Lección Nº 1. "El profeta que no era profeta"


A-1 (domingo)
1 Cor.1:26-29 "...lo necio del mundo escogió Dios..."

"Nuestro Salvador no ignora a los instruidos ni desprecia la educación. Sin embargo, eligió a pescadores incultos para la obra evangélica, porque no habían sido educados en las costumbres falsas y en las tradiciones del mundo. Eran hombres de habilidad natural y poseían un espíritu humilde susceptible de ser educado; eran hombres a quienes podía educar para su gran obra. En los oficios comunes de la vida, hay más de una persona que desempeña pacientemente sus tareas cotidianas, sin percatarse de que posee facultades que, si las pusiera en acción, la elevarían a una posición igual a la de los hombres más respetados del mundo.

Jesús ha dado a cada hombre su obra, tomándolo del estrecho círculo que le había trazado su egoísmo, anulando líneas divisorias y todas las otras distinciones artificiales de la sociedad; no pone límite para el celo misionero, sino que ordena a sus seguidores extender sus labores hasta lo último de la tierra.

Los que Dios escoge para que sean sus obreros no son siempre los más talentosos en la estima del mundo. A veces elige hombre analfabetos . Son testigos de Dios que siguen su ejemplo de compasión y amor, atribuyendo toda la gloria a Aquel a quien aman y sirven.

Constantemente están aprendiendo del gran Maestro mientras alcanzan niveles más elevados de perfección; no obstante, siempre tienen un sentido de su debilidad e inferioridad. Son atraídos hacia arriba por la intensa admiración y el amor que sienten por la belleza del carácter de Cristo. Practican sus virtudes, porque sus vidas se asemejan a la de Cristo. Avanzan siempre hacia adelante y hacia arriba, siendo una bendición para el mundo y un honor para su Redentor. Cristo dice de ellos: "Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad" (Mat. 5:5). (E.G.W.)

A-2
Rom.1:1 "... siervo de Jesucristo ..."

"Algunos se avergonzarían de definirse como siervos; pero tal no fue el caso de los apóstoles.

Hay una gran diferencia, dependiendo de a quién servimos. La importancia del siervo deriva de la dignidad de aquel a quien sirve. Pablo servía al Señor Jesucristo. Está al alcance de todos el servir al mismo Amo. "¿No sabéis que a quien os prestáis vosotros mismos por siervos para obedecerle, sois siervos de aquel a quien obedecéis? (Rom. 6:16). Hasta el mismo empleado del hogar que se entrega al Señor es siervo del Señor, y no del hombre. "Siervos, obedeced en todo a vuestros amos carnales, no sirviendo al ojo, como los que agradan a los hombres, sino con sencillez de corazón, temiendo a Dios: Y todo lo que hagáis, hacedlo de ánimo, como al Señor, y no a los hombres; Sabiendo que del Señor recibiréis la compensación de la herencia: porque al Señor Cristo servís" (Col. 3:22-24). Una consideración tal no puede por menos que dignificar la labor más humilde y rutinaria que quepa imaginar.

Nuestra versión no expresa toda la fuerza del término que el apóstol emplea al llamarse "siervo". En realidad es "siervo esclavo". Empleó el término con el que se referían normalmente a los esclavos. Si somos realmente los siervos del Señor, somos sus esclavos de por vida. Pero es el tipo de esclavitud que lleva en sí misma la libertad. "Porque el que en el Señor es llamado siendo siervo, liberto es del Señor: asimismo también el que es llamado siendo libre, siervo es de Cristo" (1 Cor. 7:22).

El apóstol Pablo fue "apartado para el evangelio". Así lo es todo aquel que sirve realmente al Señor. "Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se llegará al uno y menospreciará al otro: no podéis servir a Dios y a Mammón" (Mat. 6:24). Nadie puede servir al Señor, y además a algún otro señor.

¿Significa que un empresario o un hombre de negocios no puede ser un buen cristiano? Nada lo impide. Lo que venimos diciendo es que un hombre no puede servir al Señor, y al mismo tiempo estar sirviendo a otro amo. "Y todo lo que hacéis, sea de palabra, o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por él" (Col. 3:17). Si el hombre de negocios no está sirviendo al Señor en sus negocios, entonces no está sirviendo al Señor en absoluto. El verdadero siervo de Dios es realmente "apartado para".

Pero eso no significa que se aísla a sí mismo del contacto personal con el mundo. La Biblia no justifica la reclusión monástica. El pecador de quien menos esperanza hay es aquel que se siente demasiado bueno como para asociarse con pecadores. ¿Cómo pues hemos de ser apartados para el evangelio? Por la presencia de Dios en el corazón. Moisés dijo al Señor: "Si tu rostro no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí. ¿Y en qué se conocerá aquí que he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, sino en andar tú con nosotros, y que yo y tu pueblo seamos apartados de todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra?" (Éx. 33:15,16).

Pero aquel que es apartado para el ministerio público del evangelio, tal como lo fue el apóstol Pablo, es apartado en el especial sentido de no poder implicarse en otros negocios cuyo fin sea la ganancia personal. "Ninguno que milita se embaraza en los negocios de esta vida; a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado" (2 Tim. 2:4). No puede ostentar ninguna posición ante los gobiernos de la tierra, sea lo elevada que sea. Tal cosa deshonraría a su Señor, y comprometería su servicio. El ministro del evangelio es el embajador de Cristo, y ninguna otra posición se le puede aproximar en honor." (E. J. Waggoner)

B-1 (lunes)
(Mat. 24:37) "Mas como en los días de ..."

"Me siento perturbada cuando veo a muchos regocijándose en la prosperidad temporal, porque los que poseen tesoros mundanales raramente buscan con fervor asegurarse el celestial. Están en peligro de caer en tentación y trampa, y en muchas codicias necias y dañosas que hunden al hombre en la destrucción.

La aflicción y la adversidad pueden causar muchos inconvenientes y ocasionar profunda depresión, pero es la prosperidad lo que puede hacer peligrar la vida espiritual. A menos que el individuo se someta constantemente a la voluntad de Dios, a menos que haya sido santificado por la verdad y posea la fe que obra por el amor y purifica el alma, la prosperidad seguramente despertará la inclinación natural a la presunción.

En el valle de la humillación, donde los hombres dependen de Dios para que les enseñe y los guíe a cada paso, existe relativa seguridad. Empero, los que tienen una relación viva con Dios oren por quienes se hallan en la encumbrada cima, los que por su posición exaltada, se espera que tengan mucha sabiduría. A menos que los tales sientan su necesidad de un Brazo más fuerte que el brazo humano en el cual apoyarse, a menos que dependan del Señor, su visión de las cosas se distorsionará, y fracasarán.

El Señor me ha instruido para que inste al hombre a entender que es un ser humano. La iglesia de Cristo necesita mantener una estrecha comunión con el Señor Jesús. Los que más sienten su dependencia de Dios son generalmente los que tienen menos tesoros terrenales de los cuales depender. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Apoc. 3: 17.

¿En qué consiste la miseria y la desnudez de los que se sienten ricos y enriquecidos? Es la carencia de la justicia de Cristo. Debido a su justicia propia se los representa como cubiertos de andrajos, no obstante lo cual se vanaglorian que están ataviados con la justicia de Cristo. ¿Puede haber un engaño más grande? Tal como los representa el profeta, podrían estar clamando: "Templo de Jehová, templo de Jehová es éste" (Jer. 7: 4), mientras sus corazones están llenos de tráfico impío y comercio injusto.

Los atrios del templo del alma pueden ser antros de envidia, orgullo, pasión, malas sospechas, amargura y hueco formalismo. Cristo contempla apesadumbrado a los que profesan ser su pueblo, que se sienten ricos y enriquecidos en el conocimiento de la verdad, no obstante lo cual no manifiestan la verdad en su vida y en su carácter, y son inconscientes de su condición. En su pecado y su incredulidad consideran livianamente las advertencias y los consejos de los siervos de Dios, y tratan a sus embajadores con sarcasmo y desprecio, al mismo tiempo que consideran sus palabras de reprensión como si fueran charlas sin importancia. Parecen haber perdido la facultad de discernir y de distinguir entre la luz que Dios les envía y las tinieblas que proceden del enemigo de sus almas.

