Dios verdadero se revela a sí mismo en todo, y da a conocer su amor mediante su poder, ¿qué excusa podrá presentar el hombre para no reconocerlo ni adorarlo?
Pero ¿es cierto que Dios da a conocer su amor a todo hombre? Sí, es tan cierto como que Él se da a conocer, ya que "Dios es amor". Quienquiera que conozca al Señor, conocerá su amor. Si tal sucede con los paganos, cuán inexcusable es la situación de aquellos que viven en países en donde el evangelio se predica con voz audible, a partir de su palabra escrita!" (E.J.Waggoner, Carta a los Romanos, p.10,14,15.) (D.A.)
C-1 (martes)
Rom. .2:12,14-16 "...todos los que bajo la ley [en la jurisdicción de la ley, es decir, todos los hombres ] han pecado, por la ley serán juzgados...Porque cuando los gentiles [ incrédulos ] que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de [ tiene que ver con...] la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos...acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres..."
"Nuestra situación delante de Dios depende, no de la cantidad de luz que hemos recibido, sino del empleo que damos a la que tenemos. Así, aún los paganos que eligen lo recto en la medida en que lo pueden distinguir, están en una condición más favorable que aquellos que tienen gran luz y profesan servir a Dios, pero desprecian la luz y por su vida diaria contradicen su profesión de fe." (D.T.G. p. 206)
"Aquellos a quienes Cristo elogia en el juicio, pueden haber sabido poca teología, pero albergaron sus principios. Por la influencia del Espíritu divino, fueron una bendición para los que los rodeaban. Aun entre los paganos, hay quienes han abrigado el espíritu de bondad; antes que las palabras de vida cayesen
en sus oídos, manifestaron amistad para con los misionero, hasta el punto de servirles con peligro de su propia vida. Entre los paganos hay quienes adoran a Dios ignorantemente, quienes no han recibido jamás la luz por un instrumento humano, y sin embargo no perecerán. Aunque ignorantes de la ley escrita de Dios, oyeron su voz hablarles en la naturaleza e hicieron las cosas que la ley requería. Sus obras son evidencia de que el Espíritu de Dios tocó su corazón, y son reconocidos como hijos de Dios." (E.G.White, D.T.G. p. 593)
"Siempre que haya un impulso de amor y simpatía, siempre que el corazón anhele beneficiar y elevar a otros, se revela la obra del Espíritu Santo de Dios. En las profundidades del paganismo, hombres que no tenían conocimiento de la ley escrita de Dios, que nunca oyeron el nombre de Cristo, han sido bondadosos para con sus siervos protegiéndolos con peligro de sus propias vidas. Sus actos demuestran la obra de un poder divino. El Espíritu Santo ha implantado la gracia de Cristo en el corazón del salvaje, despertando sus simpatías que son contrarias a su naturaleza y a su educación. La luz "que alumbra a todo hombre que viene a este mundo", está resplandeciendo en su alma; si presta atención a esta luz, ella guiará sus pies al reino de Dios.
La gloria del cielo consiste en elevar a los caídos, consolar a los angustiados. Siempre que Cristo more en el corazón humano, se revelará de la misma manera. Siempre que actúe, la religión de Cristo beneficiará. Donde quiera que obre, habrá alegría.
Dios no reconoce ninguna distinción por causa de la nacionalidad, la raza o la casta. Es el Hacedor de toda la humanidad. Todos los hombres son una familia por la creación, y todos son uno por la redención. Cristo vino para demoler todo muro de separación, para abrir todo departamento del templo, para que cada alma pudiese tener libre acceso a Dios. Su amor es tan amplio, tan profundo, tan completo, que penetra por doquiera. Libra de la influencia de Satanás a las pobres almas que han sido seducidas por sus engaños. Las coloca al alcance del trono de Dios, el trono circuido por el arco de la promesa.
En Cristo no hay ni judío ni griego, ni esclavo ni libre. Todos son atraídos por su preciosa sangre". (E.G.White, P.V.G.M. p. 317,318)
C-2
Rom. 3:19 "Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que
estan bajo la ley, [¿cuántos estan bajo la jurisdicción de esa ley?, resp...]
para que TODA boca se cierre y TODO el mundo sienta su culpa ante Dios..."
"La bondad de Dios lleva al hombre al arrepentimiento. Por lo tanto, toda la tierra está llena de incentivos al arrepentimiento, ya que "de su constante amor está llena la tierra" (Sal. 33:5). "De tu constante amor, oh Eterno, está llena la tierra" (Sal. 119:64). Se puede conocer a Dios mediante sus obras, y "Dios es amor". Toda la creación revela el amor y la misericordia de Dios.
No debemos intentar corregir las Escrituras, y decir que la bondad de Dios tiende a llevar al hombre al arrepentimiento. La Biblia dice que lo hace, que guía al arrepentimiento, y podemos tener la seguridad de que así es. Todo hombre es llevado al arrepentimiento tan seguramente como que Dios es bueno. Pero no todos se arrepienten. ¿Por qué? Porque desprecian las riquezas de la benignidad, paciencia y benevolencia de Dios, y escapan de la misericordiosa conducción del Señor. Pero todo aquel que no resista al Señor, será guiado con seguridad al arrepentimiento y la salvación.
En el primer capítulo de la epístola a los romanos observamos que "manifiesta es la ira de Dios del cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres". Por lo tanto, todos los que pecan están acarreando ira sobre sí mismos. Es preciso observar que Dios es veraz en el juicio. El hombre recibe solamente aquello para lo que ha obrado. Dios no es arbitrario. No ha emitido decretos caprichosamente, de forma que todo el que los viole sea objeto de su venganza. No. El castigo de los impíos será el resultado necesario de su propia elección. Dios es la única fuente de vida.
Su vida es paz. Cuando el hombre la rechaza, la única alternativa es ira y muerte. "Por cuanto aborrecieron la sabiduría, y no escogieron el temor de Jehová, ni quisieron mi consejo, y menospreciaron toda reprensión mía: Comerán pues del fruto de su camino, y se hartarán de sus consejos. Porque el reposo de los ignorantes los matará, y la prosperidad de los necios los echará a perder" (Prov. 1:29-32). La aflicción y la muerte van ligadas al pecado; cuando el hombre rehusa al Señor, es eso lo que escoge.
Los incrédulos suelen aducir que no es justo que Dios condene al hombre simplemente porque no cree en cierta cosa. Pero Dios no hace eso. No es posible encontrar en toda la Biblia ni una sola palabra a propósito de juzgar a un hombre de acuerdo con su creencia. Se encuentra por doquiera la afirmación de que todos serán juzgados de acuerdo con sus obras. "Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras" (Mat. 16:27). "Y he aquí, yo vengo presto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según fuere su obra" (Apoc. 22:12). Él "juzga según la obra de cada uno" (1 Ped. 1:17).
El hombre que dice que su obra es correcta, se coloca a sí mismo como juez, en el lugar de Dios, quien dice que todo hombre está rematadamente equivocado. Sólo Dios es juez, y Él juzga en estricto acuerdo con la obra del hombre; ahora bien, la obra del hombre está determinada por su fe. "Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado" (Juan 6:29). No corresponde a ningún hombre el juzgarse a sí mismo, y concluir que su obra es correcta. Lo que le corresponde, por contra, es confiar solamente en la bondad y misericordia del Señor, a fin de que su obra sea hecha en Dios.
Si bien es totalmente cierto que cuando venga el Señor por segunda vez no habrá nadie sobre la tierra que no haya oído la predicación de la palabra, es un hecho que miles y millones han muerto sin haber visto ni oído la Biblia. Se trata de aquellos a los que el apóstol se refiere como "sin ley". Pero queda aclarado que de ninguna forma están sin ley, sino solamente sin la ley escrita. En los versículos de Rom. 2:14,15 se afirma que tienen cierto conocimiento de la ley, como prueba también el hecho de que sean tenidos por pecadores, y sabemos que "no se imputa pecado no habiendo ley" (Rom. 5:13).
Sea que hayan dispuesto de la ley escrita como que no, todos son tenidos por pecadores. "Manifiesta es la ira de Dios del cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres" (Rom. 1:18). De los paganos se dice que no tienen excusa; y si aquellos que no tienen la ley escrita carecen de excusa, los que tienen la ley al alcance de sus manos, son desde luego todavía más inexcusables. Dios es justo. "Sabemos que el juicio de Dios es según verdad contra los que hacen tales cosas". Así, todo el que peca, sea en la ley o sin la ley, debe ser castigado.
Lo anterior demuestra que "sin ley" no significa sin ningún conocimiento de Dios. El primer capítulo de Romanos así lo establece. El problema de muchos que leen esa afirmación según la cual serán castigados igualmente, y que no les parece justo, es que olvidan –o bien ignoran– el contenido de ese primer capítulo. Es un gran error tomar aisladamente un versículo de la Biblia, separándolo de su contexto.
Romanos 2:12 dice que "...perecerán..." Tal será la suerte de los impíos. El apóstol Pedro nos dice que los cielos y la tierra son "guardados para el fuego en el día del juicio, y de la perdición de los hombres impíos" (2 Ped. 3:7). ¿Qué significa que "perecerán"? Exactamente lo contrario a seguir existiendo por siempre. En cierta ocasión unos hablaron a Jesús sobre los Galileos cuya sangre había Pilato mezclado con sus sacrificios, y la respuesta de Jesús fue, "si no os arrepintiereis, todos pereceréis igualmente" (Luc. 13:1-3). "Los impíos perecerán, y los enemigos de Jehová como la grasa de los carneros serán consumidos. Se disiparán como humo" (Sal. 37:20). De forma que la afirmación de que el que peca perecerá, significa que morirá, que se extinguirá totalmente: "serán como si no hubieran sido" (Abd. 16).