Los que ocultan su luz de modo que el mundo no distinga entre ellos y los que andan en tinieblas, pronto perderán todo su poder para difundir la luz. Son los representados por las cinco vírgenes necias, y cuando venga la crisis, cuando se escuche la llamada: "¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!" (Mat. 25: 6), se levantarán para encontrar que sus lámparas están apagadas, que se han mezclado con los elementos del mundo y no se han provisto del aceite de la gracia. Fueron adormecidos por las exclamaciones de paz y seguridad, y no mantuvieron encendidas sus lámparas. En medio de sus tinieblas, piden aceite, pero es imposible que un cristiano imparta carácter a otra alma. El carácter no se puede transferir. Los que aman la comodidad, el mundo y la moda, y siguen profesando el cristianismo, no irán a la fiesta de bodas del Cordero con los que son simbolizados por las cinco vírgenes prudentes. Cuando solicitan entrada, se les dice que la puerta está cerrada. Ahora es el tiempo de impartir luz...

¿Por qué están tan adormecidos los soldados de Cristo? ¿por qué revelan tanta indiferencia? Sencillamente porque tienen poca comunión verdadera con Cristo, porque están destituidos de su Espíritu. No sienten por el pecado la repulsión y el odio que sentía su Maestro. No lo rechazan como lo rechazó Cristo con decisión y energía. No se dan cuenta del inmenso mal y de la malignidad del pecado, y están ciegos en lo que respecta al carácter y al poder del príncipe de las tinieblas. Es poca la enemistad que se siente contra Satanás y sus obras, porque hay mucha ignorancia acerca de su poder y de su malicia, y no se echa de ver el inmenso alcance de su lucha contra Cristo y su iglesia. Multitudes están en el error a este respecto. No saben que su enemigo es un poderoso general que dirige las inteligencias de los ángeles malos y que, merced a planes bien combinados y a una sabia estrategia, guerrea contra Cristo para impedir la salvación de las almas. Entre los que profesan el cristianismo y hasta entre los ministros del Evangelio, apenas si se oye hablar de Satanás, a no ser tal vez de un modo incidental desde lo alto del púlpito. Nadie se fija en las manifestaciones de su actividad y éxito continuos. No se tienen en cuenta los muchos avisos que nos ponen en guardia contra su astucia; hasta parece ignorarse su existencia.

Mientras los hombres desconocen los artificios de tan vigilante enemigo, éste les sigue a cada momento las pisadas. Se introduce en todos los hogares, en todas las calles de nuestras ciudades, en las iglesias, en los consejos de la nación, en los tribunales, confundiendo, engañando, seduciendo, arruinando por todas partes las almas y los cuerpos de hombres, mujeres y niños, destruyendo la unión de las familias, sembrando odios, rivalidades, sediciones y muertes. Y el mundo cristiano parece mirar estas cosas como si Dios mismo las hubiese dispuesto y como si debiesen existir.

Satanás está tratando continuamente de vencer al pueblo de Dios, rompiendo las barreras que lo separan del mundo. Los antiguos israelitas fueron arrastrados al pecado cuando se arriesgaron a formar asociaciones ilícitas con los paganos. Del mismo modo se descarría el Israel moderno. "El Dios de este siglo cegó los entendimientos de los incrédulos, para que no les resplandezca la lumbre del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios." (2 Corintios 4: 4.) Todos los que no son fervientes discípulos de Cristo, son siervos de Satanás. El corazón aún no regenerado ama el pecado y tiende a conservarlo y paliarlo. El corazón renovado aborrece el pecado y está resuelto a resistirle. Cuando los cristianos escogen la sociedad de los impíos e incrédulos, se exponen a la tentación. Satanás se oculta a la vista y furtivamente les pone su venda engañosa sobre los ojos. No pueden ver que semejante compañía es la más adecuada para perjudicarles; y mientras más se van asemejando al mundo en carácter, palabras y obras, más y más se van cegando.

Al conformarse la iglesia con las costumbres del mundo, se vuelve mundana, pero esa conformidad no convierte jamás al mundo a Cristo. A medida que uno se familiariza con el pecado, éste aparece inevitablemente menos repulsivo. El que prefiere asociarse con los siervos de Satanás dejará pronto de temer al señor de ellos." (E.G.W.)

B-2
"Cuando comparamos nuestra devoción por Cristo con su devoción por nosotros, con la magnitud de su sacrificio y don eternos, comprendemos que el término "tibieza" es la descripción apropiada de todos nosotros (en el mejor de los casos). ¿Cómo puede una iglesia tibia estar preparada para su próxima venida en gloria? Cristianos sinceros opinan que no hay mayor problema, que la iglesia siempre ha estado en esa condición tibia, y que así ha de continuar indefinidamente. Les parece que Cristo regresará cuando él este preparado, y si por entonces hay pocos o ninguno preparados, entre sus seguidores, tanto peor para ellos. ¡Mala suerte! Tal les parece que podría muy bien ser el final de la citada gran controversia.

Pero prestemos atención a este hecho: Jesús dice que la tibieza de su iglesia le produce nauseas, hasta el punto de hacerle sentir como si estuviera a punto de vomitar (así lo presenta Apocalipsis 3:17). ¿Cómo puede venir a buscar una iglesia que le produce un estado tan profundo de insatisfacción? Por otra parte, ha de tener lugar lo que la Biblia describe como "las bodas del Cordero", antes que él pueda llevar a su pueblo a la gloria (Apoc. 19:7 al 9). ¿Cómo puede venir Cristo a las bodas, si "su esposa [NO] se ha preparado"? ¿Acudirías a tu cita nupcial ante un novio o novia que te produjese nauseas?

Es de todo punto imprescindible resolver el problema de la tibieza. Si Jesús no pudiera finalmente resolverlo, el conflicto habría terminado en derrota ante el universo. ¿Cómo podría ocupar el trono del corazón de sus seguidores, si es que no hubiese podido antes liberarlos de ese estado de entrega a medias, de esa devoción mesurada que comparte los intereses mundanos, de esa situación de parálisis espiritual? Algunos piensan que un repentino desastre, o muchos de ellos, producirían una mejora de las cosas. En su día se permitió que Babilonia destruyera a Jerusalem... Si está próxima tu boda y tu novia exhibe una tibieza preocupante, nunca pienses que haciendo explotar una bomba cerca de su casa lograrás que te aprecie a base de aterrorizarla, ayudándole así a decidirse por formar un hogar estable y feliz contigo. Dios puede emplear o permitir situaciones que nos lleven a reflexionar o a despertar, pero no hay ninguna cantidad de miedo suficiente como para producir la respuesta del amor y la devoción indivisa. No, el miedo no es la respuesta. Jesús ha de ganar definitivamente el amor y la entrega sin reservas de su iglesia, no atemorizando, sino convenciendo. De otra forma, su iglesia lo estaría despojando ante el mundo y el universo, del honor y la gloria de los que "el Cordero es digno".

Que su iglesia vea la cruz de Cristo, lo que cumplió en su sacrificio, lo que le costó al cielo salvarnos, cómo murió la segunda muerte (la auténtica y definitiva) de cada uno. Es la razón por la que el libro de Apocalipsis insiste en presentar a Cristo como al "Cordero... inmolado" una y otra vez. No podrás contemplarlo sin amarlo de todo corazón."

"Es por fortuna que desde la caída, la culpabilidad del hombre haya permanecido parcialmente inconsciente, ya que si se hubiese dado plena cuenta de ella le habría acarreado la destrucción. De ahí la misericordiosa declaración del Creador [ margen de la versión King James] : "en el día que comas de él, habrás de morir" (Gén. 2:17). Si Adán y Eva hubiesen sido plenamente conscientes de su culpabilidad en el Edén, eso les habría causado la muerte, tal como la causó a Cristo en la cruz. Hasta la venida de Cristo, nadie la había sentido en su plenitud. Únicamente " al que no conoció pecado, por nosotros lo hízo pecado" (2 Cor. 5:21).

La razón auténtica por la que actuamos, frecuentemente nos está velada. Puesto que el reconocimiento de la verdadera motivación nos horrorizaría, "detenemos la verdad con injusticia", como dice Pablo. Podemos creer muy sinceramente que estamos actuando según un sentido de justicia, cuando la auténtica motivación puede en realidad ser la crueldad. Podemos muy sinceramente creer que actuamos impulsados por el amor, cuando lo que nos mueve en realidad es el afán de ser aceptados por los demás. Podemos considerar que actuamos por un sentimiento del deber, cuando en realidad es la vanidad la que nos guía. Podemos creer que estamos seguros en "nuestra justificación por la fe", cuando en realidad nos motiva una preocupación egocéntrica por seguridad personal, lo que implica de hecho que estamos "bajo la ley", en manifiesta ignorancia de la genuina fe neotestamentaria. Podemos pensar que es el amor de Cristo el que nos constriñe, siendo que ciertamente estamos faltos de "comprender bien ...la anchura y la longitud y la profundidad y la altura" de ese amor, y por lo tanto, estamos en realidad viviendo para nosotros mismos, que es lo que justamente la cruz debería hacer imposible (2 Cor. 5:14, 15).

Esas racionalizaciones pueden significar un poderoso autoengaño. Y cuando más ardientemente queramos protegernos de un encuntro cara a cara con nuestras auténticas motivaciones, mas desesperadamente nos aferraremos a nuestras suposiciones equivocadas. Y sin embargo, el estado real de "y no conoces" ó "y no sabes", no es algo tan lejano y recóndito como para que no podamos reconocer que está ahí (Ap. 3:17). Podemos vislumbrarlo si con la ayuda de Dios rápidamente miramos hacia nosotros mismos de manera honesta, y aceptamos la Palabra de Dios con sinceridad e inteligencia.

El colmo del autoengaño se produce, desde luego, cuando uno individualmente, el pueblo corporativamente, y los dirigentes de forma personal ,creemos estar motivados por un sano deseo de preservar "la nación", crucificando a Cristo por la motivación real de "enemistad contra Dios". Así, "no saben lo que hacen" (Luc. 23:34). Y siglos después llega el triste día en que los dirigentes del pueblo de Dios, creyéndose sinceramente motivados por "mantenerse en los antiguos hitos" y preservar el "mensaje de los tres ángeles" rechazan en realidad el principio de la lluvia tardía y el fuerte clamor. En 1888, una vez más "no saben lo que hacen",y crucifican de nuevo a Cristo en la persona del Espiritu Santo.

Ahora, habiendo pasado décadas desde entonces, otra forma de autoengaño nos amenaza. Interpretamos los bautismos en masa, en los paises del tercer mundo, como una evidencia de que hemos aceptado la una vez rechazada lluvia tardía, y que por lo tanto, nuestra condición espiritual es satisfactoria. Una vez más, pues, nos jactamosde que "soy rico y estoy enriquecido [crecimiento de la membresía]...y de ninguna cosa tengo necesidad". De acuerdo con el mensaje a Laodicea, por lo tanto, el Salvador debe estar todavía orando por nosotros en estos terminos: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen".

La gran victoria de la iglesia pertenece todavía al futuro y no se producirá antes que aceptemos el remedio divinamente señalado para nuestra situación actual: EL ARREPENTIMIENTO." (R.J.W.)

C-1 (martes)
(Eze. 8:12) "..¿has visto las cosas que los ancianos de Israel hacen en tinieblas?"

"En el último gran día, cada palabra, cada acto serán sometidos a la prueba decisiva del Juez de toda la tierra. . . El Señor pide un arrepentimiento de corazón a los que pretenden ser su pueblo. El desenfreno no debe encontrar lugar en sus vidas. Debe guardarse celosamente a la iglesia de Dios de toda sombra de deshonestidad, de toda mancha de corrupción. El amor de Cristo se opone sin ambages a toda avaricia, todo orgullo, toda pretensión, El Señor demanda corazones humildes y contritos. El obrará mediante su Santo Espíritu sobre todos los que le permitan hacerlo, todos lo que lo aman y guardan sus mandamientos. Y ellos harán que sea tan manifiesta la presencia y el poder de Dios en sus vidas que los enemigos de la verdad se verán compelidos a decir que Dios y sus ángeles verdaderamente son los amigos y ayudadores de aquellos que le sirven.

Las divisiones no son el fruto de la justicia, sino del diablo. El gran obstáculo para nuestro avance en este tiempo es el egoísmo que impide que los creyentes tengan verdadero compañerismo el uno con el otro. La última oración que Jesús ofreció por sus discípulos antes de su enjuiciamiento fue que pudieran llegar a ser uno con El. Satanás está determinado a que no se logre esta unidad, porque ella es el testimonio más fuerte que puede darse de que Dios verdaderamente envió a su Hijo a reconciliar al mundo con el Cielo."

"Y clamó en mis oídos con gran voz, diciendo: Los visitadores de la ciudad han llegado, y cada uno trae en su mano su instrumento para destruir." (Eze. 9:1)

"Y llamó Jehová al varón vestido de lienzos, que tenía a su cintura la escribanía de escribano. Y díjole Jehová: Pasa por medio de la ciudad, por medio de Jerusalem, y pon una señal en la frente a los hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella. Y a los otros dijo a mis oídos: Pasad por la ciudad en pos de él, y herid; no perdone vuestro ojo, ni tengáis misericordia. Matad viejos, mozos y vírgenes, niños y mujeres, hasta que no quede ninguno: mas a todo aquel sobre el cual hubiera señal, no llegaréis; y habéis de comenzar desde mi santuario. Comenzaron pues desde los varones ancianos que estaban delante del templo." (Vers. 3-6)

Jesús está por abandonar el propiciatorio del santuario celestial, para ponerse vestiduras de venganza, y derramar su ira en juicio contra aquellos que no han respondido a la luz que Dios les ha dado. "Porque no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos lleno para hacer mal." (Ecle. 8:11) En vez de enternecerse por la paciencia y tolerancia que el Señor ha manifestado hacia ellos, los que no temen a Dios ni aman la verdad fortalecen su corazón en la mala conducta. Pero aún la tolerancia de Dios tiene límites, y muchos están superándolos. Han sobrepasado los límites de la gracia, y por lo tanto Dios debe intervenir y vindicar su propio honor.

Acerca de los amorreos el Señor dijo: "Y en la cuarta generación volverán acá: porque aun no está cumplida la maldad del Amorrheo hasta aquí." (Gén. 15:16) Aunque dicha nación se destacaba por su idolatría y corrupción, no había llenado todavía la copa de su iniquidad, y Dios no quiso dar la orden de que se la destruyese completamente. Ese pueblo había de ver el poder divino manifestado en forma tan señalada que iba a quedar sin excusa. El compasivo Creador estaba dispuesto a soportar su iniquidad hasta la cuarta generación. Entonces, si no mejoraban, los juicios iban a caer sobre ellos.

Dios llama a cuenta las naciones

Con infalible exactitud, el Ser Infinito sigue llevando una cuenta con todas las naciones. Mientras ofrece su misericordia, con invitaciones al arrepentimiento, esta cuenta permanece abierta; pero cuando las cifras llegan a cierta cantidad que Dios ha fijado, comienza el ministerio de su ira. La cuenta se cierra. Cesa la paciencia divina. Entonces ya no intercede la misericordia en su favor.