Los pecadores serán castigados, sea que vivan en tierras paganas, o en las llamadas cristianas. Pero nadie será juzgado por aquello que no conoció. Dios no castiga a nadie por la violación de una ley de la cual no haya tenido conocimiento, ni lo tiene por responsable de la luz que no brilló sobre él. Es evidente que los que tienen la ley deben tener conocimiento de muchas cosas que no están al alcance de quienes no la tienen en su forma escrita. Todo hombre tiene luz suficiente como para saber que es pecador; pero la ley escrita procura a quienes la tienen el conocimiento de muchos pormenores que escapan a quienes no la tienen.
Por lo tanto, Dios en su justicia, no tiene a éstos últimos por responsables de las muchas cosas por las que serán juzgados los primeros. "Porque todos los que sin ley pecaron, sin ley también perecerán; y todos los que en la ley pecaron, por la ley serán juzgados". Quien haya rechazado la luz, en la medida que sea, es obviamente culpable." (E.J.Waggoner, Carta a los Romanos, p. 21,22,23,24)
D-1 (miércoles)
Juan 15.22 "Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no
tendrían pecado; pero AHORA NO TIENEN EXCUSA por su pecado."
"Es verdad que sobre esta generación brilla mucha luz intelectual, moral y religiosa. De las páginas abiertas de la santa Palabra de Dios, ha brotado luz del cielo sobre la tierra. Pero no hay que olvidar que cuanto mayor sea la luz concedida, tanto más densas también son las tinieblas de aquellos que la pervierten o la rechazan." (Cada día con Dios –21 oct.)
"Pretendemos ser los depositarios de la Ley de Dios, y como pueblo profesamos [tener] mayor luz y vivir a la altura de una norma más elevada que cualquier otro pueblo de la tierra; por lo tanto debemos mostrar mayor perfección de carácter y una más profunda devoción, que exalte las verdades sagradas y eternas. El más solemne mensaje ha sido confiado a los que han recibido la luz de la verdad; y nuestra luz debiera brillar proyectándose en rayos claros que iluminen el sendero de los que están en las tinieblas, de tal manera que glorifiquemos diariamente a Dios en nuestras vidas."( Alza tus ojos, 18 Feb.)
"Mientras andamos de acuerdo con los mandamientos de Dios, seguimos por el camino trazado para que los redimidos del Señor caminen por él. Los fieles de todas las edades han caminado por esta senda, y han resplandecido como luces en el mundo. En esta época la luz que ellos transmitieron ha resplandecido con un brillo mayor sobre la senda de los que caminan en medio de las tinieblas. Algunos han recibido la verdad, la han creído y la han obedecido. La luz del mensaje del tercer ángel ha penetrado en muchas mentes oscurecidas. La luz de la sabiduría, la bondad, la misericordia y el amor de Dios ha brillado por medio de su Santa Palabra. No estamos en el lugar donde estuvieron nuestros padres. Una luz mayor está brillando sobre nosotros en estos últimos días. Dios no nos puede aceptar ni podemos honrarlo brindándole el mismo servicio y haciendo la misma obra que hicieron nuestros padres.
A fin de ser considerados inocentes delante de Dios, debemos ser tan fieles en nuestro tiempo al seguir y obedecer la luz que tenemos, como lo fueron ellos al seguir y obedecer la luz que resplandeció sobre ellos." (Cada día con Dios, 25 abr.)
"Lo que me hace temblar es el hecho de que aquellos que han tenido la mayor luz y los mayores privilegios han sido contaminados por la iniquidad prevaleciente. Bajo la influencia de los injustos que los rodean, muchos, aun de entre los que profesan la verdad, se han enfriado y son arrastrados por la fuerte corriente del mal. El desprecio universal en que se tiene la verdadera piedad y santidad, induce a los que no se relacionan estrechamente con Dios a perder la reverencia a su ley. Si estuviesen siguiendo la luz y obedeciendo de todo corazón a la verdad, esta santa ley les parecería aún más preciosa cuando tanto se la desprecia y desecha. A medida que la falta de respeto por la ley de Dios se vuelve más manifiesta, se hace más distinta la raya de demarcación entre sus observadores y el mundo." (JT, T2, cap. El sello de Dios).
"Vi que al mirar hacia el cielo veremos luz y paz; pero al mirar al mundo, veremos que todo refugio nos faltará, y todo bien pasará pronto. No hay para nosotros ayuda sino en Dios; en este estado de confusión de la tierra podemos hallar serenidad, firmeza o seguridad tan sólo en la fuerza de una fe viva; no podemos tener paz si no descansamos en Dios ni esperamos su salvación. Resplandece sobre nosotros, una luz mayor que la que iluminó a nuestros padres. No podemos ser aceptados ni honrados por Dios prestando el mismo servicio o haciendo las mismas obras que nuestros padres. Para ser aceptados y bendecidos por Dios como lo fueron ellos, debemos imitar su fidelidad y celo, aprovechar nuestra luz como ellos aprovecharon la suya, y obrar como ellos habrían obrado si hubiesen vivido en nuestros días.