Al profeta, mientras miraba a través de las edades, se le presentó este tiempo en visión. Las naciones de esta época han recibido misericordia sin precedentes. Les han sido dadas las bendiciones más selectas del cielo, pero el orgullo intensificado, la codicia, la idolatría, el desprecio de Dios y la vil ingratitud, son cosas anotadas contra ellas. Están cerrando rápidamente su cuenta con Dios.

Pero lo que me hace temblar es el hecho de que aquellos que han tenido la mayor luz y los mayores privilegios han sido contaminados por la iniquidad prevaleciente. Bajo la influencia de los injustos que los rodean, muchos, aun de entre los que profesan la verdad, se han enfriado y son arrastrados por la fuerte corriente del mal. El desprecio universal en que se tiene la verdadera piedad y santidad, induce a los que no se relacionan estrechamente con Dios a perder la reverencia a su ley. Si estuviesen siguiendo la luz y obedeciendo de todo corazón a la verdad, esta santa ley les parecería aún más preciosa cuando tanto se la desprecia y desecha. A medida que la falta de respeto por la ley de Dios se vuelve más manifiesta, se hace más distinta la raya de demarcación entre sus observadores y el mundo. El amor hacia los preceptos divinos aumenta en una clase de personas en la medida en que en otra clase aumenta el desprecio hacia ellos.

La crisis se está acercando rápidamente. Las cifras que suben velozmente demuestran que está por llegar el tiempo de la visitación de Dios. Aunque le repugna castigar, castigará sin embargo, y lo hará prestamente. Los que andan en la luz verán señales de un peligro inminente; pero no han de permanecer sentados en tranquila y despreocupada espera de la ruina, consolándose con la creencia de que Dios protegerá a su pueblo en el día de la visitación. Lejos de ello. Deben comprender que es su deber trabajar diligentemente para salvar a otros, esperando en Dios con fe vigorosa para obtener ayuda. "La oración del justo, obrando eficazmente puede mucho." (Sant. 5:16)

La levadura de la piedad no ha perdido todo su poder. En el tiempo en que son mayores el peligro y la depresión de la iglesia, el pequeño grupo que se mantiene en la luz estará suspirando y clamando por las abominaciones que se cometen en la tierra. Pero sus oraciones ascenderán más especialmente en favor de la iglesia, porque sus miembros están obrando a la manera del mundo.

No serán vanas las oraciones de estos pocos fieles. Cuando el Señor salga como vengador, vendrá también como protector de todos aquellos que hayan conservado la fe en su pureza y se hayan mantenido sin mancha del mundo. Será entonces el tiempo en que Dios prometió vengar a sus escogidos que claman día y noche, aunque sea longánime con ellos.

La orden es: "Pasa por medio de la ciudad, por medio de Jerusalem, y pon una señal en la frente a los hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella." (Eze. 9:4) Estos que suspiran y lloran han estado ofreciendo las palabras de vida; han reprendido, han aconsejado y suplicado. Algunos de los que estaban deshonrando a Dios se han arrepentido y han humillado su corazón delante de él. Pero la gloria del Señor se ha apartado de Israel; aunque muchos perseveraban en las formas de la religión, faltaban el poder y la presencia de Dios.

En el tiempo en que su ira se manifieste con castigos, estos humildes y consagrados discípulos de Cristo se distinguirán del resto del mundo por la angustia de su alma, expresada en lamentaciones y lloros, reproches y amonestaciones. Mientras que otros procuran arrojar un manto sobre el mal existente, y excusar la gran impiedad que prevalece por doquiera, los que tienen celo por el honor de Jehová y amor por las almas no callarán para obtener el favor humano. Sus almas justas se afligen día tras día por las obras y conversaciones profanas de los impíos. Son impotentes para detener el torrente de la iniquidad; de ahí que se llenen de pesar y alarma. Lloran delante de Dios al ver la religión despreciada en los mismos hogares de aquellos que han tenido gran luz. Se lamentan y afligen sus almas porque en la iglesia hay orgullo, avaricia, egoísmo y engaño de casi toda clase. El Espíritu de Dios, que inspira la reprensión, es pisoteado, mientras triunfan los siervos de Satanás. Dios queda deshonrado, la verdad anulada.

Aquellos que no sienten pesar por su propia decadencia espiritual ni lloran sobre los pecados ajenos quedarán sin el sello de Dios. El Señor ordena a sus mensajeros, los hombres que tienen las armas de matanza en la mano: "Pasad por la ciudad en pos de él, y herid; no perdone vuestro ojo, ni tengáis misericordia. Matad viejos, mozos y vírgenes, niños y mujeres, hasta que no quede ninguno: mas a todo aquel sobre el cual hubiere señal, no llegaréis; y habéis de comenzar desde mi santuario. Comenzaron pues desde los varones ancianos que estaban delante del templo." (Eze. 9:5, 6)

Aquí vemos que la iglesia, el santuario del Señor, era la primera en sentir los golpes de la ira de Dios. Los ancianos, aquellos a quienes Dios había brindado gran luz, que se habían destacado como guardianes de los intereses espirituales del pueblo, habían traicionado su cometido. Habían asumido la actitud de que no necesitamos esperar milagros ni la señalada manifestación del poder de Dios como en tiempos anteriores. Los tiempos han cambiado. Estas palabras fortalecen su incredulidad, y dicen: El Señor no hará bien ni mal. Es demasiado misericordioso para castigar a su pueblo. Así el clamor de paz y seguridad es dado por hombres que no volverán a elevar la voz como trompeta para mostrar al pueblo de Dios sus transgresiones y a la casa de Jacob sus pecados. Estos perros mudos que no querían ladrar, son los que sienten la justa venganza de un Dios ofendido. Hombres, jóvenes y niñitos, todos perecen juntos.

Los peores pecados

Las abominaciones por las cuales los fieles suspiraban y lloraban, eran todo lo que podían discernir los ojos finitos; pero los pecados mucho peores, los que provocaron los celos del Dios puro y santo, no estaban revelados. El gran Escrutador de los corazones conoce todo pecado cometido en secreto por los obradores de iniquidad. Estas personas llegan a sentirse seguras en sus engaños, y a causa de la longanimidad del Señor dicen que no ve, y luego actúan como si hubiese abandonado la tierra. Pero él descubrirá su hipocresía, y revelará a otros esos pecados que ellos ocultaban con tanto cuidado.

Ninguna superioridad de jerarquía, dignidad o sabiduría humana, ningún cargo sagrado, impedirán a estos hombres que sacrifiquen los principios cuando sean abandonados a su propio corazón engañoso. Los que fueron considerados como dignos y justos resultan ser los caudillos de la apostasía y dan ejemplos de indiferencia y abuso de las misericordias de Dios. Ya no tolerará él su conducta impía, y en su ira, obra con ellos sin misericordia.

De muy mala gana retrae el Señor su presencia de aquellos a quienes bendijo con gran luz, y que sintieron el poder de la Palabra administrada a otros. Fueron una vez sus siervos fieles, favorecidos por su presencia y dirección; pero se apartaron de él e indujeron a otros en el error y por lo tanto caen bajo el desagrado divino.

El día de la venganza de Dios está por sobrecogernos. El sello de Dios será puesto únicamente sobre las frentes de aquellos que suspiran y lloran por las abominaciones que son cometidas en la tierra. Los que simpatizan con el mundo, comen y beben con los borrachos, serán destruidos con los que hacen iniquidad. "Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones: pero el rostro del Señor está sobre aquellos que hacen mal." (1 Ped. 3:12)

Nuestra propia conducta determina si recibiremos el sello del Dios viviente, o si seremos abatidos por las armas destructoras. Ya han caído sobre la tierra algunas gotas de la ira divina; pero cuando se derramen las siete últimas plagas sin mixtura en la copa de su indignación entonces será para siempre demasiado tarde para arrepentirse y hallar refugio. No habrá entonces sangre expiatoria que lave las manchas del pecado.

"Y en aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está por los hijos de tu pueblo: y será tiempo de angustia, cual nunca fue después que hubo gente hasta entonces: mas en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallaren escritos en el libro." (Dan. 12:1) Cuando llegue ese tiempo de angustia, cada caso se habrá decidido, ya no habrá tiempo de gracia ni misericordia para el impenitente. El sello del Dios vivo estará sobre su pueblo. Este pequeño remanente, incapaz de defenderse en el mortífero conflicto con las potestades de la tierra mandadas por la hueste del dragón, hace de Dios su defensa. Ha sido promulgado por la más alta autoridad terrestre el decreto de que adoren a la bestia y reciban su marca bajo pena de persecución y muerte. ¡Dios ayude entonces a su pueblos porque ¿qué podría hacer sin su ayuda en un conflicto tan terrible?

No se adquiere en un momento el valor, la fortaleza, la fe y la confianza implícita en el poder de Dios para salvarnos. Estas gracias celestiales se adquieren por la experiencia de años. Por una vida de santo esfuerzo y de firme adhesión a lo recto, los hijos de Dios estaban sellando su destino. Asediados de innumerables tentaciones, sabían que debían resistir firmemente o quedar vencidos. Sentían que tenían una gran obra que hacer, que a cualquier hora podían ser llamados a deponer su armadura; y que si llegaran al fin de su vida sin haber hecho su obra, ello representaría una pérdida eterna. Aceptaron ávidamente la luz del cielo, como la aceptaron de los labios de Jesús los primeros discípulos. Cuando estos cristianos primitivos eran desterrados a las montañas y los desiertos, cuando en las mazmorras se los dejaba morir de hambre, frío y tortura, cuando el martirio parecía la única manera de escapar a su angustia, se regocijaban de que eran tenidos por dignos de sufrir para Cristo, quien había sido crucificado en su favor. Su ejemplo será un consuelo y estimulo para el pueblo de Dios que sufrirá un tiempo de angustia como nunca lo hubo.

No todos los que profesan observar el sábado serán sellados. Aun entre los que enseñan la verdad a otros hay muchos que no recibirán el sello de Dios en sus frentes. Tuvieron la luz de la verdad, conocieron la voluntad de su Maestro, comprendieron todo punto de nuestra fe, pero no hicieron las obras correspondientes. Los que conocieron tan bien la profecía y los tesoros de la sabiduría divina, debieran haber actuado de acuerdo con su fe. Debieran haber mandado a sus familias tras sí, para que por medio de un hogar bien ordenado, pudiesen presentar al mundo la influencia de. la verdad sobre el corazón humano.

Por su falta de devoción y piedad, por no haber alcanzado una alta norma religiosa, contribuyen a que otras almas se conformen con su situación. Los hombres de juicio finito no pueden ver que al seguir el modelo de estos hombres, que tan a menudo les comunicaron los tesoros de la Palabra de Dios, pondrán ciertamente en peligro sus almas. Jesús es el único modelo. Cada uno debe escudriñar la Biblia por su cuenta, de rodillas delante de Dios, con el corazón humilde y susceptible de ser enseñado como el de un niño, si quiere conocer lo que el Señor requiere de él. Por muy grande que sea la altura en que haya estado cualquier ministro en el favor de Dios, si deja de seguir la luz que Dios le dio, si se niega a ser enseñado como un niñito, caerá en las tinieblas y los engaños satánicos, y conducirá a otros por la misma senda.

Ninguno de nosotros recibirá jamás el sello de Dios mientras nuestros caracteres tengan una mancha. Nos toca a nosotros remediar los defectos de nuestro carácter, limpiar el templo del alma de toda contaminación. Entonces la lluvia tardía caerá sobre nosotros como cayó la lluvia temprana sobre los discípulos en el día de Pentecostés.

Nos conformamos con demasiada facilidad con lo que hemos alcanzado. Nos sentimos ricos y con abundancia de bienes, y no sabemos que cada uno de nosotros es un "cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo." (Apoc. 3:17) Ahora es el momento de oír la amonestación del Testigo fiel: "Yo te amonesto que de mí compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico, y seas vestido de vestiduras blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas." (vers. 18)

En esta vida debemos arrostrar pruebas de fuego y hacer sacrificios costosos, pero la paz de Cristo es la recompensa. Ha habido tan poca abnegación, tan poco sufrimiento por amor a Cristo, que la cruz queda casi completamente olvidada. Debemos participar de los sufrimientos de Cristo si queremos sentarnos en triunfo con él sobre su trono. Mientras elijamos la senda fácil de la complacencia propia y nos asuste la abnegación, nuestra fe no llegará nunca a ser firme, y no podremos conocer la paz de Jesús ni el gozo que proviene de una victoria consciente. Los más encumbrados de la hueste redimida que estarán vestidos de blanco delante del trono de Dios y del Cordero, habrán conocido el conflicto necesario para vencer, porque habrán pasado por la gran tribulación. Los que hayan cedido a las circunstancias en vez de empeñarse en este conflicto, no sabrán cómo subsistir en aquel día cuando la angustia domine a toda alma, cuando, si Noé, Job y Daniel estuviesen en la tierra no salvarían "hijo ni hija," pues cada uno habrá de librar su alma por su propia justicia.

Nadie necesita decir que su caso es desesperado, que no puede vivir como cristiano. Con la muerte de Cristo ha sido hecha amplia provisión para toda alma. Jesús es nuestro auxilio constante en tiempo de necesidad. Invoquémosle con fe, que él prometió oír y contestar nuestras peticiones.

¡Ojalá que tengamos fe viva y activa! La necesitamos; debemos tenerla, o desmayaremos y caeremos en el día de la prueba. Las tinieblas que descansarán entonces sobre nuestra senda, no deben desalentarnos ni desesperarnos. Son el velo con que Dios cubre su gloria cuando viene a impartir ricas bendiciones. Por nuestra experiencia pasada, debemos saber esto. En aquel día en que Dios tenga controversia con su pueblo, esta experiencia será una fuente de consuelo y esperanza. Ahora es cuando debemos guardarnos a nosotros mismos y a nuestros hijos sin contaminación del mundo. Ahora es cuando debemos lavar el manto de nuestro carácter y emblanquecerlo en la sangre del Cordero. Ahora es cuando debemos vencer el orgullo, la pasión y la pereza espiritual. Ahora es cuando debemos despertarnos y hacer un esfuerzo resuelto para lograr simetría de carácter. "Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones." (Heb. 3:7, 8, 15) Estamos en una situación muy penosa, aguardando y velando por la aparición de nuestro Señor. El mundo está en tinieblas. "Mas vosotros, hermanos - dice Pablo - no estáis en tinieblas, para que aquel día os sobrecoja como ladrón." (1 Tes. 5:4) El propósito de Dios consiste siempre en sacar luz de las tinieblas, gozo del pesar, y descanso del cansancio para el alma que aguarda anhelante.

¿Qué estáis haciendo, hermanos, en la gran obra de preparación? . Los que se unen con el mundo reciben su molde y se preparan para la marca de la bestia. Los que desconfían de sí mismos, se humillan delante de Dios y purifican sus almas obedeciendo a la verdad, son los que reciben el molde celestial y se preparan para tener el sello de Dios en sus frentes. Cuando se promulgue el decreto y se estampe el sello, su carácter permanecerá puro y sin mancha para la eternidad.

Ahora es el momento de prepararse. El sello de Dios no será nunca puesto en la frente de un hombre o una mujer que sean impuros. Nunca será puesto sobre la frente de seres humanos ambiciosos y amadores del mundo. Nunca será puesto sobre la frente de hombres y mujeres de corazón falso o engañoso. Todos los que reciban el sello deberán estar sin mancha delante de Dios y ser candidatos para el cielo. Avanzad, mis hermanos y hermanas. Puedo escribir sólo brevemente acerca de estos puntos en este momento y llamar simplemente vuestra atención a la necesidad de preparación. Escudriñad las Escrituras por vosotros mismos a fin de comprender la terrible solemnidad de la hora actual.