Debemos andar en la luz que resplandece sobre nosotros. De otra manera esa luz se trocará en tinieblas. Dios exige que manifestemos al mundo, por medio de nuestro carácter y nuestras obras, una medida del espíritu de unión que esté de acuerdo con las verdades sagradas que profesamos, y con el espíritu de las profecías que se están cumpliendo en estos postreros días. La verdad que hemos comprendido y la luz que ha resplandecido sobre nuestra alma nos juzgarán y condenarán si nos apartamos de ellas y nos negamos a ser guiados por ellas." (JT, T1, cap.Viene tiempo de angustia)
"El Redentor del mundo declara que hay pecados mayores que aquellos por los cuales fueron destruidas Sodoma y Gomorra. Los que oyen la invitación del Evangelio que llama a los pecadores al arrepentimiento, y no hacen caso de ella, son más culpables ante Dios que los habitantes del valle de Sidim. Mayor aun es el pecado de los que aseveran conocer a Dios y guardar sus mandamientos, y sin embargo, niegan a Cristo en su carácter y en su vida diaria. De acuerdo con lo indicado por el Salvador, la suerte de Sodoma es una solemne advertencia, no meramente para los que son culpables de pecados manifiestos, sino para todos aquellos que están jugando con la luz y los privilegios que vienen del cielo."(P.P. cap.14)
"En la Palabra de Dios tenemos, delante de nosotros, ejemplos de agentes celestiales que influían en la mente de reyes y gobernantes, mientras que al mismo tiempo también los instrumentos satánicos estaban influyendo sobre sus mentes. Ninguna elocuencia humana, mediante opiniones vigorosamente presentadas, puede cambiar la obra de los instrumentos satánicos. Satanás continuamente procura obstruir el camino, de modo que la verdad sea trabada por las ideas humanas; y los que tienen luz y conocimiento están en mayor peligro, a menos que continuamente se consagren a Dios humillando el yo y comprendiendo el peligro de la hora." (Exaltad a Jesús, Dic. 22)
"El que a ti me ha entregado --dijo Jesús,-- mayor pecado tiene." Con estas palabras, Cristo señalaba a Caifás, quien, como sumo sacerdote, representaba a la nación judía. Ellos conocían los principios que regían a las autoridades romanas. Habían tenido luz en las profecías que testificaban de Cristo y en sus propias enseñanzas y milagros. Los jueces judíos habían recibido pruebas inequívocas de la divinidad de Aquel a quien condenaban a muerte. Y según la luz que habían recibido, serían juzgados.
La mayor culpabilidad y la responsabilidad más pesada incumbían a aquellos que estaban en los lugares más encumbrados de la nación, los depositarios de aquellos sagrados cometidos vilmente traicionados. Pilato, Herodes y los soldados romanos eran comparativamente ignorantes acerca de Jesús. Insultándole trataban de agradar a los sacerdotes y príncipes. No tenían la luz que la nación judía había recibido en tanta abundancia. Si la luz hubiese sido dada a los soldados, no habrían tratado a Cristo tan cruelmente como lo hicieron."(DTG, cap. En el tribunal de Pilato)
"Son muchos los que en la actualidad se aferran a las costumbres y tradiciones de sus padres. Cuando el Señor les envía alguna nueva luz se niegan a aceptarla porque sus padres, no habiéndola conocido, no la recibieron. No estamos en la misma situación que nuestros padres, y por consiguiente nuestros deberes y responsabilidades no son los mismos tampoco. No nos aprobará Dios si miramos el ejemplo de nuestros padres para determinar lo que es nuestro deber, en vez de escudriñar la Biblia por nosotros mismos. Nuestra responsabilidad es más grande que la de nuestros antepasados. Somos deudores por la luz que recibieron ellos y que nos entregaron como herencia, y deudores por la mayor luz que nos alumbra hoy procedente de la Palabra de Dios." (CS, cap.8) (Ellen G. White)
D-2
Rom. 2:17,23,24 "...tú que te dices judío [ hoy diríamos: adventista
], y te apoyas en la ley...Tú que te enorgulleces de esa ley, ¿con
transgresión de la ley deshonras a Dios? Porque como está escrito, el nombre
de Dios es blasfemado entre los gentiles [hoy diríamos: no creyentes ] por
causa de NOSOTROS."
"¿Qué ha fallado?" se pregunta el devoto judío ortodoxo, con angustia y perplejidad. Hasta el día de hoy, se siente sinceramente perplejo cuando medita absorto en las antiguas predicciones que hizo el Señor a Abraham, Isaac y Jacob. "¿Cuándo despertará el Dios de nuestros padres y cumplirá sus largamente esperadas promesas de enviar un Mesías a Israel? ¿Cuándo hará de Jerusalem el júbilo de toda la tierra? ¿O han sido acaso en vano nuestros grandes anhelos mesiánicos?"
Los judíos que tienen la fortuna de poder ir a los lugares santos de Jerusalem, se reúnen en el muro de las lamentaciones, en el ángulo sudoeste del antiguo enclave del templo. Allí se deshacen entonces en súplicas y lamentaciones al Dios de sus padres.
Nos gustaría darles un toque en el hombro y decirles: "Amigos, ¡podéis dejar de lamentaros! El Dios de Abraham, Isaac y Jacob no se ha dormido ni descuidado. Ha cumplido su promesa. ¡Envió fielmente al Mesías en Jesús de Nazaret! El único problema es que vuestros antecesores, no reconociéndole, lo crucificaron".