Ni siquiera la existencia debiera comprarse al precio de la mentira. Por una palabra o una inclinación de la cabeza los mártires podrían haber negado la verdad y salvado la vida. Consintiendo en arrojar un solo grano de incienso sobre el altar del ídolo, podrían haberse salvado del potro, el cadalso y la cruz. Pero se negaron a ser falsos en palabra o en acción, aunque la vida fuese el don que ello les hubiese granjeado. Daban la bienvenida a la prisión, la tortura y. la muerte, con la conciencia limpia, más bien que a la liberación a condición de engañar, mentir y apostatar. Por la fidelidad y la fe en Cristo, obtuvieron mantos sin mancha, coronas enjoyadas. Sus vidas fueron ennoblecidas y elevadas a la vista de Dios, porque permanecieron firmes por la verdad en las circunstancias más graves.

Se me ha mostrado que Dios ilustra aquí cómo considera el pecado de los que profesan ser el pueblo que guarda sus mandamientos. Aquellos a quienes él ha honrado especialmente haciéndoles presenciar las notables manifestaciones de su poder, como al antiguo Israel, y que aún así se atreven a despreciar sus expresas indicaciones, serán objeto de su ira. Quiere enseñar a su pueblo que la desobediencia y el pecado le ofenden excesivamente, y que no se los debe considerar livianamente. Nos muestra que cuando su pueblo es hallado en pecado, debe inmediatamente tomar medidas decisivas para apartar el pecado de sí, a fin de que el desagrado de Dios no descanse sobre él.

Pero si los que ocupan puestos de responsabilidad pasan por alto los pecados del pueblo, su desagrado pesará sobre ellos, y el pueblo de Dios será tenido en conjunto por responsable de esos pecados. En su trato con su pueblo en lo pasado, el Señor reveló la necesidad de purificar la iglesia del mal. Un pecador puede difundir tinieblas que privarán de la luz de Dios a toda la congregación. Cuando el pueblo comprende que las tinieblas se asientan sobre él y no conoce las causas, debe buscar a Dios con gran humillación, hasta que se hayan descubierto y desechado los males que agravian su Espíritu.

El prejuicio que se ha levantado contra nosotros porque hemos reprendido los males cuya existencia Dios me reveló, y la acusación que se ha suscitado de que somos duros y severos, es injusta. Dios nos ordena hablar, y no queremos callar. Si hay males evidentes entre su pueblo, y si los hijos de Dios los pasan por alto con indiferencia, en realidad éstos sostienen y justifican al pecador, son igualmente culpables y causarán como aquél el desagrado de Dios, porque serán hechos responsables de los pecados de los culpables. Se me han mostrado en visión muchos casos que provocaron el desagrado de Dios por la negligencia de sus siervos al tratar con los males y pecados que existían entre ellos. Los que excusaron estos males fueron considerados por el pueblo como personas de disposición muy amable, simplemente porque rehuían el desempeño de un claro deber bíblico. La tarea no era agradable para sus sentimientos; por lo tanto la eludían.

El espíritu de odio que ha existido entre algunos porque fueron reprendidos los males que reinaban entre el pueblo de Dios, ha ocasionado ceguera y un terrible engaño para sus almas, haciéndoles imposible discriminar entre lo bueno y lo malo. Los tales han apagado su propia visión espiritual. Pueden presenciar los males, pero no se sienten como se sentía Josué, ni se humillan al advertir el peligro de las almas.

El verdadero pueblo de Dios, que toma a pecho el espíritu de la obra del Señor y la salvación de las almas, verá siempre al pecado en su verdadero carácter pecaminoso. Estará siempre de parte de los que denuncian claramente los pecados que tan fácilmente asedian a los hijos de Dios. Especialmente en la obra final que se hace en favor de la iglesia, en el tiempo del sellamiento de los ciento cuarenta y cuatro mil que han de subsistir sin defecto delante del trono de Dios, sentirán muy profundamente los yerros de los que profesan ser hijos de Dios. Esto lo expone con mucho vigor la ilustración que presenta el profeta acerca de la última obra, bajo la figura de los hombres que tenían sendas armas destructoras en las manos. Entre ellos había uno vestido de lino que tenía a su lado un tintero. "Y díjole Jehová: Pasa por medio de la ciudad, por medio de Jerusalem, y pon una señal en la frente a los hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella." (Eze. 9:4)

¿Quiénes siguen el consejo de Dios en este tiempo? ¿Son los que excusan virtualmente los yerros de entre el profeso pueblo de Dios, y quienes murmuran en su corazón, si no abiertamente, contra los que quisieran reprender el pecado? ¿Son aquellos que se les oponen y simpatizan con los que contemporizan con el mal? No, en verdad. A menos que se arrepientan, y dejen la obra satánica de oprimir a los que tienen la preocupación de la obra, y de dar la mano a los pecadores de Sión, nunca recibirán el sello de la aprobación de Dios. Caerán en la destrucción general de los impíos, representada por la obra de los hombres que llevaban armas. Nótese esto con cuidado: Los que reciban la marca pura de la verdad, desarrollada en ellos por el poder del Espíritu Santo y representada por el sello del hombre vestido de lino, son los que "gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen" en la iglesia. Su amor por la pureza y el honor y la gloria de Dios es tal, y tienen una visión tan clara del carácter excesivamente pecaminoso del pecado, que se los representa agonizando, suspirando y llorando. Léase el capítulo noveno de Ezequiel.

Pero la matanza general de todos los que no ven así el amplio contraste entre el pecado y la justicia, y no tienen los sentimientos de aquellos que siguen el consejo de Dios y reciben la señal, está descrita en la orden dada a los cinco hombres con armas: "Pasad por la ciudad en pos de él, y herid; no perdone vuestro ojo, ni tengáis misericordia. Matad viejos, mozos y vírgenes, niños y mujeres, hasta que no quede ninguno: mas a todo aquel sobre el cual hubiere señal, no llegaréis; y habéis de comenzar desde mi santuario." (Eze. 9:5,6) (E.G.W.)

D-1 (miércoles)
(Ose.12:10) "Y he hablado a los profetas, y aumenté la profecía, y por medio de los profetas usé parábolas"

 

"En la enseñanza de Cristo mediante parábolas, se nota el mismo principio que lo impulsó en su misión para con el mundo. A fin de que llegáramos a conocer su divino carácter y su vida, Cristo tomó nuestra naturaleza y vivió entre nosotros. La Divinidad se reveló en, la humanidad; la gloria invisible, en la visible, en la forma humana. Los hombres podían aprender de lo desconocido, mediante lo conocido; las cosas celestiales eran reveladas, por medio de las terrenales; Dios se manifestó en la semejanza de los hombres. Tal ocurría en las enseñanzas de Cristo: lo desconocido era ilustrado por lo conocido; las verdades divinas, por las cosas terrenas, con las cuales se hallaban familiarizados.

La Escritura dice: "Todo esto habló Jesús por parábolas... para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta, que dijo: Abriré en parábolas mi boca- rebosaré cosas escondidas, desde la fundación del mundo". Las cosas naturales eran el vehículo de las espirituales; las cosas de la naturaleza y la experiencia de la vida de sus oyentes, eran relacionadas con las verdades de la Palabra escrita. Guiando así, del reino natural al espiritual, las parábolas de Cristo son eslabones en la cadena de la verdad,

que une al hombre con Dios, la tierra con el cielo.

Hay hombres que presentan en el púlpito como pastores, que profesan alimentar el rebaño, mientras las ovejas están pereciendo, por falta del pan de vida. Hay discursos largos y fastidiosos, mayormente compuestos de relatos de anécdotas; pero los corazones de los oyentes no son tocados. Los sentimientos de algunos pueden resultar conmovidos, pueden derramarse algunas lágrimas, pero sus corazones no son quebrantados. El Señor Jesús estaba presente, mientras pronunciaban aquello que llamaban sermones, pero sus palabras estaban destituidas del rocío y de la lluvia del cielo. Evidenciaban que no habían recibido la ministración de los ungidos descritos por Zacarías (véase el capítulo 4) para que, ellos, a su vez, pudieran ministrar a otros. Cuando los ungidos se vacían a través de los canales de oro, el aceite dorado mana de ellos hacia los vasos de oro, para fluir hacia las lámparas, las iglesias. Esta es la obra de todo verdadero y contado siervo del Dios viviente.

El Señor Dios del cielo, no puede aprobar mucho de lo que traen al púlpito, aquellos que profesan presentar la Palabra del Señor. No inculcan ideas que serán una bendición para los que escuchan. Es un forraje barato, muy barato, el que se coloca ante el, pueblo ...

El pastor está usando fuego extraño, cuando mezcla la presentación de relatos con sus discursos... Tenéis hombres de toda clase de intelecto a los cuales hacer frente, y cuando tratáis con la Sagrada Palabra, debéis manifestar fervor, respeto y reverencia. No se produzca sobre mente alguna la impresión de que sois oradores vulgares y superficiales. Erradicad los cuentos de vuestros discursos. Predicad la Palabra. Habríais tenido más gavillas para el Maestro, si hubierais predicado constantemente la Palabra. Poco entendéis la gran necesidad y el anhelo del alma. Algunos están luchando a brazo partido con la duda; se hallan casi en la desesperación, casi sin esperanza ." (E.G.W.)

D-2
(Rom.3:5) "...(hablo como hombre)..." ["en terminos humanos", RV 90]

"¿ Acaso no era Pablo un hombre ? Ciertamente. Entonces, ¿por qué emplea la expresión "hablo como hombre"? Porque los escritos de Pablo, como los de los antiguos profetas, fueron dados bajo inspiración divina. El Espíritu Santo habló a través de él . No estamos leyendo la opinión de Pablo sobre el evangelio, sino la declaración del propio Espíritu Santo. Pero en esas ocasiones el Espíritu se expresa en terminos humanos, es decir el Espíritu cita las palabras de los incrédulos, con el fin de mostrar la insensatez de incredulidad". (E.J.Waggoner)

C-1 (jueves)
(1 Tes. 5:12,13,19,20) "Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros,y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra...No apaguéis al Espíritu. No menospreciéis las profecías."

"Muchos contemplan con complacencia propia los largos años durante los cuales han defendido la verdad. Ahora creen que tienen derecho a una recompensa por las pruebas y obediencia pasadas. Pero esa genuina experiencia del pasado en las cosas de Dios los hace más culpables delante de él por no preservar su integridad y avanzar a la perfección. La fidelidad del año pasado nunca expiará el descuido del año actual. La veracidad de ayer de un hombre no expiará su falsedad de hoy.

Muchos excusan su desobediencia de los testimonios diciendo: 'La Hna. White está influida por su esposo; los testimonios están modelados por el espíritu y juicio de él'. Otros estuvieron procurando conseguir algo de mí que luego pudieran interpretar para justificar su conducta o para darles influencia. Entonces fue cuando decidí que nada más saldría de mi pluma hasta que se viera en la iglesia el poder de Dios que convierte. Pero el Señor colocó la responsabilidad sobre mi alma. Trabajé por vosotros fervientemente. La eternidad dirá cuánto nos costó esto tanto a mi esposo como a mí. ¿No tengo yo un conocimiento del estado de la iglesia, cuando el Señor ha presentado su caso ante mí vez tras vez durante los años? Se han dado repetidas amonestaciones, pero no ha habido un cambio decidido.

Sin embargo, ahora cuando os envío un testimonio de amonestación y reproche, muchos declaráis que es meramente la opinión de la Hna. White. Así habéis insultado al Espíritu de Dios. Sabéis cómo el Señor se ha manifestado mediante el espíritu de profecía. Pasado, presente y futuro, han pasado delante de mí. Se me han mostrado rostros que nunca había visto, y años después los reconocí cuando los vi. He sido despertada de mi sueño con una vívida sensación de temas previamente presentados a mi mente, y a media noche he escrito cartas que han cruzado el continente y, llegando en medio de una crisis, han salvado a la causa de Dios de un gran desastre. Esta ha sido mi obra por muchos años. Un poder me ha impelido a reprobar y reprochar errores en que no había pensado. Esta obra de los últimos 36 años, ¿procede de lo alto o de abajo?. . .

"Cuando fui a Colorado, estaba tan agobiada a causa de vosotros que, en mi debilidad, escribí muchas páginas para que se leyeran en vuestro congreso. Débil y temblorosa, me levanté a las tres de la mañana para escribiros. Dios hablaba mediante la arcilla. Podríais decir que esta comunicación era sólo una carta. Sí, era una carta, pero inspirada por el Espíritu de Dios para presentaros cosas que me habían sido mostradas. En estas cartas que escribo, en el testimonio dado, os presento lo que el Señor me ha presentado. No escribo un solo artículo en la revista que exprese meramente mis propias ideas. Son lo que Dios ha desplegado ante mí en visión: los preciosos rayos de luz que brillan del trono. . .

"¿Qué voz reconoceréis como la voz de Dios? ¿Qué poder tiene el Señor en reserva para corregir vuestros errores y mostraros vuestra conducta tal como es? ¿Qué poder para obrar en la iglesia? Si rehusáis creer hasta que cada sombra de incertidumbre y cada posibilidad de duda sean quitadas, nunca creeréis. La duda que demanda perfecto conocimiento nunca dará fruto de fe. La fe descansa sobre evidencia, no demostración. El Señor requiere de nosotros que obedezcamos la voz del deber, cuando hay otras voces en torno de nosotros que nos instan a seguir un proceder opuesto. Se requiere nuestra atención ferviente para distinguir la voz que habla de parte de Dios. Debemos resistir y vencer la inclinación y obedecer la voz de la conciencia sin parlamentar o entrar en componendas, no sea que deje de instarnos y predominen la voluntad propia y el impulso.

"La palabra del Señor nos viene a todos los que no hemos resistido a su Espíritu determinando no oír ni obedecer. Esa voz se oye en amonestaciones, en consejos, en reproches. Es el mensaje de luz del Señor para su pueblo. Si esperamos que haya llamadas más fuertes o mejores oportunidades, la luz puede ser retirada y nosotros dejados en tinieblas. . .

"Me apena decir, mis hermanos, que vuestro pecaminoso descuido de caminar en la luz os ha envuelto en tinieblas. Podéis ser ahora sinceros en no reconocer ni obedecer la luz; las dudas que habéis albergado, vuestro descuido en atender los requerimientos de Dios, han cegado vuestra percepción de modo que la oscuridad es ahora luz para vosotros y la luz tinieblas. Dios os ha ordenado que avancéis a la perfección. El cristianismo es una religión de progreso. La luz de Dios es plena y amplia, y espera que la demandemos. Cualesquiera bendiciones que el Señor pueda dar, tienen una infinita reserva más allá, un depósito inextinguible del cual podemos sacar. El escepticismo puede considerar las demandas sagradas del Evangelio con bromas, burlas y negaciones. El espíritu de mundanalidad puede contaminar a muchos y dominar a pocos; la causa de Dios podrá mantenerse firme sólo por grandes esfuerzos y continuo sacrificio. Sin embargo, triunfará finalmente.

"La palabra es: Avanzad, cumplid vuestro deber individual y dejad todos los resultados en las manos de Dios. Si avanzamos donde Jesús nos guía, veremos el triunfo de él y compartiremos su gozo. Debemos participar en los conflictos si queremos llevar la corona de victoria. Como Jesús, debemos ser hechos perfectos mediante el sufrimiento. Si la vida de Cristo hubiese sido cómoda, entonces podríamos fácilmente rendirnos a la pereza. Puesto que su vida fue señalada por la abnegación, el sufrimiento y el sacrificio propio continuos, no nos quejaremos si somos participantes con él. Podemos caminar seguros en la senda más oscura si la Luz del mundo es nuestro guía. . .