¿Podría ser que para los devotos adventistas hubiese también una versión propia del muro de las lamentaciones?
Pondérese la cantidad sin fin de llamados y apelaciones hechas a los fieles para orar, en las semanas de oración anuales, los sermones de las sesiones de reavivamiento, las asambleas de la Asociación General y las anuales, para que el Señor cumpla su promesa y abra las ventanas del cielo para derramar sobre su pueblo los aguaceros refrescantes de la lluvia tardía. Desde que E. White describió su visión del 14 de mayo de 1851, relativa al "refrigerio" de la "lluvia tardía" (Primeros Escritos, p. 71), el adventismo ha acariciado la esperanza de que algún día Dios pueda finalmente otorgar la bendición y llevar la obra mundial de testificación a un final triunfante.
La lluvia tardía consistiría en el don último del Espíritu Santo para madurar el grano del evangelio para la cosecha, de la misma forma que las lluvias que precedían a la cosecha en la antigua Palestina permitían el cumplimiento de los sueños de los agricultores. La lluvia tardía desembocaría en el fuerte pregón del mensaje del tercer ángel y la gloriosa iluminación de toda la tierra con su gloria. ¡Entonces podría venir el Señor con poder y gran gloria!
¿Por qué no han sido contestadas esas súplicas, pronunciadas durante más de un siglo? ¿Por qué sigue a cada convocación la sensación frustrante de no ver la lluvia tardía?
Esas son preguntas que se hacen las personas reflexivas, especialmente los jóvenes. ¿Por qué consagrarse a una vida de sacrificio si los anhelos escatológicos que albergaron los pioneros parecen tan remotos? Evidentemente, la segunda venida de Jesús no puede tener lugar hasta no producirse los eventos tan largamente esperados. Pero para muchos adventistas en muchos lugares, la segunda venida se desvanece en las sombras de la incertidumbre. Lo mismo que para los judíos devotos llorando por el regreso del Mesías, se trata de esperar contra toda esperanza que los pioneros no estuviesen después de todo equivocados. De hecho, el honor del Dios de los pioneros está en juego. ¿Es fiel? ¿Vive aún?
Seguramente, seres celestiales desean darnos un toque en el hombro y decirnos: "¡Cesad en vuestro lamento por las peticiones sin respuesta! Vuestras peticiones durante 130 años fueron ya contestadas. El Señor cumplió su promesa a los pioneros. Dios envió ya el principio de la lluvia tardía y el fuerte pregón. El único problema es que vuestros padres fallaron en reconocer el don celestial cuando éste fue otorgado, y lo rechazaron de la misma forma en que los judíos rechazaron al Mesías hace dos mil años".
Una noticia tal es tan sorprendente para la mayor parte de los adventistas hoy como lo sería su homóloga para los judíos en el muro de las lamentaciones. Y sin embargo, es cierta." (R.J.Wieland , Introducción al mensaje de 1888, cap 1)
E-1 (jueves)
Joel 2:12-18,28 "...Ahora, dice Jesús, convertíos a mí con todo
vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento...Tocad trompeta EN SIÓN,
proclamad ayuno, CONVOCAD ASAMBLEA. REUNID AL PUEBLO...juntad a los
ancianos...LLOREN LOS SACERDOTES...Y Jesús, SOLÍCITO POR SÚ TIERRA,
PERDONARÁ a SU pueblo. Y DESPUÉS DE ESTO
derramaré mi Espíritu sobre TODA carne..."
"Como pueblo... somos muy deficientes en humildad, paciencia, fe, amor, abnegación, vigilancia y espíritu de sacrificio según la Biblia. Necesitamos cultivar la santidad bíblica. El pecado prevalece entre el pueblo de Dios. El claro mensaje de reprensión enviado a los laodicenses no es recibido. Muchos se aferran a sus dudas y pecados predilectos, a la par que están tan engañados que hablan y sienten como si nada necesitasen. Piensan que es innecesario el testimonio de reproche del Espíritu de Dios, o que no se refiere a ellos. Los tales se hallan en la mayor necesidad de la gracia de Dios y de discernimiento espiritual para poder descubrir su falta de conocimiento espiritual. Les falta casi toda cualidad necesaria para perfeccionar un carácter cristiano. No tienen el conocimiento práctico de la verdad bíblica que induce a la humildad en la vida y a conformar la voluntad a la de Cristo. No viven obedeciendo a todos los requerimientos de Dios.