"La última vez que el Señor me presentó vuestro caso, y me hizo saber que no habíais tomado en cuenta la luz que os había dado, se me ordenó que os hablara claramente en el nombre del Señor, pues su ira se había encendido contra vosotros. Estas palabras me fueron dichas: 'Tu obra proviene de Dios. Muchos no te oirán, pues rehusan oír al gran Maestro; muchos no serán corregidos, pues sus caminos son rectos ante sus propios ojos. Sin embargo, preséntales los reproches y amonestaciones que te daré, ya sea que los escuchen o rehuyan'".

"En estas cartas que escribo, en el testimonio dado, os presento lo que el Señor me ha presentado. No escribo un solo artículo en la revista que exprese meramente mis propias ideas. Son lo que Dios ha desplegado ante mí en visión: los preciosos rayos de luz que brillan del trono". Esto es verdad en cuanto a los artículos en nuestras revistas y en los muchos tomos de mis libros. He sido instruida de acuerdo con la Palabra y en los preceptos de la ley de Dios. He sido instruida al elegir entre las lecciones de Cristo.

¿No está de acuerdo con las enseñanzas de Jesucristo la posición que tomo en mis escritos?

El peligro de afirmaciones engañosas

No he de contestar sí o no a algunas de las preguntas que Ud. me ha hecho. No debo hacer declaraciones que puedan ser mal interpretadas. He sido instruida para ver y sentir el peligro de los que están poniendo en peligro su alma, a veces, por escuchar afirmaciones engañosas acerca de los mensajes que Dios me ha dado. Mediante muchas distorsiones y rodeos y falsos razonamientos acerca de lo que he escrito, tratan de vindicar su incredulidad personal. Estoy triste por mis hermanos que han estado caminando en la neblina de los recelos, el escepticismo y los falsos razonamientos. Sé que algunos de ellos serían bendecidos por mensajes de consuelo si las nubes que oscurecen su visión espiritual pudieran ser despejadas y así pudieran ver correctamente. Pero no ven con claridad. Por lo tanto, no me atrevo a comunicarme con ellos. Cuando el Espíritu de Dios disipe el misticismo, se hallarán fe y consuelo tan completos y esperanza en los mensajes que se me ha ordenado dar, como se hallaron en ellos en los años pasados.

La verdad ciertamente ganará la victoria. No duerme, sino vela Aquel que dio su vida para rescatar al hombre de los engaños de Satanás. Cuando sus ovejas se aparten de seguir la voz de un extraño, al cual no pertenecen, se regocijarán otra vez en la voz que habían seguido con amor.

Podemos aprender preciosas lecciones de la vida de Cristo. Los envidiosos fariseos torcieron los hechos y palabras de Cristo, que, si se hubieran aceptado debidamente habrían beneficiado su entendimiento espiritual. En vez de admirar la bondad de Cristo lo acusaron de impiedad en presencia de sus discípulos. "¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?" (Mat. 9:11). En vez de dirigirse a nuestro bendito Salvador, cuya respuesta los hubiera convencido inmediatamente de su maldad, hablaron con los discípulos e hicieron sus acusaciones, como levadura maligna, donde podían hacer gran daño. Si Cristo hubiese sido un hombre impío, habría perdido su ascendiente sobre el corazón de sus seguidores. Pero debido a su confianza en Cristo, los discípulos no prestaron oídos a las insinuaciones de sus perversos acusadores.

Deseando que los discípulos fueran censurados, esos perversos acusadores fueron a Cristo, vez tras vez, con la pregunta: ¿Por qué hacen tus discípulos lo que no es correcto? Y cuando juzgaron que nuestro Señor había faltado, no le hablaron a él sino a sus discípulos, para plantar las semillas de incredulidad en el corazón de sus seguidores.

Así procedieron para provocar la duda y la disensión. Utilizaron todo método posible para introducir la duda en el corazón de la pequeña grey, a fin de que estuviera atenta a algo que pudiera reprimir el bien y la obra benéfica del Evangelio de Jesucristo.

Una obra de este mismo carácter se efectuará para influir sobre los verdaderos creyentes de hoy día. El Señor Jesús lee el corazón. Discierne los intereses y propósitos de los pensamientos de todos los hombres acerca de él mismo y sus creyentes discípulos. El contesta sus pensamientos acerca de los criticones: "Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos" (Mat. 9:12). Los insolentes fariseos habían exaltado la idea de su propia piedad y santidad, al paso que estaban listos para censurar la vida de otros.

Anoche, en visión, estuve delante de una congregación de nuestros hermanos dando un decidido testimonio en cuanto a la verdad presente y el deber presente. Después del discurso, muchos se me acercaron haciéndome preguntas. Deseaban tantas explicaciones acerca de este punto y aquel otro, que dije: "Por favor, uno por uno, no sea que me confundan".

Y entonces los exhorté diciendo: "Durante años habéis tenido evidencias de que el Señor me ha dado una obra que hacer. Esas evidencias difícilmente podrían haber sido mayores de lo que son. ¿Destruiréis todas esas evidencias como una telaraña ante la sugestión de la incredulidad de un hombre? Lo que me hace doler el corazón es el hecho de que muchos que ahora están perplejos y tentados son los que han tenido abundancia de evidencias y oportunidades para considerar, orar y comprender, y sin embargo, no disciernen la naturaleza de las sofisterías que se les presentan para influirlos a rechazar las amonestaciones que Dios ha dado para salvarlos de los engaños de estos últimos días".

Algunos han tropezado en el hecho de que dije que no pretendía ser profetisa* y han preguntado: ¿Por qué?

No he tenido otra pretensión sino la de que se me ha indicado que soy la mensajera del Señor; que él me llamó en mi juventud para ser su mensajera, para recibir su palabra y dar un mensaje claro y decidido en el nombre del Señor Jesús.

En mi temprana juventud se me preguntó varias veces: ¿Es Ud. profetisa? Siempre he respondido: Soy la mensajera del Señor. Sé que muchos me han llamado profetisa, pero no he pretendido ese título. Mi Salvador me declaró que era su mensajera "Tu obra ­me indicó­ es llevar mi palabra. Surgirán cosas extrañas, y en tu juventud te consagro para que lleves el mensaje a los errantes, para que lleves la palabra ante los incrédulos y, por la pluma y de viva voz, reproches al mundo las acciones que no son correctas. Exhorta usando la Palabra. Haré que mi Palabra te sea manifiesta. No será como un idioma extraño. En la verdadera elocuencia de la sencillez, con la voz y por la pluma, los mensajes que te doy se oirán de parte de alguien que nunca ha aprendido en las escuelas. Mi Espíritu y mi poder estarán contigo.

"No temas a los hombres porque mi escudo te protegerá. No eres tú la que hablas: es el Señor quien te da los mensajes de admonición y reprensión. Nunca te desvíes de la verdad bajo ninguna circunstancia. Da la luz que te daré. Los mensajes para estos últimos días serán escritos en libros y permanecerán inmortalizados para testificar contra los que una vez se regocijaron en la luz, pero que han sido inducidos a renunciar a ella debido a las seductoras influencias del mal".

¿Por qué no he pretendido ser profetisa? Porque en estos días muchos que osadamente pretenden ser profetas son un baldón para la causa de Cristo, y porque mi obra incluye mucho más de lo que significa la palabra "profeta".

Cuando esta obra me fue dada por primera vez, le rogué al Señor que la responsabilidad fuera puesta sobre algún otro. La obra era tan grande, amplia y profunda que temí no poder hacerla. Pero por su Espíritu Santo el Señor me ha capacitado para realizar la obra que me dio para hacer." (E.G.W.)

(Selección, D.A.)