No es suficiente el simple hecho de profesar creer la verdad. Todos los soldados de la cruz de Cristo se obligan virtualmente a entrar en la cruzada contra el adversario de las almas, a condenar lo malo y sostener la justicia. Pero el mensaje del Testigo Fiel revela el hecho de que nuestro pueblo está sumido en un terrible engaño, que impone la necesidad de amonestarlo para que interrumpa su sueño espiritual y se levante a cumplir una acción decidida." (JT. T1, cap. El mensaje a Laodicea)
"Muchos que profesan creer en la palabra de Dios parecen no comprender el engañoso trabajo del enemigo. No se dan cuenta de que el fin del tiempo está cerca. Pero Satanás lo sabe y, mientras los hombres duermen, él trabaja. Los deseos de la carne, los deseos de los ojos, la vanagloria de la vida dominan a hombres y mujeres. . . Egoísmo, corrupción y maldad de toda clase han tomado firme arraigo sobre los corazones. Muchos desdeñan la preciosa Palabra de Dios. Una novela o un libro de cuentos ocupan la atención y fascinan la mente. Lo que estimula la imaginación es ansiosamente devorado, mientras la Palabra de Dios es rechazada (Review and Herald, 2 de enero, 1900).
El mundo es el principal enemigo de la religión. Fuerzas satánicas están continuamente trabajando de un extremo a otro del mundo, y es el objetivo de Satanás relacionar tan estrechamente a la iglesia y el mundo que sus blancos, sus espíritus y sus principios puedan armonizar, y que sea imposible distinguir entre los que profesan servir a Dios y los que no le sirven. El enemigo trabaja continuamente para poner al mundo en la delantera." (Id, 26 de febrero, 1895).
"Dijo el ángel: "El hacha ha sido puesta a la raíz del árbol". Quienes se han gratificado en las bajas pasiones del corazón, se han hecho miembros de la iglesia. Si Dios hubiera puesto al hermano [R.] como supervisor de la grey, él habría podido ver el mal y la corrupción que existe en medio del pueblo de Dios. Pero el hacha no ha sido puesta a la raíz del árbol. Dios no ha mudado ni cambiado. Es un Dios celoso, y no considerará ahora el pecado con mayor concesión que la que ejerció sobre el antiguo Israel. El pecado es pecado. El pecado no ha sido considerado en toda su pecaminosidad, más bien se lo ha hecho aparecer como si fuera cosa liviana para Dios.
Me fue mostrado que el séptimo mandamiento ha sido violado por algunos que son considerados como miembros de iglesia. Esto ha traído sobre ellos el desagrado de Dios. Este es un pecado horrible en estos últimos días, pero la iglesia ... ha atraído el desagrado y la maldición de Dios sobre ella por considerar ese pecado tan livianamente. Vi que se trata de un pecado enorme y que no se ha llevado a cabo un esfuerzo vigilante como el que debería haberse hecho para no ocasionar el desagrado de Dios y evitar su desaprobación, mediante una disciplina estricta hacia el ofensor.
Ello ha producido una influencia terrible y corrupta sobre las jóvenes. Han visto cuán livianamente ha sido considerado el pecado de quebrantar el séptimo mandamiento. El que ha cometido este horrible pecado piensa que todo lo que tiene que hacer es confesar que fue un error, que lo lamenta, y luego puede gozar de todos los privilegios de la casa de Dios y recibir el abrazo de comunión de la iglesia.
Han llegado a pensar que no se trata de un pecado tan grande, y así consideran livianamente la violación del séptimo mandamiento. Ello era suficiente para retirar campamento el arca de Dios, en caso que no hubiera habido otro pecado que motivara el alejamiento del arca, debilitando así a Israel." (Testimonios acerca de conducta sexual...secc.9, cap39)
"Hoy también es necesario que se eleve una reprensión severa; porque graves pecados han separado al pueblo de su Dios. La incredulidad se está poniendo de moda aceleradamente. Millares declaran: "No queremos que éste reine sobre nosotros." (Luc. 19:14) Los suaves sermones que se predican con tanta frecuencia no hacen impresión duradera; la trompeta no deja oír un sonido certero. Los corazones de los hombres no son conmovidos por las claras y agudas verdades de la Palabra de Dios. Son muchos los cristianos profesos que dirían, si expresasen sus sentimientos verdaderos: ¿Qué necesidad hay de hablar con tanta claridad? Podrían preguntar también: ¿Qué necesidad tenía Juan el Bautista de decir a los fariseos: "¡Oh generación de víboras, ¿quién os enseñó a huir de la ira que vendrá?" (Luc. 3:7)
¿Había acaso alguna necesidad de que provocase la ira de Herodías diciendo a Herodes que era ilícito de su parte vivir con la esposa de su hermano? El precursor de Cristo perdió la vida por hablar con claridad. ¿Por qué no podría haber seguido él por su camino sin incurrir en el desagrado de los que vivían en el pecado?
Así han argüído hombres que debieran haberse destacado como fieles guardianes de la ley de Dios, hasta que la política de conveniencia reemplazó la fidelidad, y se dejó sin reprensión al pecado. ¿Cuándo volverá a oírse en la iglesia la voz de las reprensiones fieles?
"Tú eres aquel hombre." (2 Sam. 12:7) Es muy raro que se oigan en los púlpitos modernos, o que se lean en la prensa pública, palabras tan inequívocas y claras como las dirigidas por Natán a David. Si no escasearan tanto, veríamos con más frecuencia manifestaciones del poder de Dios entre los hombres. Los mensajeros del Señor no deben quejarse de que sus esfuerzos permanecen sin fruto, si ellos mismos no se arrepienten de su amor por la aprobación, de su deseo de agradar a los hombres, que los induce a suprimir la verdad.
Los ministros que procuran agradar a los hombres, y claman: Paz, paz, cuando Dios no ha hablado de paz, debieran humillar su corazón delante del Señor, y pedirle perdón por su falta de sinceridad y de valor moral. No es el amor a su prójimo lo que los induce a suavizar el mensaje que se les ha confiado, sino el hecho de que procuran complacerse a sí mismos y aman su comodidad.
El verdadero amor se esfuerza en primer lugar por honrar a Dios y salvar las almas. Los que tengan este amor no eludirán la verdad para ahorrarse los resultados desagradables que pueda tener el hablar claro. Cuando las almas están en peligro, los ministros de Dios no se tendrán en cuenta a sí mismos, sino que pronunciarán las palabras que se les ordenó pronunciar, y se negarán a excusar el mal o hallarle paliativos.
¡Ojalá que cada ministro comprendiese cuán sagrado es su cargo y santa su obra, y revelase el mismo valor que manifestó Elías! Como mensajeros designados por Dios, los ministros ocupan puestos de tremenda responsabilidad. A cada uno de ellos le toca cumplir este consejo: "Reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina." (2 Tim. 4:2) Deben trabajar en lugar de Cristo como dispensadores de los misterios del cielo, animando a los obedientes y amonestando a los desobedientes. Las políticas del mundo no deben tener peso para ellos. No deben desviarse de la senda por la cual Jesús les ha ordenado andar. Deben ir adelante con fe, recordando que los rodea una nube de testigos. No les toca pronunciar sus propias palabras, sino las que les ordenó decir Uno mayor que los potentados de la tierra. Su mensaje debe ser: "Así dijo Jehová." Dios llama a hombres como Elías, Natán y Juan el Bautista, hombres que darán su mensaje con fidelidad, irrespectivamente de las consecuencias; hombres que dirán la verdad con valor, aun cuando ello exija el sacrificio de todo lo que tienen. Dios no puede usar hombres que, en tiempo de peligro, cuando se necesita la fortaleza, el valor y la influencia de todos, temen decidirse firmemente por lo recto. Llama a hombres que pelearán fielmente contra lo malo, contra principados y potestades, contra los gobernantes de las tinieblas de este mundo, contra la impiedad espiritual de los encumbrados. A los tales dirigirá las palabras: "Bien, buen siervo y fiel; . . . entra en el gozo de tu Señor." (Mat. 25:23) (E.G.White, P.R. cap10)
E-2
¿HAY BUENAS NUEVAS PARA "EL PUEBLO DEL JUICIO"?
Zac.13:1 "En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David [Dirigentes, Ministros] y para los habitantes de Jerusalem [laicos], para la purificación del pecado."
Dan. 9:24-28. El ángel de Dios, al explicar a Daniel la verdad concerniente a los 2.300 días, declaró también el gran objetivo del Señor en ese tiempo, en relación con judíos y gentiles. Las setenta semanas, o 490 años delimitados para los judíos y Jerusalem, se especifica que son "para acabar la prevaricación, poner fin al pecado, expiar la iniquidad, traer la justicia de los siglos, sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos". Dan. 9:24.
Tal es el verdadero propósito de Dios en el santuario y sus servicios, en todo tiempo: sea en la figura o en el verdadero, para judíos o gentiles, en la tierra como en el cielo. Setenta semanas, o 490 años, era lo concedido a los judíos, para que alcanzasen el cumplimiento o consumación de ese propósito, por y en ellos. A fin de lograrlo, el mismo Cristo vino a ese pueblo, entre todos los pueblos, para mostrarles el Camino, y conducirlos por ese Camino. Pero no lo recibieron. En lugar de ver en él el misericordioso Ser que acabaría la prevaricación, pondría fin al pecado, expiaría la iniquidad y traería la justicia de los siglos a toda alma, vieron en él solamente a "Belzebú, príncipe de los demonios"; vieron a uno en el lugar del cual escogerían decididamente a un malhechor; a uno que repudiarían abiertamente en tanto que Rey, escogiendo no tener otro rey que al César romano; a uno que no juzgaron digno de otra cosa que no fuese la crucifixión y expulsión del mundo. Para un pueblo tal, y en un pueblo tal como ese, ¿podría él poner fin a la prevaricación, poner fin al pecado, expiar la iniquidad y traer la justicia de los siglos? Imposible. Imposible por su propia obstinada rebelión. En lugar de permitírsele efectuar una obra tan misericordiosa y maravillosa en favor de ellos, desde la profundidad de la pena y dolor divinos, se vio compelido a exclamar: "¡Jerusalem, Jerusalem, que matas a los profetas, y apedreas a los que son enviados a ti! ¡cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina junta sus pollos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí que vuestra casa os es dejada desierta". "El reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que haga los frutos de él". Mat. 23:37,38; 21:43.
Tras el rechazo de los judíos, el reino de Dios se dio a la nación gentil. Y todo cuanto debía haberse hecho por los judíos en los 490 años a ellos dedicados, pero que de ninguna forma consintieron en que se realizara, eso mismo es lo que debe hacerse por los gentiles, a quienes se da el reino de Dios, en los 1.810 años que se les concede. Y esa obra consiste en "acabar la prevaricación, poner fin al pecado, expiar la iniquidad, traer la justicia de los siglos, sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos". Eso puede solamente realizarse en la consumación del misterio de Dios, en la purificación del verdadero santuario cristiano. Y eso se efectúa en el verdadero santuario, precisamente acabando la prevaricación (o transgresión) y poniendo fin a los pecados en el perfeccionamiento de los creyentes en Jesús, de una parte; y de la otra parte, acabando la prevaricación y poniendo fin a los pecados en la destrucción de los malvados y la purificación del universo de toda mancha de pecado que jamás haya existido en él.
La consumación del misterio de Dios es el cumplimiento final de la obra del evangelio. Y la consumación de la obra del evangelio es, primeramente, la erradicación de todo vestigio de pecado y el traer la justicia de los siglos, es decir, Cristo plenamente formado en todo creyente, Dios sólo manifestado en la carne de cada creyente en Jesús; y en segundo lugar, y por otra parte, la consumación de la obra del evangelio significa precisamente la destrucción de todos quienes hayan dejado de recibir el evangelio (2 Tes. 1:7-10), ya que no es la voluntad del Señor preservar la vida a hombres cuyo único fin sería acumular miseria sobre sí mismos.
Sabemos que en el servicio del santuario terrenal, cuando había finalizado la obra del evangelio en el ciclo anual en beneficio de quienes habían tomado parte en él, aquellos que, por el contrario, no habían participado, eran cortados o excluidos. "Lo cual era figura de aquel tiempo presente", y enseña de forma inequívoca que en el servicio del verdadero santuario, cuando haya finalizado la obra del evangelio para todos quienes participen en él, entonces, todos aquellos que no hayan tomado parte, serán excluidos. Así, en ambos sentidos, la consumación del misterio de Dios significa poner fin al pecado para siempre.
En el servicio del santuario terrenal vemos también que para producirse la purificación, completándose así el ciclo de la obra del evangelio, debía primero alcanzar su cumplimiento en las personas que participaban en el servicio. En otras palabras: En el santuario mismo no se podía acabar la prevaricación, poner fin al pecado, expiar la iniquidad ni traer la justicia de los siglos, hasta que todo ello se hubiese cumplido en cada persona que participaba del servicio del santuario. El santuario mismo no podía ser purificado antes de que lo fuera cada uno de los adoradores. El santuario no podía ser purificado mientras se continuase introduciendo en él un torrente de iniquidades, transgresiones y pecados, mediante la confesión del pueblo y la intercesión de los sacerdotes. La purificación del santuario como tal, consistía en la erradicación y expulsión del santuario, de todas las transgresiones del pueblo, que por el servicio de los sacerdotes se había ido introduciendo en él, en el servicio de todo el año. Y ese torrente debe detenerse en su fuente, en los corazones y vidas de los adoradores, antes de que el santuario mismo pueda ser purificado.
De acuerdo con lo anterior, lo primero que se efectuaba en la purificación del santuario, era la purificación del pueblo. Lo que era esencial e imprescindible para la purificación del santuario, para acabar la prevaricación, poner fin al pecado, expiar la iniquidad y traer la justicia de los siglos, era acabar la prevaricación, poner fin al pecado, expiar la iniquidad y traer la justicia de los siglos en el corazón y vida de cada uno de entre el pueblo. Cuando se detenía en su origen el torrente que fluía hacia el santuario, entonces, y solo entonces, podía el propio santuario ser purificado de los pecados y transgresiones del pueblo, que se habían introducido en él mediante la intercesión de los sacerdotes.
Y todo eso "era figura de aquel tiempo presente", "figura del verdadero". Se nos enseña pues, claramente, que el servicio de nuestro gran Sumo Sacerdote en la purificación del verdadero santuario debe ser precedida por la purificación de cada uno de los creyentes, la purificación de cada uno de los que participen en ese servicio del verdadero Sumo Sacerdote en el verdadero santuario. Es imprescindible que acabe la prevaricación, que se ponga fin al pecado, que se expíe la iniquidad y se traiga la justicia de los siglos en la experiencia de todo creyente en Jesús, antes de que pueda cumplirse la purificación del verdadero santuario.
Tal es el preciso objetivo del verdadero sacerdocio en el verdadero santuario. Los sacrificios, el sacerdocio y el ministerio en el santuario que no era más que una mera figura para aquel tiempo presente, no podían realmente quitar el pecado, no podían hacer perfectos a los que se allegaban a él. Pero el sacrificio, el sacerdocio y el ministerio de Cristo en el verdadero santuario, quita los pecados para siempre, hace perfectos a cuantos se allegan a él, hace "perfectos para siempre a los santificados". (A.T.Jones, El camino consagrado. cap.15)
(Selección: D.A.)